Entrevista | Rodrigo Sorogoyen Director de “As Bestas”

“Hacer una película es contar para incomodar o interpelar al espectador”

“En aspectos como la violencia y la xenofobia incluso hemos involucionado”

Rodrigo Sorogoyen.

Rodrigo Sorogoyen. / Juan Carlos de Rojas

Elena Pita

Tiene 41 años y una carrera sin un solo tropiezo. Es grande y no quiere saberlo. La última de sus siete películas, ‘As bestas’, llega a los Goya con 17 nominaciones inequívocas. Además de su maestría con la cámara y la dirección, su diferencia está en el punto de vista: ¿por qué somos capaces de tanto amor y tanta crueldad al mismo tiempo? La respuesta corre de cuenta del espectador.

–Es usted extraordinario, ¿lo sabe?

–Empezamos bien… Sí te compro que tengo un equipo redondo, extraordinario. El cine es un trabajo de muchos.

–Encontró el drama rural en Galicia, año 2010, del mismo modo que Cela lo hizo en Extremadura, 1940. ¿Tan poco hemos evolucionado en 70 frenéticos años de Historia?

–En aspectos como la violencia y la xenofobia incluso hemos involucionado: son instintos innatos en el ser humano.

–Dicen que la ambigüedad es el sello de sus películas, ¿ni siquiera en esta historia tan atroz de ‘As bestas’ hay buenos y malos?

–La vida está plagada de hechos atroces, y nosotros buscamos las “razones” del mal: nos preguntamos por qué un ser humano que quiere a su hijo o hermano, a su mujer, llega a ser capaz de semejante atrocidad. Cierto es que en ocasiones esas “razones” no existen, pero esos son personajes cinematográficamente menos interesantes; aquellos con motivación, cargados de razón, son los que pueden interpelar al espectador. El juicio rápido como el que se emite en Twitter es perezoso y pernicioso, y nos carga de razones, alimentando los extremismos.

–¿Conoció a los asesinos y les preguntó sus motivos?

–No, no, me moriría de miedo. Leímos la noticia y escribimos el guion ficcionando la información que no teníamos. Sí conocimos a la viuda, Margo Pool, primero para comunicarle que estábamos haciendo la película y que esperábamos no molestarla, y al final, para enseñársela en su propia casa, en Santoalla, Ourense.

“La vida está plagada de hechos atroces, y nosotros buscamos las ‘razones’ del mal”

–Ambigüamente plantea la necesidad de energía eólica versus la migración de aves, ¿no puede esto tener una solución?

–Seguro que los expertos la tienen, pero mi sentido común te diría que es una cuestión económica del capitalismo feroz. Cuando algo no sucede por dinero, nos sorprende.

–El comentario de su protagonista (Luis Zahera) al leer el guion fue: “¡Mira tú qué visión de Galicia!”. ¿Ha recibido críticas por la imagen que proyecta de los gallegos?

–Las he leído, sí: hay gente hipersensibilizada con la cuestión de pertenencia. Pero también me han dicho que había logrado un retrato de aldea gallega muy atinado. Esta historia pudiera transcurrir en cualquier otro lugar del mundo, con sus olores y colores; ocurre en Texas y, también, en un poblado africano.

–¿Margo Pool ha sido capaz de perdonar?

–Es algo muy delicado que no puedo responder por ella. Lo que he intuido en ella es mucha paz interior, y eso solo se consigue con el perdón. Yo no sé si sería capaz de algo así.

“El juicio rápido de Twitter es perezoso y pernicioso”

–¿Propone algo además de la ambigüedad para vencer el odio?

–No me propongo luchar contra el odio. Hacer una película te produce muchas emociones, pero tu trabajo es totalmente cerebral: hay que despojarse de los hechos, no analizarlos en este sentido sino contar para incomodar o interpelar al espectador.

–¿Por qué vincula el suceso a la ‘rapa das bestas’? ¿El origen ancestral de este ritual es pura demostración de macho o qué es?

–En absoluto, el origen fue al contrario una iniciativa femenina. En un momento dado no había hombres en la aldea y las mujeres tuvieron que ir a por los caballos al monte, para desparasitarlos y salvarlos de una epidemia de peste. He convivido con esa gente y puedo asegurarte que lo hacen por un amor inmenso a la tierra y a los animales.

–Ritual que ni siquiera sucede en el lugar de los hechos, sino en Sabucedo, Pontevedra. ¿De dónde entonces la vinculación?

–Empezamos a investigar Galicia y nos encontramos con esta imagen de ‘a rapa’, tan bella y brutal: cómo los mozos y mozas inmovilizan la fuerza bestial de un caballo. La descontextualizamos y establecimos un paralelismo. Es una imagen muy plástica de hasta dónde puede llegar la brutalidad humana.

–Sorprende en su relato el “respeto” de aquellos machos hacia las mujeres. ¿Quiso ilustrar el complejo de Edipo o es que así sucedió realmente?

–Yo no hablaría de respeto sino de miedo: la misoginia ni siquiera es una cuestión de odio, sino de miedo a la mujer. La violencia procede siempre de un complejo de inferioridad.

"Empezamos a investigar Galicia y nos encontramos con esta imagen de ‘a rapa’, tan bella y brutal: cómo los mozos y mozas inmovilizan la fuerza bestial de un caballo. La descontextualizamos y establecimos un paralelismo"

–¿Hay algo que le haya influido más que la fotografía de su madre, su dimensión de la luz?

–Me gustaría decirte que sí, porque es más bonito, pero lo que más me influyó es que ellos estaban separados y mi padre, las horas que estaba conmigo, me llevaba al cine porque yo me entretenía y a él le evitaba hablar. Cuando era pequeño no relacionaba en absoluto esa cámara de fotos de mi madre con el cine que veía con mi padre.

–Está preparando una serie corta sobre la Guerra Civil española. ¿Qué haría usted si fuera ruso o ucraniano: disparar o desertar?

–Yo mismo me hago constantemente esa pregunta en el contexto de la Guerra Civil: ¿qué haría si un grupo de militares se levantara de modo ilegal y cruel contra una república democrática? Me encantaría decirte que no sería capaz de disparar, pero me surge la legítima duda: si alguien ataca algo de manera tan injusta y bárbara, ¿no me pondría a luchar en contra? Supongo que unas circunstancias te obligan a huir y otras, te permiten quedarte.

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