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Empar Montañana: "Mi objetivo diario era salir de ese despacho sin que él me tocara"

La periodista cuenta después de 13 años el abuso sexual que ejerció Vicente Sanz, su jefe en RTVV, para animar a denunciar el acoso y buscar ayuda

Empar Montañana, que ahora se dedica a la docencia, en la playa de la Patacona, en Alboraia.

Empar Montañana, que ahora se dedica a la docencia, en la playa de la Patacona, en Alboraia. / LOYOLA PEREZ DE VILLEGAS MUÑIZ

Violeta Peraita

El infierno para Empar Montañanano era rojo, ni estaba bajo tierra ni tampoco se ubicaba en un lugar muy lejano. Para ella, el infierno estaba en el cuarto piso de las instalaciones de Radio Televisió Valenciana (RTVV), en Burjassot. Una cuarta planta con olor a puro mezclado con ambientador, tal como recuerda años después.

Un lugar que se volvía todavía más terrorífico al cruzar el umbral de la puerta del despacho de Vicente Sanz, el entonces secretario general de RTVV y jefe del área de personal, uno de los peces gordos de la televisión pública y que también fue presidente provincial del PP hasta que se vio obligado a dimitir por un caso de supuestas mordidas y al que se le atribuye la frase: «Estoy en política para forrarme». 

Así lo recuerda la periodista y ahora docente de secundaria Empar Montañana que, tras trece años se ve con fuerzas para contar el calvario que vivió. Ella y otras compañeras. Dos más que denunciaron abuso y acoso sexual con ella y otras muchas, como asegura, que no se atrevieron a hacerlo por miedo. 

«Han pasado trece años y hace poco fue cuando dejé de mirar atrás». Habla ahora para decir que, a pesar del «miedo, la soledad y el sufrimiento, me doy cuenta de que valió la pena denunciarlo». Para eso y para animar a todas las personas que se puedan encontrar en esta situación a alzar la voz «y si no se ven con fuerzas, a pedir ayuda».

Era febrero de 2010 cuando estalló la bomba de forma pública. «Tres periodistas de Canal 9 acusan a su jefe de acoso sexual», publicó este periódico en su día. Una bomba que mantenía a muchas trabajadoras de la televisión pública valenciana en una permanente prisión, según relata Montañana. En una espiral de «control, amenazas, abusos y acoso sexual» que tenía un nombre aderezado con un aura de ‘todopoderosía’ y autoridad: Vicente Sanz. 

Culpable de acoso sexual

Cinco años después de iniciar el proceso judicial, en 2015, Sanz se declaró culpable de abuso y acoso sexual y eludió la prisión pero tuvo que pagar una indemnización de 210.000 euros a las víctimas, sobre las que se estableció una orden de alejamiento durante cinco años. Un proceso que se zanjó (en la justicia ) sin llegar a juicio y que cumplió el objetivo que las tres denunciantes perseguían: «Solo queríamos que reconociera los hechos y nos dejara en paz», rememora ahora Montañana, que también lamenta que las tres fueran criticadas por no seguir adelante con el proceso judicial. «Cinco años de instrucción se hicieron eternos», señala.

El inicio de su historia "de terror", tal y como la califica Empar comienza en 2008, seis años después de su entrada en informativos de la televisión valenciana, la antigua Canal 9. Empar sabía quién era Vicente Sanz por su poder dentro del ente y porque había sido concejala del PP anteriormente pero no había coincidido con él más allá de la cordialidad. «En 2008 yo hacía informativos, él me llamó a su despacho y me dijo que me iba a poner en las listas del sindicato. Le dije que no pero él no te daba opción, no te preguntaba, te lo afirmada. Era Vicente Sanz». Relata que era «intocable», que tenía su «séquito» y que su poder se basaba en imponer «miedo y humillaciones a los trabajadores». 

«Me sentía súper mal, me daba asco a mí misma aunque yo no había hecho nada»

"Bájate del coche"

A partir de entonces, Empar ya en el sindicato de empresa, asistió con él a varias reuniones en espacios ajenos a la televisión y aunque había ciertos comentarios fuera de lugar «al principio no piensas mal». Hasta que un día, mientras ella le llevaba en coche a las oficinas después de una reunión «comenzó a masturbarse delante de mí». Empar se bloqueó. «Baja del coche», le dijo. «Me sentía súper mal, me daba asco a mí misma aunque yo no había hecho nada», relata. «Nos hacen sentir que la culpa es nuestra, pero nosotras no somos culpables». No recuerda mucho más de ese día, solo que no terminó el trayecto. «A partir de ahí, poco a poco acaba con tu vida profesional, pero también personal». 

Después venían las disculpasSi ella se ponía tensa, seria o contestaba sus comentarios o proposiciones obscenas «él me decía que si no quería, que me iba a arruinar la vida». Le amenazaba para después decirle que «es broma mujer» y cuando ella reprochaba el mínimo comentario la tachaba de «loca» o «exagerada». Empezó a controlarla por las cámaras desde su despacho.

Empar Montañana, esta semana en la Patacona, en Alboraia.

