Las madres españolas tienen hijos a una edad cada vez mayor. Según datos del Instituto Nacional de Estadística, la edad media de maternidad global –contando segundos, terceros y resto de hijos– se situó en 2021 en 32,61, mientras que la edad media de las madres primerizas en España se ha incrementado hasta los 31,56. A modo de comparativa, en 2010 dicha edad media se situaba en 29,82. En Galicia, la edad media de maternidad se situó en 2021 –último dato disponible– en 33,19 años, mientras que en 2010 era de 31,77, según el Instituto Galego de Estatística.
En la radiografía de la maternidad actual también hay que destacar que en 2021 el número de madres de 40 años (5.935) era significativamente superior al de mujeres gestantes de 25 años (3.685).
El director de las clínicas IVI de Vigo y A Coruña, Elkin Muñoz, también constata en sus centros esta tendencia. “Hemos asistido a un retraso progresivo e imparable en la edad de la maternidad en Galicia. Cuando abrimos nuestro centro en 2005 la edad media de nuestras pacientes era de unos 34,2 años y en el 2022 cerramos en 40”, subraya.
Se trata de “una muestra representativa importante del comportamiento de, al menos, los tratamientos de reproducción asistida, a los que recurren aquellas personas que tienen la imposibilidad de conseguir los embarazos espontáneos; digamos que son poblaciones por definición y en origen distintas”, subraya. De este modo, en cuanto a la reproducción asistida, “cada día que pasa la edad materna va aumentando; nosotros tenemos de promedio unas 1.800-1.900 parejas al año, que es una población bastante representativa de lo que sucede en Galicia”.
En esta “tendencia gradual del incremento en la edad materna”, Muñoz puede identificar varias razones. “La primera es que ha habido un cambio en el comportamiento de las personas: hoy la vida se entiende de otra manera y las mujeres tienen un papel social, profesional, económico, laboral..., de distinto tipo. Luego, la inestabilidad laboral y económica a la que se ven abocadas todas las parejas jóvenes”.
Pero esta decisión de postergar la maternidad tiene también sus consecuencias, ya que “conforme pasa el tiempo está claro que la fertilidad disminuye”, subraya. “Aparecen una serie de patologías que se van incrementando en su frecuencia con la edad: la endometriosis, adenomiosis, miomas... El pico de incidencia de estas enfermedades se presenta sobre los 35-38 años y esto hace que se dificulte el embarazo”, explica, al tiempo que subraya que “los varones también van sufriendo los efectos de la edad”, lo que también influye en las opciones de lograr la concepción.
¿Cuál sería entonces la edad ideal o deseable para ser madre? “Las especies biológicas, en general, están programadas para que su máxima fertilidad suceda exactamente en la mitad de su vida del periodo reproductivo. La mujer, teóricamente, va a perder su fertilidad a los 50 años, que es la edad media en la que se sufre la menopausia, la pérdida de la funcionalidad ovárica. La naturaleza está programada para que el periodo de máxima fertilidad y fecundidad sea en la mitad de esa edad, sobre los 24-25 años. Y eso se aplica tanto para los hombres como para las mujeres”, destaca Elkin Muñoz.
Pero lo deseable y la realidad no van de la mano en este caso. El director de los centros de Vigo y A Coruña de IVI afirma que “cuando una persona ve que su futuro reproductivo no está definido, ya que por la razón que sea no tiene una posibilidad inminente de embarazarse, afortunadamente desde hace unos años contamos con la preservación de la fertilidad a través de la vitrificación de óvulos”. “Hemos detectado que hay muy poca información entre las personas jóvenes y ya desde el bachillerato o los primeros años de carrera las mujeres deberían estar informadas sobre qué es la reserva ovárica, qué es el potencial fértil”, indica. “Nosotros llevamos a cabo una campaña gratuita para la realización de un test de reserva ovárica mediante la medición de la hormona antimülleriana y una ecografía vaginal para orientar sobre cuáles son las posibilidades de futuro de fertilidad de una mujer”, explica.
Se constata, de este modo, “un incremento exponencial en las mujeres que vitrifican óvulos por razones sociales”: “Esta estrategia cada vez se va a incorporar más entre las mujeres que van llegando a los 32-34 años, ya que lo ideal es hacerlo antes de los 36”.
