¿Son sanos los horarios del ‘insti’ para los adolescentes?

Profesores, investigadores y médicos creen en otra distribución del tiempo para que coman a su hora, socialicen y puedan descansar

Estudiantes de Secundaria atienden a su profesor durante una de las clases del turno de mañana en un centro público.

Estudiantes de Secundaria atienden a su profesor durante una de las clases del turno de mañana en un centro público. / EP

Todo el mundo entiende que la adolescencia es sinónimo de cambio, un tiempo convulso para las hormonas y el carácter, que da paso a la etapa adulta. Sin embargo, el órgano más importante involucrado en este cambio suele pasar desapercibido: el cerebro. Y para su correcto desarrollo necesita orden y descanso. Pues bien, esto es justo lo que les falta a los adolescentes que, después de un día eterno en el instituto, aún tienen que estudiar, y buscar tiempo para ellos y sus amigos. Y como el día tiene solo 24 horas, lo restan al sueño. Los estímulos que proporcionan tablets y móviles, con los que ellos creen que se relajan, tampoco ayudan. Todo conforma una combinación fatal para un cerebro en plena ebullición.

El primer escollo que debe salvar un estudiante de Secundaria: el horario del instituto. La mayoría de los centros tienen jornada continua, que comienza entorno a las 08.00 horas y suele rematar a las 15.00 horas. Es decir, que los chavales se marcan una jornada laboral de lunes a viernes. Es por ello que padres y médicos catalanes le han pedido a Educación retrasar la entrada en el instituto, al menos, hasta las nueve de la mañana. Con la intención de que los alumnos madruguen menos.

El horario vigente, en principio, es más cómodo para los padres, pero ¿qué pasa con los estudiantes? “Las familias priorizan el horario continuo. Pero puede distribuirse mejor. No se trata tanto de retrasar la entrada a clase, porque no es lo mismo tener más tiempo por la mañana que por la tarde. Los alumnos están más frescos por la mañana para aprender, por eso es mejor que dispongan de tiempo libre por la tarde. De lo que se trata es de que el horario esté mejor estructurado. Lo ideal sería que entraran a las ocho, se hicieran turnos entre las doce y la una para comer en el centro, y luego rematar las clases antes de salir sobre las tres de la tarde. Así tendrían tiempo de descanso, comerían acompañados una dieta equilibrada, y a una hora correcta para la energía que su cuerpo necesita reponer”, plantea Juan, profesor de ciencias de un instituto público.

El comedor escolar en un centro público debe existir siempre

Y es que el segundo reto del día para un estudiante es la comida. La mayoría de los centros de Secundaria públicos no cuentan con comedor escolar para este nivel. El horario hace que, personas en pleno desarrollo, coman cerca de las cuatro de la tarde. Y que muchos de ellos lo hagan solos o mal coman, porque sus padres están trabajando cuando llegan a casa. “Ofrecer servicio de comedor garantizaría una alimentación sana, además, cubrir la necesidad de socialización que tienen los adolescentes. Ayudando a dejar de posponer la hora de acostarse al ir acortando las tareas pendientes antes de salir de clase”, añade el docente. Y remata, “tenía una alumna que a veces ni comía, porque cuando salía de clase no iba a casa y nadie estaba para acompañarla (al cuidado de un adulto). El comedor escolar en un centro público debe existir siempre”.

Respecto a esa mejor distribución de la jornada de un adolescente, un grupo de investigadores, responsables del estudio ‘El ocio de los jóvenes en España’(participaron 2.700 alumnos de Bachillerato), explican que “la juventud experimenta las tensiones provocadas por los conflictos entre los tiempos escolares, los familiares y de ocio”. Y añaden que “las exigencias de los tiempos formativos (y sus prolongaciones en forma de tareas para casa), sumado a las obligaciones y responsabilidades en el ámbito familiar, se imponen a la necesidad de tiempo libre y autónomo”, que necesita una persona, especialmente durante la adolescencia.

Los investigadores también recuerdan la importancia del tiempo como “un elemento clave en la organización de las sociedades”. Y subrayan que “de su correcta gestión pública y de las posibilidades individuales y sociales para armonizar tiempos comunitarios, familiares, personales, de trabajo (estudio) y ocio, depende en buena parte la calidad de vida y el bienestar”.

“La adolescencia es una etapa del desarrollo en la que las relaciones sociales son el centro del universo. El adolescente está construyendo su personalidad de adulto, tiene ansias de independencia, privacidad y tiempo para sí mismo. Es natural y una necesidad”, señala la psicóloga Fátima Caballero, que también cree que es importante que dispongan de ese tiempo libre.

Un cerebro que no se desarrolla como debe, por no dormir bien

No dormir bien de manera continuada, produce un mal desarrollo del cerebro. Así de claro es el doctor Emilio R. Sáez, responsable de la unidad de Neurofisiología del Instituto de Neuro-rehabilitación QuirónSalud Pontevedra. Especializado en el estudio de los trastornos del sueño y sus efectos, el doctor apunta a la especial sensibilidad de un cerebro adolescente. “Su cerebro está en plena maduración del sistema nervioso. Un adolescente debería dormir al menos 9 horas. Es imprescindible que el joven descanse para el correcto desarrollo cerebral”. El doctor señala el hábito de usar el móvil en la cama con la luz ya apagada, de muchos jóvenes para hablar con sus amigos o leer RRSS. Algo que, además de retrasar la hora de dormir, daña la retina e inhibe la segregación de melatonina, responsable del sueño. “Y afecta a la segregación de hormonas, como la del crecimiento, que solo se secretan de noche. Algo que además de repercutir en la talla, tiene relación con la actividad cerebral”.

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