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Estrenar la bata de médico a los 50

Tras quince años como enfermera hospitalaria, Eva López se estrena como médica residente en un centro de salud de Lugo | Es una de las plazas MIR de Medicina Familia

Eva López Deive, en la consultadel centro de salud dondetrabaja como residente de primer año. FDV

El mismo día que dejaba a su hija Alba en la puerta del colegio, Eva López Deive comenzaba la carrera de Medicina, un sueño que acariciaba desde que, con cinco años, los Reyes Magos le dejaron bajo el árbol un equipo de médico y descubrió que lo suyo era auscultar a personas y muñecos con su fonendoscopio. Ahora, con 51 años, acaba de comenzar su formación como médico residente de Medicina Familiar y Comunitaria en un centro de salud de Lugo, una especialidad en la que quedaron vacantes 33 plazas en la comunidad tras la última convocatoria de plazas MIR.

Tras quince años trabajando como enfermera en el Complejo Hospitalario Universitario de A Coruña (CHUAC), Eva ha cambiado el pijama por la bata de médico, y el hospital por el centro de salud. Lleva poco más de un mes –los nuevos MIR se incorporaron a sus plazas el pasado 23 de mayo– y asegura que todas las horas robadas al sueño, todas las veces que tuvo que decir: “No puedo, tengo que estudiar” cada vez que la invitaban a algún evento social han merecido la pena, aunque nada de esto hubiera sido posible sin el apoyo de su familia, sus amigos y sus compañeros de la planta de Medicina Interna del CHUAC.

“No habría llegado hasta aquí si no hubiese tenido la suerte de tener la gente maravillosa que tengo en mi vida, especialmente a mi familia y a dos compañeras: Noelia y Rebeca”, asegura. Su marido y su hija fueron, afirma, “los grandes sufridores”, y sus compañeros, que nunca le permitieron abandonar. Ni siquiera cuando su padre murió, a mitad de la carrera, un golpe que para Eva fue muy duro. “No dejaron que me rindiera y me ayudaron muchísimo, cambiándome turnos para que yo pudiese estudiar”, comenta Eva. A su madre le debe “al menos la mitad de la carrera”, asegura.

Ahora los lleva siempre con ella, asegura, en el maletín que le regalaron cuando terminó Medicina y con el que acude ahora al centro de salud, donde ha tenido también una buena acogida por parte del personal sanitario y ha encontrado en su tutor, afirma, un ejemplo a seguir. “Voy a darlo todo y a esforzarme hasta el último de mis días porque la medicina es lo que me ha gustado toda la vida”, afirma. Esta pasión ha sido también su combustible en los momentos más difíciles, en los que también tuvo que pedir ayuda psicológica.

Eva tardó nueve años en finalizar Medicina. “El plan de estudio no está pensado para la gente que trabaja. Tardas mucho tiempo en llegar y para quien trabaja y estudia es imposible matricularse de todas las asignaturas del curso, especialmente si trabajas o vives fuera de Santiago”, explica.

Eva, con su bata de médico saliendo de su casa

Eva, con su bata de médico saliendo de su casa Cedida

En su caso, tenía que recorrer cerca de 50 kilómetros que separan Curtis, donde vive, de la Facultad de Medicina de la Universidad de Santiago (USC), lo que le llevaba unos 45 minutos, más o menos el tiempo que le llevaba llegar al CHUAC. Por eso ahora, los cerca de 45 minutos que le lleva llegar al centro de salud en Lugo no suponen ningún inconveniente. Y menos cuando podría haberle tocado una plaza mucho más lejos de casa. “Pones una zona, pero ésta es muy amplia y éramos sólo 11 cuando teníamos que haber sido 30, por lo que al principio había muchas papeletas para que nos tocase Burela o Monforte, destinos que para mí eran incompatibles porque suponían dos horas y media de ida y dos horas y media de vuelta. Si hubiese sido así, tendría que haber renunciado y haber vuelto a intentarlo, aunque no quería volver a pasar por el suplicio de los exámenes del MIR. Eso ha sido lo peor de todo”, afirma.

