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Desconectados de las redes en verano

Expertos apuntan la idoneidad de una desconexión digital ante la sobreexposición y dependencia tecnológica para un adecuado cuidado de la salud mental y descanso cerebral

Una familia en la arena FdV

“Voy a dedicar el mes de agosto a hacer lo que más me gusta: escribir. Y como necesito estar centrado, voy a darme un descanso de redes. Por primera vez, desinstalaré las apps del móvil para vencer cualquier tentación. Nos vemos por aquí en septiembre. ¡Que tengáis buen verano!”. Es el mensaje que ha colgado en sus redes el escritor Javier Peña, dispuesto a una necesaria desconexión digital que le permita centrarse en el trabajo y en nada más que el trabajo.

Expertos como el doctor Augusto Zafra, responsable de la unidad de desintoxicación hospitalaria y patología dual del Hospital Vithas Aguas Vivas, destacan la importancia de “asumir” que es necesario aplicar una desconexión digital durante el tiempo libre o las vacaciones, al igual que asumimos que es necesario a nivel laboral. El psiquiatra apunta que “cada vez más existe conciencia de la necesidad mental y psicológica de una desconexión digital, algo que es algo aceptado e instaurado a nivel laboral, pero sucede todo lo contrario a la hora de aplicar esta desconexión durante el tiempo libre o el periodo vacacional”.

“Alguna gente me preguntaba si es que en los once meses restantes del año no escribo”, afirma Javier Peña. “Sí escribo, lo que pasa es que he notado que necesito centrarme mucho más”, expone al tiempo que reconoce “cierto síndrome de abstinencia” en los primeros días de su desconexión. “Tengo una adicción con las redes que me viene de mi profesión. Yo esto no lo tenía hasta dedicarme a la escritura y a hacer el perfil público; con los libros y los talleres ya me pasó, pero a raíz de sacar el podcast (#GrandesInfelices), me llegan hasta 20 mensajes privados al día y tengo la manía de contestarlos todos siempre que puedo”, explica.

“Las redes te dan muchas cosas, pero también te quitan demasiado”

Javier Peña-Escritor

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En este escenario, era necesaria esta desconexión digital para poder centrarse en escribir. “Tengo una fecha de entrega, me he comprometido con la editorial a entregarlo en determinada fecha y me daba cuenta de que cada diez minutos estaba mirando el móvil”. Así que, en su transición hacia la desconexión digital, ha ido dando pasos en los últimos meses. “Primero me quité las aplicaciones de las redes de la primera pantalla del teléfono, con lo que acceder no era tan intuitivo como desbloquear y darle”, explica. Pero enseguida su dedo se acostumbró a navegar entre las pantallas de su dispositivo. Así que este mes, en el que reconoce que estaba “muy saturado”, optó por desinstalar las aplicaciones del teléfono. “Lo hubiese hecho antes, pero acabó la temporada del podcast y le pedí a la gente que votase sus peticiones para el siguiente y les di hasta el 31 de julio para hacerlo; esperé a que votasen todos”.

“Mis redes siguen activas y voy a volver”, afirma. Pero desinstalar las aplicaciones fue “una solución radical” para no caer en la tentación. “Ahora desbloqueo varias veces el móvil y cuando voy a darle me doy cuenta de que hay un agujero donde estaba la aplicación de Instagram o de Twitter y entonces no le doy a nada... Con los días supongo que iré perdiendo esa manía”, bromea.

Lo bueno es que su decisión dio frutos al instante. “El primer día escribí como hacía mucho tiempo que no escribía y la verdad es que los primeros resultados están siendo muy positivos. De hecho, igual pienso que cuando pase este mes me dé pereza volver, aunque es cierto que tendré que haberlo porque cuando tienes un proyecto las redes son muy positivas, lo que pasa es que roban muchísimo tiempo”.

“Es un aprendizaje para la audiencia, que vea que está bien que desconectes”

Alba Alonso-Realkiddys

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Por su parte, Alba Alonso, docente y creadora del proyecto Realkiddys, también ha decidido “desconectarse” en verano. “Sé que estoy algo desaparecida por aquí (su cuenta de Instagram) y no publico tanto como antes. Pero es que hay muchas cosas más allá de mi perfil que tampoco están aquí. Y lo importante no es estar o no en Instagram, sino estar o no estar en tu vida offline. Y ahí es mucho más difícil, pero mucho más real”, prosigue. “Esto también va por épocas y hay épocas en las que desconectas más. Ya sé que así pierdo seguidores, que no doy a conocer tanto mi proyecto y que no venderé mis cuentos de la misma manera. Pero sigo queriendo que mi perfil sea real y no un bot. ¿Tendré menos éxito? Pues depende de tu concepto del éxito. Para mí el éxito sigue siendo estar en equilibrio y paz conmigo y con la gente que me rodea. Y a veces las redes sociales tienden a desequilibrarnos más de lo que creemos. Así que tomarnos “descansitos” es siempre algo sano”, explica la viguesa.

