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Rubén Villar Psicólogo, coordinador de “Abramos o Círculo”

“Vienen chicos de 18 años con problemas de violencia a aprender a controlar sus impulsos”

“El programa es voluntario y han pasado por él 1.150 hombres, con una tasa de éxito del 72%”, destaca

El psicólogo Rubén Villar, coordinador del programa “Abramos o Círculo”. FdV

Un total de 1.150 hombres mayores de edad (con una media de 70 pacientes al año) han acudido, de forma voluntaria, al programa “Abramos o Círculo” puesto en marcha en 2001 y coordinado por Rubén Villar. Se desarrolla gracias a la colaboración en entre la Secretaría Xeral de Igualdade y el Colexio de Psicólogos de Galicia.

–¿De qué se trata y cómo funciona este programa “Abramos o Círculo”?

–Se trata de un programa de atención psicológica para hombres con problemas de control y problemas de violencia en el ámbito doméstico y familiar. Nace en 2001 y está dirigido a hombres que quieren aprender a gestionar conflictos de manera adecuada y que quieren aprender a controlar sus impulsos dentro del ámbito doméstico y familiar.

–¿De qué manera acceden a dicho programa?

–Es de carácter voluntario. Son hombres mayores de edad residentes en Galicia cuyos sus objetivos se enmarcan dentro de los del programa. Se ponen en contacto con nosotros y en esa primera llamada soy yo quien les atiende y les recojo una serie de datos. A partir de ahí, les ponemos en contacto con el psicólogo o psicóloga de nuestra red lo más próximo posible a su zona. El programa está formado por una red de profesionales con experiencia en este campo y las consultas son individuales e individualizadas. Muchos hombres, cuando llaman, preguntan si se hacen en grupo o no, pero se les atiende de forma individual.

–¿De cuántas sesiones consta este programa?

–Son 10 sesiones iniciales. Este programa surge al amparo de un convenio con la Secretaría Xeral de Igualdade, que es quien lo financia, y quien lo ejecuta es el Colegio Oficial de Psicología, a través de su red de psicólogos especializados. Si fuese necesario, se podrían ampliar en paquetes de cinco sesiones, hasta un máximo de 20.

–Al ser una terapia de carácter voluntario, ¿qué es lo que más le cuesta al paciente a la hora de acceder a él?

–Lo más difícil es dar el paso. En el trabajo con este tipo de población hay una primera fase, que es la de motivación al cambio. Cuando ya vienen reconociendo que hay algo que no está funcionado bien, partimos de una base en la que ellos ya empiezan a reconocerlo. Hay otro tipo de programas, que son de carácter obligatorios y que van a través de sentencias, donde sí tienen una parte específica de motivación al cambio porque van de manera obligada. Aquí vienen de forma voluntaria, este programa se encuadra dentro de la prevención secundaria.

–¿Prevención secundaria?

–La prevención primaria hace referencia a trabajar para que una conducta no aparezca, por lo que en el caso de la violencia, por ejemplo, se trabajaría en el ámbito educativo, escolar. En la secundaria, que es donde se encuadra este programa, la conducta ya está apareciendo y trabajamos para que no se instaure. Aquí los pacientes empiezan a reconocer que hay conductas de control, que hay una impulsividad, falta de resolución de conflictos..., antes de que se instaure ese tipo de respuesta violenta trabajamos sobre ella.

–¿Con qué actitud suelen llegar los hombres que llaman al programa?

–Cada casuística es diferente, pero muchas veces tienen que reconocer y trabajar sobre los mecanismos de defensa. Las justificaciones, las minimizaciones, las negaciones... Cuando dicen que no es que no es para tanto, con argumentos como “a mí de pequeño me daban con la zapatilla y no pasaba nada”, por ejemplo. Se trata de trabajar esas defensas, porque están muy arraigadas y es lo que más cuesta deconstruir. Hay que deconstruir todo ese repertorio para construir otro adaptativo a una realidad diferente. Igual hay personas que, por lo que sea, han ido adquiriendo hábitos y pautas de comportamiento que normalizan, justifican y minimizan y muchas veces lo que hay que hacer es deconstruir toda esa parte y darles herramientas para construir desde un lugar mucho más saludable.

–¿Cuál es el papel de la familia o del entorno del paciente?

–Es importante porque el ser humano es un ser social y se desarrolla en sociedad. La familia y todo su contexto juegan un papel importante para, por un lado, señalar los comportamientos inadecuados y, por otro, reforzar los adaptativos y adecuados. Es fundamental reconocer aquellas cosas que no están bien y señalar las que no son adecuadas, que son desadaptativas; pero, insisto, no solo en la familia, sino en todo su entorno, en la sociedad en general. Cuando la sociedad refuerza conductas no saludables se está haciendo mucho más daño del que se cree. El papel ahí sería reforzar las conductas positivas y adaptativas y señalar las que no lo son, no justificarlas o minimizarlas.

–¿Cuál es el porcentaje de éxito del programa?

–Según los datos que hemos recogido finalizan con éxito, con alta terapéutica, el 72 por ciento de los casos; el 22 por ciento abandona la intervención y el 8 por ciento restante no llega a iniciar el programa. Llaman y se les da la cita, pero no llegan a acudir nunca.

–¿Por qué motivo?

–Muchos llaman ante la amenaza de la pérdida, cuando las cosas empiezan a estar muy complicadas, y ante esta amenaza se ponen en contacto. Después, hay un 22 por ciento de casos que abandonan el tratamiento porque piensan que por el hecho de venir aquí van a mantener la relación, e igual su pareja ya ha decidido separarse igualmente.

–¿Se puede establecer un perfil de estos hombres que inician la terapia?

–Sería generalizar demasiado. Tenemos de todo, desde gente muy jovencita, de 18 años, hasta gente mayor, de más de 70. Ahora bien, si hacemos una media, aunque sería un dato engañoso, estaría entre los 38-40 años. El grueso de los pacientes de este programa se encuentran en la adultez, la mayoría con una relación de pareja y la mayoría tiene hijos, pero podemos tener de todo.

–¿Cómo está la situación entre los adolescentes?

–Nosotros trabajamos con gente mayor de edad, pero sí es cierto que nos preocupa mucho el tema de los jóvenes porque, pese a todas las campañas de prevención, de todos los talleres que se imparten, siguen apareciendo este tipo de conductas. Hay chicos muy jóvenes, con 18, 19 o 20 años que están accediendo al programa. En cuanto al uso de las nuevas tecnologías, son una forma más de relacionarse, es la violencia de siempre, el control de siempre, pero ejercida de otra manera. Antes no existía Faccebok, TikTok o Whatssap, pero es el mismo control, es la vieja violencia pero ejercida a través de las nuevas tecnologías. Es un tema que nos preocupa y ponemos el foco en la importancia de la prevención primaria para no llegar a la secundaria o terciaria.

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