La ‘niñofobia’ se extiende en el ocio

Aumenta el interés por experiencias y viajes ‘adults only’ entre los gallegos: supone casi el 10% de la demanda vacacional | Padres también buscan más tiempo libre sin hijos

Una madre trata de relajarse mientras sus dos hijos reclaman atención

Una madre trata de relajarse mientras sus dos hijos reclaman atención / FdV

Tiempo libre de calidad se empieza a traducir para un gran número de gallegos en: tiempo sin niños. En los últimos años la demanda de planes de ocio libres de la presencia de menores se ha incrementado de forma continua. “Esta tendencia se va afianzando. Se trata de personas que están pensando hacer un viaje y piden hoteles solo para adultos. Es por ello, que la oferta hotelera a medida ha crecido también para dar respuesta”, explica el director de zona Galicia de Nautalia (comercialización de servicios turísticos: viajes, reservas de hotel, cruceros, alquiler de coches, billetes de avión, con servicio en 80 países), Jesús Suárez, quien señala que para la compañía supone “fácilmente alrededor del 10% de la demanda vacacional” generada en Galicia.

“Los establecimientos y los viajes de este tipo van en alza. La mayoría de ellos están en destinos en el extranjero, especialmente en el Caribe. En España aún son pocos en proporción, pero también está subiendo la oferta especializada en adults only. Nosotros tenemos una programación específica”, explican desde Nautalia. Suárez añade que el perfil de los gallegos que buscan viajes sin niños son parejas o grupos de entre 40 y 50 años (padres o no). “Además de quienes, buscan lo mismo y lo encuentran por las características propias del viaje”, cuenta que es el caso de los viajes de luna de miel donde es posible elegir alojamiento sin familias. O los conocidos como ‘grandes viajes’ que por las distancias, lo exótico de la gastronomía o ciertos peligros de los itinerarios, no son aptos para niños y “se autoexcluyen” en la mayoría de los casos.

Los ‘adultocéntricos’

Quienes buscan espacios libres de niños no solo lo hacen a la hora de viajar. Una pregunta sutil al hacer una reserva telefónica en un restaurante basta para conocer en qué medida se dispondrá de la tranquilidad deseada. Porque es fácil preguntar si admiten perros, pero no si pasa lo mismo con los menores. Al igual que los viajes, es amplia la oferta hostelera que descarta la presencia de niños. Y cada vez son más las páginas web que funcionan como buscador o centro de sugerencias con bares, restaurantes y lugares que ver, solo para adultos.

Pero no siempre se garantiza que no haya niños. “No es raro que alguien se me quede mirando, cuando doy de mamar a mi hijo”, cuenta Ana que esta situación es muy habitual cuando va a un restaurante. Porque, como todo lo natural, hay quien percibe la lactancia como un gesto maternal y bonito, y quien considera que está fuera de lugar presenciarlo mientras está cenando. Otro caso es el de quienes, aceptando la presencia de niños, pretenden que se comporten como adultos. “Les exigimos a los pequeños que se adapten al 100% a nuestros planes, a nuestro ritmo de vida. A veces me pregunto qué estamos haciendo. La misma RAE recoge el término ‘mamitis’ como excesivo apego a la madre. ¿En qué momento puede ser excesivo el apego de una criatura que depende totalmente de ti?”, se pregunta otra madre cansada de las caras cuando va a algún restaurante con sus hijos.

Caso aparte es el de las bodas. Un evento considerado aún familiar y que, sin embargo, cuenta con un gran número de novios que prefieren que los niños se queden en casa. Y, aunque en ocasiones se trata de una cuestión de presupuesto, en otras los novios dejan claro que es una fiesta para la diversión de los adultos. Algo que normalmente se gestionaba por el boca a boca entre novios e invitados, pero que también está mudando las formas. “Junto a la invitación había una tarjeta en la que se nos pedía a los padres que, por un día, disfrutáramos de la celebración solos”, cuenta Sara aún sorprendida mientras enseña el tarjetón.

Gestionar el tiempo libre con la libertad de poder contratar servicios a medida es una cosa. Pero, ¿qué pasa cuando la organización de los espacios y por tanto del disfrute, viene dada en un espacio público? “Fuimos el domingo mi pareja y yo con nuestro hijo a las termas públicas de Outariz y no pudimos entrar. El vigilante nos impidió el acceso porque el niño solo tiene 8 años. Nos dijo que el baño está prohibido hasta los 10 años y por eso tampoco le dejaba acceder al área recreativa. Es decir, que en un espacio público no puede haber niños”, explica María, vecina de Ourense. La familia lo intentó en las Termas do Muíño y se encontraron con un cartel donde ponía que ‘no se admiten niños menores de 10 años en el recinto’. Entonces llamó a Termalismo para informarse y la explicación que le dieron, según afirma María, es que se trata de “una nueva norma del Concello porque los niños molestan”. Por lo que puso una reclamación escrita en el Ayuntamiento que espera respuesta.

