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José Luis Pecharromán Rubio Director de cine

“Hay una escalada de violencia contra las personas LGTBI”

Da voz a los mayores del colectivo que lucharon por sus derechos en los años setenta en el documental “La memoria escondida”

El director José Luis Pecharromán.

Su pasión por el cine y su compromiso con los derechos LGTBIQ+ se dan la mano en “La memoria escondida”, ópera prima como director de José Luis Pecharromán Rubio (Madrid, 1970), un documental que rescata la memoria histórica del colectivo a través de las vivencias de dos mujeres y dos hombres LGTBI durante los años del final del franquismo y del inicio de la transición española. Rosa Araúzo Quintero (77 años), de Bertamirans (A Coruña), es una de las protagonistas, una mujer que mantiene intactas, según el director, su vitalidad y su compromiso político y social. Tras triunfar en el Festival de Cine Lesgaicinemad, la cinta, producida por LYO Media, llegará a los cines mañana de la mano de Begin Again Films, aunque entre éstos no hay ninguno gallego. Pecharromán tiene una dilatada trayectoria como director de fotografía y ha trabajado en series como “Los pacientes del doctor García”, “Promesas de arena", "Mar de plástico” y “Vivir sin permiso”, rodada en Pontevedra. Es miembro de la Asociación Española de Directoras y Directores de Cine (AEC).

–¿Cómo surge “La memoria escondida”?

–Surge de una necesidad interior que tenía desde hace mucho tiempo de hablar sobre la historia de nuestro colectivo. Yo trabajo habitualmente en series de televisión, soy director de fotografía, y hacía tiempo que me rondaba en la cabeza la idea de lanzarme a la dirección. Sabía que quería hacer un documental y que quería hablar de las personas mayores del colectivo LGTBI para visibilizarlas, aunque durante bastante tiempo no supe cómo darle forma al proyecto. Lo que quería dejar escrita unas páginas de la memoria histórica del colectivo para que no se olvide cómo eran las cosas no hace tanto tiempo y, sobre todo, me parecía importante contar a las generaciones más jóvenes, que ya han nacido con una serie de derechos adquiridos, que no hace tanto tiempo las personas del colectivo éramos ilegales, ciudadanos de segunda, y que esas personas, además, siguen vivas, y que había que ponerles rostro y darles voz.

–Se ha avanzado en derechos desde esos años 70, pero sigue habiendo homofobia...

–Sí. Hay una escalada de violencia y un retroceso muy claro en todo lo que habíamos logrado en cuanto a derechos LGTBIQ+. España fue pionera al aprobar el matrimonio igualitario (2005) y durante mucho tiempo estuvo a la vanguardia de los derechos LGTBQ+. Sin embargo, ahora estamos a la cola de Europa. Por eso, sigue siendo necesario hablando de esto y seguir trabajando en la concienciación de la sociedad, porque una cosa es que exista una norma legal que nos ampare y otra es luchar contra la homofobia. Hoy hay muchos mensajes de odio y hay que trabajar para erradicarlos. A mí me preocupa mucho que se haya vuelto al insulto de maricón.

–En febrero se aprobó la conocida como “Ley trans” y ya se habla de derogarla...

–Es increíble que todo el programa de la ultraderecha consista no en aportar, en avanzar, en añadir cosas buenas para la sociedad, sino en retroceder, en derogar, en quitar derechos adquiridos. Toda la obsesión de la ultraderecha es volvernos a ilegalizar y no se dan cuenta de que no pueden porque España pertenece al mundo, a la Comunidad Europea, y no les van a dejar y, lo más importante, es que los ciudadanos no les vamos a permitir que retrocedamos en derechos adquiridos.

“Ser homosexual, lesbiana, trans... no se decide; simplemente se es”

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–El documental aporta cuatro testimonios. ¿Por qué éstos y no otros?

–Las cuatro personas que hablan son una representación lo más diversa del movimiento LGTB en los setenta y digo solo LGTB porque ahora es un colectivo que tiene muchas siglas, pero en aquel momento no existía ni la ‘B’. Todos eran maricones y alguna que otra marimacho o bollera despistada, pero ni siquiera las mujeres lesbianas eran visibles para la sociedad de aquel momento. Por supuesto, hombres trans tampoco existían en aquella época para la sociedad. Era algo a lo que ni se le podía poner un nombre; eran marimachos y ya está. Partiendo de este contexto, traté de componer un mosaico en el que estuvieran representadas sensibilidades y maneras de entender el mundo distintas dentro de la problemática común del colectivo LGTB: política, religión, discriminación sanitaria... Los cuatro nos dijeron que sí a la primera, y me abrieron sus casas y sus corazones. Tenían necesidad de hablar, de expresar y de contar cómo fue vivir en la clandestinidad.