Eva reconoce que compaginar los estudios de Medicina con la crianza y el trabajo fue muy complicado, especialmente cuando enfermó su padre, que durante cuatro años permaneció encamado en casa. “Mi madre se llevó la peor parte, porque lo cuidaba las 24 horas del día. Yo le prestaba la atención sanitaria según las indicaciones de los médicos. Quiero pensar que hicimos lo que pudimos”, comenta.

Eva nació en 1971 en Barcelona, donde sus padres emigraron desde Galicia. Allí estudió Enfermería tras no obtener la nota de corte exigida para realizar los estudios de Medicina. “El instituto fue un desastre”, confiesa.

“Quien hace Medicina tendría que tener un contacto previo con la enfermería”

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Eva López Deive en la consulta Cedida

Enfermería fue, así, su primer contacto con el mundo sanitario. “Fui muy feliz. Hice un posgrado en Enfermería Quirúrgica y me di cuenta de que estaba cansada de dar las tijeras para que cortaran otros. Rompí con la enfermería y me metí a estudiar Administración y Gestión de Empresas”, explica.

El último lo hizo con una beca de la UE en el Reino Unido, donde trabajó de camarera y en una fábrica que empaquetaba postales para pagarse el alquiler. Rechazó un empleo allí y regresó a España, a Galicia, donde conoció a Juan, su marido, y donde se estableció, hace ya 17 años. Con ella regresaron sus padres.

Antes de comenzar a trabajar en el Sergas aún abrió un negocio de distribución vinícola. Inquieta por naturaleza, incluso probó en política –fue concejala una legislatura–. Pero, durante todo este periplo, el gusanillo de la medicina siempre estuvo ahí, latente, hasta que, al final, decidió que tenía que intentarlo y se matriculó, una decisión que su familia, al principio, no entendió.

“Cuando se lo comenté me dijeron que qué necesidad tenía de complicarme la vida, aunque entendieron que era lo que quería hacer, que era lo que me hacía feliz y me apoyaron. Y reconozco que fue muy duro, pero de todo se sale. Es cuestión de lucha, constancia, disciplina y sacrificio”, recuerda.

Ahora está convencida de que su formación y experiencia previas como enfermera serán un plus a su trabajo como médico de familia. “Creo que la gente que estudia Medicina debería pasar tener contacto con la enfermería o con los TCAE [técnico en cuidados auxiliares de enfermería], porque la Medicina está centrada en otras cosas y hay que luchar mucho para ver enfermos antes que enfermedades”, afirma esta MIR.

Una médica interesada también en la rehabilitación

La primera opción de especialidad de Eva López era Rehabilitación. Incluso realizó un curso de acupuntura, una disciplina que para ella tiene absoluta cabida en la medicina convencional, aunque esté considerada una pseudoterapia.

“La gente habla desde el desconocimiento. No se puede negar lo que no se conoce"

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Dibujo que le hizo su hija Alba cuando iba al colegio, en el que la representa como una heroína. FdV

Su segunda opción era la elegida finalmente. “Aunque últimamente me gustaba Rehabilitación, siempre me ha gustado Medicina de Familia porque es muy polivalente y, además, puedes especializarte dentro de ésta. Yo no descarto hacer algo con la rehabilitación dentro de ésta”, comenta.

De Medicina de Familia le gusta también que supone el primer contacto del paciente con el sistema sanitario. “Si la medicina de familia va bien, las especialidades van mejor”, defiende.

Eva no se rindió nunca, aunque reconoce que a lo largo de estos nueve años tuvo momentos de bajón. Hasta tal punto que tuvo que pedir ayuda psicológica. “Nunca me rendí, pero necesité ayuda terapéutica. Llegué a pensar que había empezado Medicina demasiado tarde, pero la psicóloga siempre me decía que había empezado cuando tenía que empezar”, comenta.

Reconoce que el problema era que se autoexigía demasiado. “Quería que mi madre estuviera orgullosa y ser un ejemplo para mi hija”, reconoce. Y lo es. Alba, que ahora tiene 13 años, ya la dibujaba como una heroína cuando iba a colegio y se dormía sobre el regazo de su madre mientras ésta estudiaba.

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