Patricia Ramírez: “La serenidad se logra si tu conducta es acorde con tus valores”

“Es un estilo de vida en que decides cómo responder ante el entorno” | “Cuando la alcanzamos mejora nuestra salud física y mental”, comenta la psicóloga en Club FARO ¡

Patricia Ramírez y Cintia Salido. |   // JOSÉ LORES

Patricia Ramírez y Cintia Salido. | // JOSÉ LORES / Ana Rodríguez

“Para la RAE, la serenidad es un estado de paz; para mí es un estilo de vida, la capacidad que tenemos para decidir cómo responder y reaccionar ante el entorno, incluso en situaciones incómodas. Cuando alcanzamos cierto nivel de serenidad, bajamos el estrés y la angustia, mejora nuestra salud física y mental, y también nuestra relación con los demás”. Así lo expresó ayer en Club FARO la psicóloga Patricia Ramírez en la charla coloquio presentada por la coach y formadora Cintia Salido.

La “psicóloga de lo cotidiano”, conocida en redes sociales como Patri psicóloga presentaba su décimo libro, “Vivir con serenidad. 365 consejos” (Grijalbo), que ya va por su tercera edición tras su salida a la venta el pasado noviembre. Al contrario que en anteriores títulos, en los que los temas salían de su experiencia profesional, en esta obra se decantó por abordar la serenidad tras observar el ambiente de ira que reina en la calle y, sobre todo, en las redes sociales.

La conferenciante, que confesó no haber sido siempre una persona serena, aseguró que ese estado se puede alcanzar con trabajo, no solo con propósitos ni intenciones, Aconsejó comenzar por el conocimiento de uno mismo, por anotar la escala de valores, acudiendo si es necesario a internet y trabajando cada mes del año uno de ellos. Luego “hay que ver si tu conducta es acorde con tus valores; nos comprometemos más con proyectos que estén alineados con esa escala”.

Realizar ese cambio no es tarea fácil porque “no estamos acostumbrados a mirar hacia dentro y muchas veces lo que vemos no nos gusta, así que nos escapamos con tiritas: ya sean donuts, una serie de Netlix, el alcohol o irnos de compras”, comentó, al tiempo que aconsejó no ser impaciente y entender que “hay momentos en tu vida en que perderás esa serenidad”, tales como discusiones con la pareja o los hijos. “Puedes sentir la ira, sí, pero también decidir si la expresas con gritos o manejas la emoción interpretando de manera benevolente” la conducta de la otra persona que, por ejemplo, te ha adelantado con el coche por la derecha. “Puedes pensar que va con prisa al hospital o que se ha equivocado porque estaba distraído. Probablemente te equivoques, pero al menos te sientes mejor”.

A una pregunta de su presentadora sobre las diferencias entre la serenidad y la felicidad, dijo de ésta última que “es un estado de bienestar cuando te sucede algo bueno, es una emoción que yo dejaría a la altura de las demás, todas hay que vivirlas. No puedes forzarla y pedirle a la gente que este todo el rato feliz porque eso genera frustración en quien no se siente así pese a no tener motivos aparentes”.

“La gente cree que vivir con serenidad es estar pasmado y no es así. Se trata de tener capacidad para estar atento a una sola cosa, dejar reposar la vida, olvidarnos de la multitarea, estar más presentes desde la amabilidad y el amor”. Respecto al ritmo de vida actual en que “vamos como pollos sin cabeza”, aconsejó “estar solo a una cosa que requiera atención –como demuestran los estudios científicos sobre la capacidad del cerebro humano–, aunque las empresas te pidan lo contrario”. Atendiendo a una pregunta realizada por un asistente a la charla, Patricia Ramírez lamentó que exista “ese perfil agresivo, ambicioso, de muchos directivos que exigen lo mismo para los empleados, fomentando incluso la competitividad entre compañeros. Luego vienen las bajas.”. Abogó por el “liderazgo servicial”: “Cuando tratas a un persona como tal, te da la mejor versión de sí mismo; de lo contrario, te dará una patada en cuanto pueda”.

Atendiendo a la consulta de otra asistente al coloquio, Ramírez defendió trabajar las emociones con nuestros hijos desde la infancia, dejarles sufrir acompañándolos, ayudarles a que reconozcan lo que siente y enseñarles con el ejemplo”.

En busca del “oro olímpico de las emociones”

“No me gustan los tatuajes, pero si tuviera que elegir una palabra para llevarla en mi piel toda la vida, sería serenidad”. Patricia Ramírez ha elevado ese término a una categoría mayor que una palabra, la califica de “oro olímpico de las emociones” y la identifica con “el camino”, una filosofía y su forma de ser y estar en el mundo.

Tal valoración se debe, en parte, a que la propia psicóloga no siempre disfrutó de esa emoción en su vida, tal y como comenta en la introducción de su último libro. Una infancia y adolescencia con momentos revueltos y tristes, aunque también los hubo gloriosos, hace que la balanza de sus recuerdos de esta etapa se incline hacia el dolor.

Llegaron los años universitarios y con ellos empezó a bullir el cambio. “Lo primero que aprendí es que era capaz, válida, inteligente y poderosa”. Tras los primeros años de profesión “intensos, inciertos, duros”, llegó la etapa en que estaba medio asentada y la vida le dio un bofetón de realidad en forma de pérdida del padre de su hija, entonces de corta edad. Volvió la angustia, la autoexigencia, el querer tener todo bajo control y el dolor de tiempos pretéritos, el no tener tiempo para llorar, pero también el tesoro en forma de amistad.

El descubrimiento del libro “La trampa de la felicidad”, de Russ Harris, le supuso une revelación a Patricia Ramírez. Se lo regaló una amiga psicóloga que se formaba en esos momentos –sobre el año 2005– en mindfulness, meditación y terapias de tercera generación. “Leí el libro y hubo un antes y después en mida vida. A partir de aquel momento me inicié en una serie de formaciones autodidactas: leer, leer más y empezar a poner lo aprendido en práctica. A mi vida llegaron la meditación, la aceptación, el perdón, el dejar estar lo no controlable. Y se quedaron para siempre”.