–¿Es más fácil encontrar hoy personas mayores que quieran contar su experiencia que hace treinta o cuarenta años?

Aún es difícil. La gente mayor se le quedó un miedo muy interiorizado, con heridas muy difíciles ya de reparar. La búsqueda de la mujer trans ha sido un viaje duro y difícil porque hay muy pocas mujeres trans que hubieran hecho la transición en aquella época que estén vivas y que mantengan su activismo y su compromiso por la lucha por los derechos y la igualdad de oportunidades del colectivo. Las mujeres trans han estado destinadas únicamente al espectáculo o a la prostitución y la calle las ha devastado literalmente. El sida, las enfermedades venéreas las ha matado, los malos tratos... Se han automedicado y se han puesto implantes de silicona entre ellas de manera absolutamente clandestina y esto las ha matado también. Durante esta búsqueda, me he encontrado con que existen muy pocas mujeres trans vivas hoy. Esto es una realidad atroz y esto hay que contarlo.

Rosa Araúzo, en un momento de la grabación. FdV

–¿Cómo llega hasta Rosa Araúzo?

–Por una amiga que me ayudó mucho en todo el proyecto. Rosa es una mujer contradictoria, poliédrica, maravillosa y absolutamente brillante en todas sus facetas, que mantiene intactos su vitalidad y su compromiso. social y político Fue todo un regalo conocerla. Su trayectoria es increíble no sólo como mujer lesbiana, sino como política, como pensadora, como mujer comprometida con los derechos de la mujer, del colectivo LGTBI y de los más desfavorecidos, y como cristiana que ha hecho una labor increíble dentro del seno de la Iglesia.

–¿Está normalizada la representación del colectivo LGTBIQ+ en las series de televisión?

–Creo que vamos avanzando. Antes, cuando se hablada de una película LGTB era algo siempre con un final catastrófico porque todo lo LGTB estaba asociado a un modo de vida muy alternativo que acaba mal, lo que no deja de ser un discurso muy normativo. Ahora va habiendo una presencia, aunque aún muy pequeña, de personajes que pertenecen al colectivo sin que por ello tengan un problema, sino que son referentes positivos. Sin embargo, son personajes muy ligados a la juventud y a lo publicitario, por lo que no dejan de ser referentes engañosos. Con el documental quiero mostrar que estos referentes positivos también están en la gente mayor.

–¿Qué opina de los comentarios que aducen que la educación sexual que se da en los colegios confunde a los menores e influye en el aumento de casos de niños trans?

–Ese discurso es una aberración absoluta. Está más que demostrado que ser homosexual, lesbiana, trans, queer... no es algo que se decida; simplemente se es, como se es rubio, alto o bajo. Y no se puede discriminar a nadie por lo que es.

"Toda la obsesión de la ultraderecha es ilegalizarnos"

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–Decía antes que antes había una única denominación, por supuesto, peyorativa, para las personas LGTBI: maricón. Ahora, sin embargo, hay quienes dicen que hay demasiadas etiquetas. ¿Son necesarias?

Lo son porque es necesario comprender toda la diversidad del colectivo porque, obviamente, no todo el colectivo está formado por hombres homosexuales. El LGTBIQ+ es un colectivo muy diverso que lo que pretende es demostrar la diversidad no sólo de la sociedad, sino la diversidad que cada persona tiene. Incluso hay personas heterosexuales que pueden pertenecer al colectivo ¿por qué no? En el momento en que quieran expresarse de una manera personal, libre, creativa, no normativa el colectivo los acoge poque es todo lo que es salirse de estos comportamientos absolutamente aprendidos, estos esquemas sociales rígidos de hombre con traje y corbata y mujer con falda. El colectivo no sólo habla de la orientación sexual o de la identidad de género. Habla del respeto a la expresión de cualquier tipo de personalidad. Por eso es importante etiquetarlo, hablarlo… que la gente lo conozca porque sociedad somos todos. Hablar de LGTBIQ+ no es hablar de algo ajeno.

–En el documental se habla de ciudades como Madrid como espacios seguros para el colectivo. ¿Cuál es la realidad en el entorno rural?

Las ciudades grandes son espacios seguros para el colectivo porque, aunque es verdad que en los últimos años han empezado a darse algunos pasos en su reconocimiento en las zonas rurales, en los pueblos pequeños se sigue siendo un bicho verde, una persona señalada. La ciudad no sólo te ofrece el anonimato, sino que es normalmente el punto al que van las personas LGTBI para ser más libres y, por lo tanto, tienen ahí sus puntos de encuentro. Pero esto se ha descentralizado. Ahora ya no son sólo Madrid y Barcelona, sino que hay otras ciudades en toda España que ofrecen seguridad al colectivo. En Galicia, esta ciudad es Santiago de Compostela. 

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