El experto afirma que “los estudios demuestran que hay una serie de complicaciones que son propias de la edad materna avanzada o muy avanzada”: “Muerte fetal o riesgo de aborto, pleclamsia, diabetes gestacional, retraso en el crecimiento del feto o mayor probabilidad de cesárea” son algunas de ellas. Por eso, el gran reto es seguir avanzando para mantener el índice de natalidad dentro de este contexto de maternidad tardía. “Tenemos que ser parte de la solución y no del problema. La despoblación en España y en particular en Galicia es una situación social a la cual se le da poca relevancia, pero deberíamos ser conscientes de la importancia que esto tiene. Las medidas de apoyo a la natalidad y a la maternidad deberían ser prioritarias porque existe una inversión total de la pirámide poblacional que es alarmante”, advierte.
Y añade una última reflexión: “Cuanto más amplia es la diferencia generacional, la responsabilidad de educar a un hijo es más desafiante, es un reto mayor”.
“Ha llegado en el momento adecuado”
Inés (nombre ficticio) ha formado, a los 43 años, una familia monoparental. “Conscientemente retrasé la maternidad durante mucho tiempo porque viajaba, hacía otro tipo de vida y no me apetecía. Siempre decía que tendría un hijo más adelante, pero nunca había fecha”, dice esta madre, afincada en Vigo desde hace 20 años.
Después de pasar por un divorcio, decidió que lo tendría sola. Recurrió a la fecundación in vitro. “Fue a la primera”, afirma. “Está claro que no es lo mismo tener un bebé a los 40 que a los 30 o a los 20”, reconoce, “pero mi embarazo fue muy fácil, estuve superactiva hasta el final”, constata.
“Sabía que quería ser madre, pero no era mi prioridad, no insistí mucho en ello hasta que no se dio el momento”, afirma. “No se trata de un deseo que yo tenía y no podía cumplir, un día sentí que era el momento, sin más. No tenía drama yo con esto”, destaca.
Inés tiene una amiga que fue madre a los 46 años. “Participé en su embarazo, en su parto, en la crianza de su hija y más bien por eso me decidí, porque lo vi tan fácil...”, afirma. “Mis hermanas tuvieron a sus hijos más pequeñas y necesitaban la ayuda de mi madre, era todo con drama, las hormonas después del parto... Yo no tuve nada de eso. Como le dije a mi madre, yo creo que soy demasiado vieja para esas historias, para verlo tan magnificado todo”, bromea.
Ahora afronta su maternidad desde la madurez. “Llegó en el momento oportuno, adecuado y justo a tiempo”, asegura. “Tú crees que quieres a alguien hasta que tienes un hijo. Es indescriptible el amor”: “Siempre le preguntaba a la gente si era más feliz teniendo hijos y me contestaban que no es que seas más feliz, es que es diferente. Y es cierto que es un amor muy diferente, pero nunca se va a saber cómo se quiere hasta que se tiene un hijo”, dice, convencida.
“Quería ser madre joven”
“Siempre tuve claro que quería ser madre muy joven y tener una familia numerosa”, dice Raquel, de 30 años y madre de cuatro hijas –la mayor de 13 años–. Su caso es muy diferente al de Inés, porque ella tuvo a su primera hija con 17 años. “Fue buscado, aunque la gente se sorprenda”, asegura. “Era una niña buscada y deseada”. Aunque tuvo que aguantar cierto “estigma social” de madre adolescente, afirma que “a mis hijas las he criado yo, como cualquier madre de cualquier edad”. Y es que tres años y medio después nació su segunda hija.
Raquel se había mudado a Mallorca con 15 años para hacerse cargo de su sobrina y ayudar a su hermana, que sufría depresión postparto. “Mi madre tuvo a mi hermana mayor con 15 años y después me tuvo a mí y a mi hermana pequeña a los 30 y a los 33”, apunta: “Yo siempre envidié la relación que tenían mi madre y mi hermana mayor, esa complicidad”. “Siempre dije que quería ser madre joven y que mis hijas tuvieran esa confianza conmigo”, destaca. Aunque tenía 17 años cuando tuvo a su primera hija, afirma que jugó a su favor que “ya llevaba desde los 15 ocupándome de mi sobrina. La crié yo los primeros años y aunque no fuera una maternidad biológica, yo me hacía cargo de ella”.
Pasados los años se divorció y regresó a Galicia, donde rehízo su vida y tuvo dos hijas más, que ahora tienen dos años y medio y cuatro meses. “Tuve que posponer mis estudios y todavía no estoy en el punto en el que me gustaría estar, pero voy paso a paso y estoy muy orgullosa de lo que he conseguido hasta aquí. Mucha gente me dice que empecé la casa por el tejado, pero tengo niñas sanas, felices, y yo sigo teniendo esa energía para cuidarlas y criarlas”, sostiene.