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Bienvenidos a la jungla... de la venta de entradas

Zonas exclusivas, cultura “VIP”, precios dinámicos, tarifas prohibitivas, el fantasma de la reventa... el concierto de Guns N’ Roses en Vigo trae a Galicia la inflación “made in USA” de los grandes conciertos

Axl Rose (iz.) y el guitarrista DJ Ashba, en un concierto de Guns N’ Roses. STRINGER

Entradas de césped por más de 100 euros y paquetes VIP que superan los 1.150: los boletos para ver en Vigo a Guns N’ Roses, que han volado en un santiamén, han traído a Galicia la inflación de los grandes conciertos en estadios. Atrás quedan los tiempos en los que los fans más acérrimos podían ver de cerca a sus ídolos después de hacer cola durante horas –o días–, plantándose en las primeras filas del campo de fútbol. Si quieres acercarte a las estrellas del rock debes saber, como decía aquella profesora de la serie, que la fama cuesta, pero ahora ya no se paga con sudor, sino con cientos de euros.

A nadie se le escapa que la vida se ha puesto muy cara en el último par de años. Pero, ¿es la inflación de los precios de las entradas mucho mayor que la general? En la vieja guardia de los seguidores del rock se recuerda que allá por 1987 se vendieron las entradas para el mítico concierto de U2 en el Santiago Bernabéu de Madrid por 1.500 pesetas en venta anticipada (1.800 en taquilla). Es decir, entre 9 y 11 euros. Una ganga. Pero aquel era un concierto parcialmente subvencionado y desde entonces –según el Instituto Nacional de Estadística– debemos tener en cuenta casi un 200% de inflación, por lo que el precio actual sería entre 36 y 44 euros, todavía muy barato. Otro ejemplo más cercano: en 2001, una entrada de pista para U2 costaba 49 euros. Si le añadimos la inflación acumulada en estos 22 años (64%) nos queda un precio actual de 80 euros, que hoy, en comparación, se consideraría bastante asequible.

Entrada para ver a U2 en Madrid. 1993

Jordi Bianciotto, crítico musical y periodista de “El Periódico” –del mismo grupo editorial que FARO–, hizo el cálculo de la evolución de los precios de las entradas respecto a los salarios medios en España: hace 40 años, en el verano de 1983, los conciertos estrella se movían entre las 1.200 pesetas (7,2 euros) de Dire Straits y las 2.000 (12 euros) de Supertramp, que representaban un 1 y un 1,7%, respectivamente, del salario medio de la época. Hoy, los 226,50 de una entrada media de Madonna suponen el 12,8% de un sueldo promedio.

Parece claro que el aumento de los precios en las entradas de grandes conciertos ha sido mayor que la inflación general, pero en paralelo se ha dado otro fenómeno también cuestionable: la segmentación de las entradas. Hasta hace no demasiados años no se dividía la pista (de pie) en zonas con distintos precios. Es más, grupos como los citados U2 cerraban las áreas más próximas al escenario para los fans más fieles, bajo el principio de “el primero que llega, el primero que pilla”. Así conseguían tener delante a los seguidores más animados, los que saltaban y coreaban todas las canciones. La pista era un espacio de igualdad donde uno podía encontrarse a famosos como Javier Bardem o Marta Ortega siguiendo el concierto como cualquier otro fanático de la música. En 2009, el grupo irlandés creó las red zones, zonas con entradas de altos precios cuyos beneficios iban destinados a la lucha contra el sida.

La viguesa Rebeca da Cruz, fan de Alejandro Sanz desde hace 32 años, cuenta que todo cambió en 2009, con la gira del disco “Paraíso Express” del cantante madrileño. “Fue la primera segmentación. Lo llamaron ‘zona paraíso’. Era la primera vez que nos encontramos con ese tipo de entradas: ya de aquella pagamos 100 euros, que era 3 o 4 veces más de lo que llevábamos pagando en las anteriores giras, que eran 35 o 40 euros para estar en pista”, cuenta esta seguidora, que se “enamoró” de Alejandro Sanz con la canción “Se le apagó la luz”. “Tenía de aquella 11 años y desde entonces no he fallado a ninguna gira”, asegura.

Entrada para Alejandro Sanz en 1992. Rafa López

La segmentación de las entradas y la generalización de las zonas premium comenzó hace unos 14 años, pero al público gallego “le viene de nuevas, estábamos desacostumbrados a los conciertos de estadio”, apunta Raquel Seijo, gerente de la promotora viguesa Sweet Nocturna, precisamente la que trae a Balaídos a Guns N’ Roses. Recuerda que el año pasado, con Muse, las administraciones volvieron a promover estos conciertos, aparcados tras el histórico recital de los Rolling Stones en el estadio del Celta en el verano de 1998.