"El tipo de turismo que hacemos nos define y muestra nuestra personalidad"

Miguel Pazos Otón

— Investigador Instituto de Estudios y Desarrollo de Galicia (IDEGA)

“Es una tendencia clarísima el incremento del turismo sin niños. Algo que, en principio, no sería legal porque nuestra Constitución dice que no se puede discriminar por razones de edad. Pero que se hace, es una evidencia”, sentencia el profesor e investigador especialista en análisis del turismo, Miguel Pazos Otón. “Este tipo de hoteles especializados en adultos intenta discriminar la presencia de niños con sus servicios, con los medios de transporte o la decoración. Porque los turistas cada vez demandan más experiencias singulares y diferentes”, explica el experto.

Este modelo turístico, que según indica Pazos, nace en los años 70 con la especialización y segmentación del mercado turístico, se resume según el experto en cuatro claves: la segmentación, la búsqueda de calidad a toda costa, el egoísmo e individualismo y la creencia anglosajona de que con dinero se puede “cancelar” lo que no gusta (como los niños).

“Hoy en día, el tipo de turismo que hacemos tiene una clara connotación cultural y otra psicológica. Es decir, el tipo de turismo que hacemos nos define y muestra nuestra personalidad. Define quienes somos”, afirma Pazos.

El investigador señala también la dicotomía que aparece en los propios padres. “Aunque este modelo nace en las parejas que se iban de luna de miel, ha evolucionado a las parejas en general. Los hay que no tienen hijos y también quienes son padres, pero diferencian cada vez más las partes de su periodo vacacional. Pudiendo pasar un fin de semana en un hotel sin niños y al siguiente, irse con sus hijos a hacer turismo familiar. La sociedad es compleja y, por tanto, surgen prácticas complejas”.

Asimismo, el investigador señala la idea de calidad como concepto mal entendido. “Hay cada vez más gente que opta por este tipo de turismo sin niños porque lo valora y relaciona con las experiencias de calidad. Esto genera dudas éticas. No se puede sacar de la ecuación lo que no nos gusta por el hecho de poder pagar para conseguirlo”.

"Coincidir genera cierto estrés porque pasamos todo el día separados"

José García Marín

— Profesor titular de Sociología (USC)

Las razones de esta tendencia en aumento son variadas y dependen en gran medida de motivos personales como: la empatía natural hacia los niños, el tiempo libre del que dispone (que en los casos de tiempos reducidos, suele generar menos tolerancia a ‘gastarlo’ en algo que no cumple las expectativas) o las cargas que se arrastran y generan ansiedad. Pero para el sociólogo Jorge García Marín, hay dos claves sobre las que convendría hacer una reflexión.

“Cuando la gente busca emplear su tiempo de ocio en un entorno solo para adultos, lo que ansía es encontrar un espacio sin bullicio, ni ruido y de tranquilidad”, explica el investigador. Y pone sobre la mesa la separación, cada vez más evidente, entre el mundo de los adultos y el de los adultos con niños. “Sería importante plantearse por qué hay esta necesidad. Si los niños terminan siendo como un incordio necesario. En otras épocas en las que había muchos más niños que ahora, tenían más posibilidad de socialización y la convivencia se llevaba mejor, era natural”, observa el experto.

El profesor señala también el ‘agotamiento’ al que niños y personas mayores se enfrentan en su día a día, como una de las posibles razones que motivan estos deseos por evitar coexistir en el mismo espacio, reduciendo el tiempo de ‘exposición’ a los menores al estrictamente necesario. “Los dos mundos se están alejando mucho. Es importante tener en cuenta que nos pasamos todo el día trabajando fuera de casa. Mientras, los niños están todo su día en el colegio o el instituto. Así, cuando coincidimos en el mismo espacio, nos genera cierto nivel de estrés”, indica el profesor que esta falta de comunicación directa y continua durante la jornada fomenta este distanciamiento. Para García Marín, otro de los puntos sobre el que habría que pensar es: cómo de soportables son ciertos menores, educados incorrectamente. “Cabría pensar también si hoy en día madres y padres podemos ser más permisivos a la hora de educar y que esto haga que algunos niños tengan más descontrol o cumplan menos las normas, pudiendo ‘molestar’ más”, destaca.

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