El planeta se enfrenta a una extinción masiva de especies y, de seguir así, el mundo podría perder tanta biodiversidad como cuando una lluvia de meteoritos acabó con los dinosaurios. Este es uno de los puntos de partida que durante las próximas dos semanas guiará las conversaciones de la cumbre de la biodiversidad de Montreal (COP15), uno de los encuentros más importantes hasta la fecha para intentar forjar un acuerdo más ambicioso para frenar la pérdida de especies, ecosistemas y paisajes naturales en todos los rincones del globo. "La humanidad está en guerra con la naturaleza, ha llegado la hora de hacer las paces", ha sentenciado Antonio Guterres, secretario general de Naciones Unidas, en vísperas del inicio del debate. 

El encuentro se produce tan solo un mes después de la cumbre del clima de Sharm el-Sheikh, el encuentro diplomático que prometió (una vez más) reforzar al ambición en la lucha contra la crisis climática y que finalmente se zanjó con un acuerdo de mínimos que, tras el cierre del evento, fue duramente criticado por científicos, activistas y diplomáticos. Con este enfado todavía en el aire, la conferencia de Montreal se plantea volver a abrir el debate sobre el diseño de políticas medioambientales internacionales. Aunque esta vez, solo centrados en temas de biodiversidad, de protección de los ecosistemas y de lucha frente a la contaminación.  

Entre el 7 y el 19 de diciembre, Montreal aspira a trazar un 'Acuerdo de París de la naturaleza'. Es decir, una normativa marco con la que según explica Laurence Tubiana, se acuerden objetivos, leyes, políticas y herramientas de financiación a todos los niveles para detener y revertir la pérdida de biodiversidad para 2030. "Necesitamos el mismo impulso que tuvimos con el Acuerdo de París para proteger toda la vida en la Tierra", explica Tubiana, una de las 'arquitectas' de ese histórico acuerdo y ahora directora de la European Climate Foundation. 

Diplomacia ambiental

Las negociaciones de esta cumbre estarán lideradas por China: país que originariamente debía acoger el encuentro pero que, debido a las restricciones derivadas del covid-19, se ha ido posponiendo hasta llegar a Montreal. Todavía no está claro qué papel tendrá la presidencia china en el debate pero, por el momento, hay al menos un precedente que hace saltar las alarmas. En 2020, cerca de noventa países firmaron una declaración conjunta en la que reafirmaban su compromiso con las actuales políticas medioambientales y la necesidad de diseñar medidas más ambiciosas para proteger la naturaleza. El manifiesto, que debía servir de preámbulo para las negociaciones de Montreal, no fue firmado ni por China ni por Rusia, India, Rusia y Estados Unidos. 

En vísperas del arranque de la cumbre de la biodiversidad ya empiezan a trascender cuáles serán las reivindicaciones de los países durante las negociaciones. Bolivia, Sudáfrica y Ecuador, por ejemplo, pedirán a los países desarrollados que "lideren las inversiones financieras" en las políticas medioambientales frente a la oposición de Reino Unido, India y Japón. Brasil, bajo la presidencia de Lula da Silva, defenderá el uso sostenible de la tierra pero no las medidas para reducir la polución en el terreno o reformar el sistema agrícola del país. Europa, por su parte, pedirá acabar con la contaminación por plásticos y limitar el uso de pesticidas.

Uno de los compromisos más importantes que intentará rascar esta cumbre tiene que ver con la protección de los ecosistemas. Según recogen los borradores publicados hasta la fecha, Montreal intentará cerrar un pacto para proteger al menos el 30% de la superficie terrestre y marina antes de que acabe la década. Esto implicará, por un lado, la creación de más espacios protegidos y, por el otro, la aplicación de más medidas para proteger ecosistemas del planeta. Las oenegés, por su parte, también destacan la necesidad de "garantizar la protección del 70% restante del planeta" con medidas transversales, basadas en la justicia climática y apoyadas por los pueblos indígenas. 

Antecedentes de la cumbre

La cumbre de la biodiversidad de Montreal arranca con unos antecedentes problemáticos. En 2010, el encuentro celebrado en la ciudad japonesa de Nagoya se acordó un plan estratégico para proteger la diversidad biológica con horizonte 2020. Llegada esta fecha, un informe alertó de que solo seis de los veinte compromisos acordados en Japón se habían cumplido con éxito. En el resto de los ámbitos se habían producido avances, pero los logros estaban lejos de los objetivos pactados durante la cumbre japonesa. En 2022, la situación sigue siendo la misma.

Expertos alertan sobre la sexta extinción masiva

El acuerdo de Montreal aspira a marcar un punto de inflexión en las políticas de protección de la naturaleza. Sobre todo para intentar transformar las promesas que se lanzan en este tipo de encuentro en medidas, objetivos y acciones concretas que acaben aplicándose sobre el terreno. El encuentro canadiense movilizará a cerca de 20.000 asistentes (la mitad que en la cumbre del clima de Sharm el-Sheikh) y, según vaticinan sus impulsores, se abordarán debates tan diversos como la lucha contra las especies invasoras, la reforma del sistema agroalimentario o la eliminación (o reducción) de los subsidios a la industria de los combustibles fósiles que, tal y como apuntan innumerables estudios, ha desencadenado una crisis ecológica sin precedentes.