Entrada para ver a Alejandro Sanz en 2023-

De 9 euros a 180 para ver a Alejandro Sanz

Rebeca da Cruz, una de las fans más fieles de Alejandro Sanz, conserva la entrada de su primer concierto, el 17 de mayo de 1992 en Samil, en Vigo. Costó 1.500 pesetas, 9 euros, y permitía ver al artista en primeras filas si se hacía cola. Aplicando la inflación acumulada en los 31 años transcurridos (121%), el precio actual sería de 20 euros, 9 veces menos que los 180 que le costó su actual entrada early entry front stage que le dará acceso a primeras filas en Pamplona. “Este tipo de conciertos te llenan el alma, interactúas con el artista”, cuenta la viguesa, para la que vale la pena el fuerte desembolso, aunque subraya que si fuera menor iría a más espectáculos de la gira de Sanz.

La demanda ha sido también altísima por Guns N’ Roses. “Solo quedan unos pocos paquetes VIP, las entradas de precio establecido normal, de pista y grada, están completamente agotadas. Queda un cupo pequeño platinum de precio dinámico”, comenta Seijo en alusión a esa polémica modalidad de venta y que se ajusta, mediante un algoritmo, a la demanda, como los precios de los billetes de avión. Eso hizo que algunas entradas para ver a Bruce Springsteen en Estados Unidos se dispararan a unos mareantes 5.000 dólares.

“Este negocio nació en Estados Unidos, y tienen más la mentalidad de show business, de sacarle rentabilidad a todo, no tienen nuestro concepto europeo de cultura como cosa que hay que cuidar”, opina la promotora. Raquel Seijo explica que los suplementos por paquetes VIP y demás extras “se los lleva el artista. Los hay que no quieren entrar en eso y otros sí. Los promotores solo llevamos el precio de la entrada”, aclara, y añade que los precios de Guns N’ Roses en Vigo son más baratos que los de Madrid gracias a la colaboración municipal.

Ese afán por lograr ingresos extra se ha extendido más allá del ámbito de las superestrellas. Incluso grupos españoles antes considerados indie, como Love of Lesbian o Lori Meyers, han sucumbido a las zonas golden ring (“círculo dorado”) y VIP y a las entradas early entry (“entrada temprana”) y VIP. Sin embargo, la banda granadina rectificó tras las protestas generalizadas en redes sociales por las entradas de su concierto programado para el 30 de diciembre e el WiZink Center de Madrid. “A la mierda las zonas Golden y VIP. Toda la pista a 35”, tuiteó el grupo hace unas semanas, convirtiendo así el rechazo inicial en aplausos.

La resistencia

Lori Meyers no han sido los únicos que se han rebelado ante unos precios de las entradas supuestamente abusivos. Ya en 1994 Pearl Jam reaccionó ante el dominio de Ticketmaster en Estados Unidos y llegó a denunciar a la empresa ante el Departamento de Justicia estadounidense. Y hace pocos días Neil Young cortó lazos con esta compañía. “Recibo cartas que me culpan por entradas de 3.000 dólares para un concierto benéfico. Ese dinero no me llega a mí”, se quejó el veterano rockero canadiense en un comunicado. Seguía la estela del considerado Robin Hood de esta causa, el líder de The Cure, Robert Smith, que obligó a Ticketmaster a devolver dinero a sus seguidores. La poderosa compañía estadounidense había cobrado unos altos gastos de gestión para compensar los precios económicos (20 dólares) fijados por el grupo británico. Tom Morello, conocido por su activismo e ideología socialista, también ha criticado los “precios dinámicos” de las entradas de su grupo, Rage Against The Machine.

  • Robert Smith, el líder de los “rebeldes”

    El líder de The Cure, Robert Smith, (@RobertSmith en Twitter) es el más destacado “rebelde” contra los altos precios de las entradas y los gastos de gestión abusivos. También han protestado Neil Young, Pearl Jam y Tom Morello, entre otros.

Pero Ticketmaster es un gigante contra el que resulta casi inútil luchar, sobre todo desde que en 2010 se fusionó con Live Nation, líder global de la producción de eventos, que se hace cargo de más de 22.000 shows al año para más de 2.300 artistas en el mundo. La empresa resultante de la fusión, Live Nation Entertainment, ha sido acusada de involucrarse en prácticas anticompetitivas y de manejar de manera deficiente el proceso de venta de entradas.

Además de los precios dinámicos, las críticas se dirigen también al sistema verified fan (“fan verificado”) de Ticketmaster, encaminado en teoría a que los verdaderos seguidores, y no revendedores ni bots, sean los que consigan entradas. “Nos hemos asociado con artistas para crear una forma que los verdaderos fans obtengan acceso exclusivo a las entradas para ver sus espectáculos favoritos”, señala Ticketmaster en su web. Sin embargo, este sistema ha sido cuestionado por la forma en que puede disponer de los datos seguidores, obligados de facto a registrarse para entrar en las colas virtuales de venta de entradas, y las implicaciones que todo esto tiene para los algoritmos que determinan los polémicos “precios dinámicos”.