Empar Montañana, esta semana en la Patacona, en Alboraia. / LOYOLA PEREZ DE VILLEGAS MUÑIZ

«Sabía donde estaba en cada momento. Todos los días, primera hora me hacía subir a su despacho en la cuarta planta y darle los buenos días». Algunos sábados se plantaba bajo su casa y le decía que se asomara. «Fue un año donde entraba al trabajo y las cámaras de seguridad me perseguían hasta para ir al baño. Tenía un control absoluto en todo. Mi trabajo se convirtió en una prisión, donde estaba más que controlada». De hecho, dice Montañana que Sanz solía definirse como un tiburón. «Decía que iba dando vueltas y acechando, mirando todo, hasta que elegía donde atacar». 

Un control «constante»

«Mi objetivo era sobrevivir, ver cómo salir de su despacho cada día sin que me tocara». Para ello se ponía "collarines para simular una lesión, parches en la boca para alegar que tenía un herpes y se autolesionaba para darle lástima y evitar que me tocara». Además, las ausencias por enfermedad eran habituales por no poder, literalmente, ir a trabajar. «Pánico, ansiedad, estrés...era como una cárcel».

Una situación diaria, pues él "me hacía subir cada mañana a la cuarta planta a darle los buenos días". Aún recuerda ese olor. «El olor de la cuarta planta no se me olvidará nunca». Dice que aun después de que él fuera destituido y aún después de volver a RTVV, «sabía que no iba a acabar allí mi vida, ese ambiente, esas escaleras, ese olor al llegar al cuarto piso me obligaba a cambiar de vida y dejar todo aquello atrás». 

"Denuncié porque llegó un momento en el que pensé, ‘es él o yo’"

Empar comentaba con otras compañeras algunas de las cosas que sufría, y poco a poco se fue dando cuenta de que ella no era la única mujer violentada en la televisión. Se decidió, junto a dos compañeras más, a denunciar la situación y durante un tiempo trató de recabar todas las pruebas posibles. Pensaban en el caso de «aquella concejala de Ponferrada», Nevenka Fernández, que «fue valiente de denunciar lo que le ocurría. En mi caso llegó un momento en el que pensé, ‘es él o yo’». 

Recopiló los mensajes que él enviaba mientras la miraba por las cámaras de seguridad tales como: «Me estás poniendo cachondo». «me fui a Madrid (porque en València me sentía controlada las 24 horas) y compré un reloj con una cámara. Le grabé masturbándose en su despacho delante de mí y acercándose. Me pedía besos, abrazos, fotos mías íntimas, me rozaba y me tocaba». Pruebas, pruebas, pruebas. Cuando finalmente recaudó suficientes, fue a los juzgados de Paterna junto a dos compañeras y presentaron un escrito de 11 folios en el que acusaban formalmente a Sanz de infundir miedo, acoso, abuso sexual y control. 

Empar Montañana durante la entrevista, esta semana en Alboraia.

Empar Montañana durante la entrevista, esta semana en Alboraia. / LOYOLA PEREZ DE VILLEGAS MUÑIZ

Con «la personalidad totalmente anulada» y «con la vida personal y profesional destrozada» tras un año de abuso continuado, estuvo aislada junto a sus dos compañeras durante un mes en el que iba al psicólogo, psiquiatra, Centro Mujer 24 horas y al forense. Repetía la historia una y otra vez y, aunque durante la entrevista no se rompe («me ha costado trece años contar esta historia sin llorar»), cuando se repasan algunos capítulos de esta pesadilla, Empar no puede evitar parar. Llorar. Recuperar el aliento. «Lo siento», dice a esta periodista. Y sigue. Sigue.

"Es lamentable pero necesitas demostrarlo, no basta con tu estado. Tuvimos miedo muchos años. Incluso pensamos en quitarnos la vida"

Denuncia la soledad por la que pasaron las tres. El descrédito del «séquito de Sanz» y las muchas pruebas que tuvo que aportar para probar que lo que estaba diciendo era verdad. «Al final eres tú contra el sistema, contra el poder. Es lamentable pero necesitas demostrarlo, no basta con tu estado de salud mental. Tuvimos miedo muchos años. Incluso pensamos en quitarnos la vida». 

«¿Me voy a morir con esto dentro?»

Denuncia los pocos recursos que hay y dice que desde hace trece años a ahora «no veo que la cosa haya cambiado mucho». «Seguimos viviendo en una sociedad machista la gente, cuando ve un acoso, se calle. Eso también es ser cómplice». «Si hay una sospecha, primero se ha de apartar a esa persona, porque sino las víctimas siguen encontrándose con su agresor». Ahora que se dedica a la docencia, reivindica la necesidad de escuchar al alumnado y parar el acoso, de cualquier tipo, con prevención en el aula. «A quien esté en esta situación le diría que aunque tengan miedo, que no dejen que les paralicen, que busquen ayuda y que hablen, verbalicen. Sino, estás perdida». 

"Adoraba el periodismo pero el olor de la cuarta planta me hizo dejarlo. Ahora me dedico a la docencia y también soy feliz"

Ella lo hizo. «Muchas veces pensaba que no saldría de ese malestar y me preguntaba, ¿me voy a morir con esto dentro?». Pero salió. «Adoraba el periodismo pero el olor de la cuarta planta me hizo dejarlo. Ahora me dedico a la docencia y también soy feliz. Creo que aunque no hubiera cerrado la televisión publica valenciana no hubiera podido seguir allí». ¿Ha perdonado a Vicente Sanz? «He aprendido a olvidar, pero hay cosas que son difíciles de perdonar». Ahora su lucha «es conseguir que ninguna mujer que pase por una situación parecida se encuentre sola. Que tenga apoyo pero sobre todo que busque ayuda».