Manos gallegas que curan en Senegal

“Ha sido un gran aprendizaje profesional y personal”, afirma la enfermera viguesa Alba González, que estaba dispuesta a renunciar a su contrato para viajar como cooperante

La viguesa Alba González, con un niño senegalés.

La viguesa Alba González, con un niño senegalés. / Cedida

Estaba dispuesta a renunciar a su contrato en el Punto de Atención Continuada (PAC) de Cangas para poder ir como cooperante a Yoff-Tonghor (Senegal). Así de firme era su determinación. Por ello, asegura estar muy agradecida a la dirección de este centro de salud por concederle los días necesarios para poder ver cumplido ese sueño. Ahora, ya de vuelta, Alba González asegura que el voluntariado forma parte de su piel. Como lo forma la enfermería, profesión de la que se confiesa enamorada. “La elegiría las veces que hicieran falta. No podría trabajar en otra cosa”, afirma esta joven de 24 años, una de las tres viguesas –las otras dos son una pediatra y una médica de atención primaria– que durante dos semanas prestaron atención médico-farmacéutica a más de 2.000 personas que carecen de recursos económicos para acceder a la sanidad en ese país africano.

Esta ha sido su primera experiencia como cooperante y finalizó el pasado día 25 de noviembre, cuando la expedición de voluntarios de la ONG gallega Ecodesarrollo Gaia aterrizó en España. Sin embargo, esta vivencia la acompañará siempre. “Ha sido una experiencia maravillosa; un gran aprendizaje en la práctica profesional, pero sobre todo en el plano personal porque te enfrentas a una realidad que desconoces por completo”, afirma.

Hacía mucho tiempo que Alba acariciaba la idea de colaborar con alguna ONG de cooperación internacional como enfermera y la oportunidad le apareció durante una conversación entre amigas sobre qué les gustaría hacer ahora que aún no tienen cargas económicas ni familiares. En cuanto expuso su deseo, una de sus amigas comentó que su hermana se iba como médica con una ONG en unas semanas y así, en noviembre compartían avión, junto con otros diez voluntarios gallegos, rumbo al país africano.

La principal motivación de Alba para embarcarse en esta aventura era la de ayudar al prójimo, la misma por la que eligió estudiar Enfermería. “Como enfermera puedes ayudar mucho. Para mí, el trabajo en Senegal ni siquiera fue un sacrificio porque es algo que siempre quise hacer”, dice.

Voluntarios de Ecodesarrollo Gaia, en el consultorio de Yoff-Tonghor,en Senegal.  | // CEDIDA

Voluntarios de Ecodesarrollo Gaia, en el consultorio de Yoff-Tonghor, en Senegal. / CEDIDA

A pesar de la falta de recursos y de que las necesidades de los pacientes allí son mucho mayores, o tal vez precisamente por esto, Alba se ha sentido más útil que nunca. “La gente te lo agradece tanto y con tan poco que hagas, ayudas tanto... Allí me sentí más cerca de mi profesión que nunca”, afirma.

Ecodesarrollo Gaia montó su consulta gratuita de atención médica en las instalaciones de la escuela que tiene en el barrio de pescadores pobres de Yoff-Tonghor. Por este consultorio pasaron unos 270 pacientes al día durante el tiempo que Alba estuvo allí. La gran mayoría de las intervenciones de enfermería fueron curas de heridas a pescadores de esa localidad, aunque también atendieron a pacientes de poblaciones cercanas, que se desplazaron hasta allí para poder ser atendidos por personal sanitario. “No hay que olvidar que allí ir al médico o hacerse una cura cuesta dinero”, recuerda.

Otros problemas habituales con los que se encontraron los sanitarios gallegos fueron infecciones de la piel, parásitos intestinales, crisis asmáticas, sarnas y tiñas, y realizaron la prueba de la malaria. También detectaron problemas habituales en España como hipertensión y diabetes, aunque generalmente mal controlados y en un estado más avanzado.

La pobreza es extrema en Yoff-Tonghor, donde no hay ni agua potable ni saneamiento, y donde la gente se hacina en casas a medio construir o bien duerme a la intemperie, sobre la arena, rodeada de animales y de suciedad. Este era el paisaje al que se asomaba Alba cada día desde la ventana de la habitación donde dormía en la escuela, una realidad dura que, reconoce, supone un choque brutal cuando te enfrentas a ella por primera vez.

“Nosotros no cambiamos la vida a nadie, la única que cambia es la nuestra”

Alba González

— Enfermera

“Me sentía una privilegiada –reconoce–. El primer día fue duro, muy duro. Por eso, no se pueden tener expectativas soñadoras sobre el voluntariado. Tienes que tener claro que no vas a cambiarle la vida a nadie, que como mucho podrás mejorar el día a una persona; y que tú regresarás y ellos se quedarán allí, en la misma situación que tenían antes de que tú llegases. La única vida que cambia es la tuya”.

La suya, desde luego lo hizo. No lo duda. “Algo en ti despierta y te das cuenta de que quieres saber más, ayudar más, ser mejor persona”, afirma.

Pero el equipo de la ONG no solo se ocupó de tratar heridas y otras patologías. Repartió 650 kilos de medicamentos a la población –antibióticos, antifúngicos, analgésicos y material de curas–, e impartió charlas de educación en salud a líderes locales y profesores. “La ignorancia es uno de los grandes problemas. La gente allí desconoce el cuerpo humano, la manera adecuada de asearse para evitar infecciones, la alimentación de los niños... Explicándoles estos conceptos básicos también les ayudas”, asegura Alba, que ya piensa en regresar el próximo año porque, a pesar de las privaciones, ha regresado con una maleta repleta de buenos momentos. “Espero poder repetir todos los años, sea en vacaciones o pidiendo permisos”, afirma esta enfermera.

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