Para justificar los altos precios, las entradas tipo premium o VIP incluyen “experiencias” como charlar o hacerse una foto con el artista (meet and greet), recorrer el escenario antes del concierto, acreditaciones coleccionables, litografías, barra libre y/o exclusiva... Casi de todo. “No entiendo la relación entre ver un concierto y pasear por el escenario o tener barra libre de panchitos”, apunta desde el anonimato C.K., asistente habitual a grandes conciertos. “Pagar más por una buena entrada es normal, pero ya se empieza a apuntar cualquier grupo”, opina este vigués, que tiene entradas para ver a Madonna. Los precios de la pista en el Palau Sant Jordi de Barcelona, el 1 y 2 de noviembre, oscilan entre los 226,50 y los 283,50 euros, gastos de gestión incluidos. Pero hay entradas VIP que superan los 800 euros. “En esos tiques pone algo así como ‘no se incluye foto con el artista’, por si alguien tenía dudas”, ironiza.

En teoría, la segmentación de las entradas por sectores debería haber acabado con las colas de público en los estadios, pero al parecer no ha sido así. En el concierto de Robbie Williams en Lisboa, el pasado lunes 27 de marzo, había colas tanto de público de early entry, como para pista delantera y pista trasera. Lo confirma también Rebeca da Cruz, que aun comprando entradas caras para acceder a las zonas más próximas sigue “haciendo cola para intentar estar lo más cerca posible” de Alejandro Sanz. "En mi caso no me vale ir a grada o estar tres posiciones más atrás en pista, porque no interactúa tanto, no veo sus reacciones, a mí eso no me vale", explica.

Collage de entradas,

En cuanto a la reventa, ni mucho menos ha desaparecido. El portal Viagogo, que canaliza este “segundo mercado”, sigue apareciendo en primer lugar en las búsquedas de Google y muchos pican. “Por favor, hay que comprar solo en canales oficiales –ruega Raquel Seijo–; luego nos aparecen los de Viagogo y es un sufrimiento, mucha gente se tiene que dar la vuelta con mucho dinero gastado”, advierte la promotora.

¿Por qué se han disparado tanto los precios? Como recuerda Rebeca da Cruz, “con el paso de los años se venden menos discos”, aunque eso por sí mismo no justifique entradas de pista a casi 200 euros para ver a Alejandro Sanz. Se aduce también un aumento de costes de producción, tanto por la energía más cara como por la propia naturaleza de los espectáculos: antes era un grupo tocando y alguna pantalla de vídeo; hoy cada vez más artistas llevan bailarines y complejos escenarios con un sofisticado componente audiovisual.

Además, hoy es posible –por ejemplo– comprar desde Vigo entradas para Depeche Mode en Londres y viajar allí con una línea de bajo coste. Eso hace que el público potencial de un concierto en Europa sea de decenas de millones de personas, incrementando la demanda. Esta también se incrementa porque muchos grandes conciertos son intergeneracionales: es el caso de Coldplay, para una horquilla de edades entre los 10 y los 60 años. “El año pasado en Imagine Dragons [en Santiago] teníamos padres que llevaban a sus hijos de 6 años hasta público de 40 y 50 –señala Raquel Seijo–. La franja de edad era enorme. Los padres quieren llevar a sus hijos y compartir la música con ellos”.

Entrada de Depeche Mode en Madrid. 2001

Difícil lo tienen esos niños si sus padres están desencantados con sus músicos favoritos por cobrar 400 euros por una entrada. “Hay mucha decepción con Bruce Springsteen, y más cuando se supone que es un abanderado de la clase trabajadora y que se preocupa por los fans...”, comenta en “El Periódico de España” Salvador Trepat, responsable de la página web Point Blank, dedicada al Boss.

"Cuando salen las entradas tienes que entrar en una cola virtual, y aparte este tipo de entradas son las que primero se agotan y tienes que competir con gente que las compra para luego revenderlas y ya valen 400 euros", lamenta Rebeca da Cruz. "A mí me causa un estrés total, y después tienes que afrontar el desembolso de desplazarte a otra ciudad, de dormir allí y lo que sea. Si las entradas no fueran tan caras iría a más conciertos de Alejandro Sanz en otras ciudades", asegura.

Pese a todo, la buena respuesta al concierto de Guns N' Roses y anteriormente al de Muse, también en Balaídos, pueden asentar definitivamente a Vigo y Galicia en el circuito de conciertos en grandes recintos. "Para hacer un estadio hace falta mucha inversión y que los números salgan", explica Raquel Seijo. "Esto es una competición, compites con ciudades que tienen estadios con capacidades para 40.000 o 50.000 personas, más que Balaídos o Riazor, y los números son diferentes. Por eso nosotros siempre nos hemos quedado fuera. Ahora cuentan contigo y te ubican en el calendario y en las rutas de las grandes giras".

Tal vez el concierto de los autores de "Welcome to the jungle" recupere definitivamente Balaídos para grandes conciertos, como los que ofrecieron allí en los años noventa Madonna, Dire Straits y The Rolling Stones. Eso permitiría ver por fin en Vigo a grupos como Coldplay o U2 sin tener que viajar a Madrid, Lisboa o Coimbra, ciudad que con un estadio de aforo similar al del Celta ya los ha programado. Aunque el aspecto económico no será como el de antaño y habrá que enfrentarse a la "jungla" de la venta de entradas.

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