“Al no publicar nada, pues ya no entras, o lo haces con menos frecuencia, y eso está muy bien porque, aunque no lo parezca, publicar te lleva bastante tiempo y es un tiempo en el que no estás con tu familia”, reflexiona Alonso, que también tiene desactivadas las notificaciones en su móvil. “Tus hijos están viendo que es un tiempo que estás dedicando a las redes e igual no entienden si es para un proyecto, si es personal o para qué publicas. ¿Cómo le voy a decir luego a ellos que no estén ahí metidos?”, expone.

Según el doctor Zafra, “es indispensable concienciar a la población de una desconexión digital durante el periodo vacacional”. De esta manera, “la desconexión digital representa un desafío creciente para la salud mental en nuestra sociedad moderna en términos preventivos, de bienestar y de promoción de una vida saludable y equilibrada”.

Alba Alonso también reflexiona sobre este aspecto. “Es importante que la gente aprenda que está bien que desconecte. Que no tenga esa expectativa de que esté ahí siempre. Que vea que me estoy tomando mi tiempo y que no está mal que lo haga. Eso es un aprendizaje también para la audiencia”, reflexiona: “Paré un tiempo, ya volveré y no pasa nada”.

Últimamente se habla mucho de “sobreexposición”, “dependencia tecnológica” o de “malestar psicofísico”, que son cada vez más frecuentes en la población, así como de los riesgos que conlleva y sus consecuencias: abuso, impulsividad y pérdida de control; comportamientos obsesivos compulsivos; aislamiento social y soledad; comparación social y pérdida de habilidades sociales; baja autoestima y necesidad de validación interpersonal instantánea; estados de ansiedad y depresión; estrés, sobrecarga neurocognitiva o agotamiento físico y mental.

Concretamente, Alba Alonso menciona el síndrome FOMO (del inglés fear of missing out, temor a perderse algo”). “Las redes generan ansiedad al estar pendiente de lo que ha hecho todo el mundo y tú no, pero en las redes no está toda mi vida y son cosas que vas aprendiendo, a reservarte un poco más ante la sobreexposición que hay ahora”, apunta.

Por eso está convencida de que en las redes también es necesario “un aprendizaje”. “Yo antes publicaba mucho más y tenía esa sensación de que si no contestaba al minuto lo estaba haciendo mal”, reconoce. “Es verdad que las redes son una herramienta positiva para mi proyecto, pero ahora es el momento adecuado para desconectar, porque no necesitamos estar siempre ahí”.

Lo cierto, es que la decisión de Peña y Alonso requiere de altas dosis de “autodisciplina” ya que en muchas ocasiones el tiempo libre va asociado a entretenimiento y las herramientas digitales son muy golosas por la accesibilidad, inmediatez y la amplificación de estímulos que ofrecen.

“Las redes están diseñadas para que cada vez pasemos más tiempo en ellas”, afirma Peña, que ya se plantea cómo será su regreso a la red. “De momento, esto es un experimento para mí, para ver cómo funciona este mes, con esa pena de saber que si me funciona muy bien no voy a poder estar fuera de las redes para el resto de mi vida”. Y va un paso más allá: “Si en algún momento pudiera prescindir de las redes porque mi carrera profesional marchara sola, por así decirlo, prescindiría de ellas, porque me parece que te dan muchas cosas, pero que también te quitan demasiado”. “Cuanta más repercusión tienes, también vas teniendo más haters”, prosigue. “Y yo no me quejo porque de cada 100 mensajes 99 son buenos, o buenísimos, pero siempre hay uno que no y yo eso lo gestiono muy mal”, asume.

La exposición a la digitalización y a redes sociales cobra un mayor interés al hablar de los “cerebros en desarrollo de niños y adolescentes”. En este punto, los expertos sostienen que esos cerebros se va nutriendo de estímulos sensoriales rápidos, secuenciados y de alta intensidad que pueden generar un tejido neuronal tendente a la hiperestimulación, la inmediatez y la pérdida de foco atencional. “Estos cerebros evolucionados a adulto procesan la información de forma distinta y su impacto emocional futuro es una incertidumbre por parte de los profesionales en salud mental”, advierte Zafra.

“Pienso que en el futuro nos daremos cuenta de que estamos siendo un poco irresponsables con el uso que le están dando los chavales a las redes sociales porque yo, que tengo 44 años y se supone que cierta madurez, noto lo que me afecta psicológicamente, no quiero imaginar lo que le puede afectar a un adolescente”, reflexiona Peña.

 

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