A Jorge Javier Vázquez no le da apuro hablar de su intimidad y en Antes del olvido se muestra en estado puro, descarnado y auténtico. Sin tapujos, sin miedo y con esperanza, el presentador repasa su vida en busca de su verdadera identidad.

–¿Antes del olvido es el libro de un valiente o de un inconsciente?

–No tengo ni idea. Fíjate. Creo que no es una cuestión de valentía o inconsciencia. Creo que nace más de la frustración, porque después de más de 30 años trabajando en televisión, me daba cuenta de que muchísima gente no me conocía. Sentía la necesidad de mostrarme tal y como soy y creo que eso solo se puede hacer cuando uno tiene una edad.

–¿Se siente ahora más libre?

–Sí. Una de las cosas buenas que tiene la edad es la libertad. Cuando eres más joven, tienes muchos miedos e inseguridades y pierdes mucho tiempo pensando en el qué dirán. Con la edad te vas liberando de inseguridades.

–¿Por qué necesitaba hacer esta catarsis pública?

–Esta ha sido la crisis más profunda que he vivido y encontré en la escritura la manera de liberar el dolor que sentía. Mis libros anteriores también han surgido de crisis. Lo que está pasando con el libro es maravilloso porque hay muchísima gente que se está viendo reconocida en él. Me estoy dando cuenta, por los mensajes que recibo, que tenemos mucho miedo a mostrar nuestro lado más vulnerable.

–¿Necesitaba contar para sobrevivir? Habla en el libro de su obsesión por el trabajo, el sexo, las adicciones...

–No sé. De repente dije ‘tengo que escribir’. Y empecé. Me levantaba a las seis y me ponía. Tampoco me preguntaba tantas cosas, pero sin embargo encontraba en la lectura y la escritura un refugio y una manera de comprender lo que me estaba sucediendo.

–El libro parece un diario.

–Sí, yo lo que tenía muy claro y así se lo dije a la editorial, es que no quería verme sujeto a las reglas de, por ejemplo, una novela. No quería tener que seguir un hilo argumental o un esquema. Sí quería que tuviera el golpe de emoción e impacto. Y creo que el resultado es un libro profundamente emocional.

–¿Es complicada la convivencia entre el Jorge Javier Vázquez público y el privado?

–La televisión te permite mucho jugar y ser como no eres. Cuando acabo de trabajar vuelvo a casa y tan tranquilo. La televisión tiene un punto artístico y eso tiene que ver con la magia que supone representar ser alguien que no eres. Evidentemente, en un programa que dura tantísimas horas, expones mucho de ti, pero también te agarras a recursos que jamás utilizarías en tu vida. O al menos yo, porque en mi vida privada soy muy tímido.

–¿Tímido? Un tímido no cuenta lo que usted narra en el libro.

–Hay muchísima equivocación con el concepto de la intimidad y el pudor. Mi madre dice que mi libro es muy porno y que hay mucho sexo, pero a mí lo que me parece pornográfico son otras situaciones.

–¿Como qué?

–Me parece mucho más íntimo contar qué has cenado que acostarte con alguien. Me he acostado con mucha gente solo por educación. El sexo muchas veces es un acto animal y lo de cenar con alguien que estas conociendo me parece un acto de intimidad absoluta.

–¿Se siente invencible?

–No, no, no. La libertad me la da la estabilidad profesional, eso sí que me hace más libre. Afortunadamente, eso ya no me preocupa.

–¿Cuándo se dio cuenta de que no disfrutaba de la vida?

–El concepto de disfrutar de la vida cambia mucho según los años. Cuando era más joven me sentía muy desdichado porque no tenía novio y ahora lo del novio me parece una cosa secundaria. De joven, la palabra serenidad me producía urticaria y ahora me encanta vivir en paz. La vida es un continuo aprendizaje.

–¿Vive la vida que quiere vivir?

–Perdemos muchísimo tiempo imaginando otras vidas y eso nos lleva a no vivir y a no disfrutar lo que estamos viviendo. Estoy viviendo la vida que estoy viviendo y procuro no perder el tiempo imaginando otras vidas, porque eso no me conduce absolutamente a nada.

–Me llama la atención esta frase: “Ya no sé cómo soy de verdad”. Es muy dura.

–Sí, es que yo tengo un cacao ya... Mi community, que además es mi amigo, me dice que soy una de las personas más desequilibradas que conoce.

–¿Tantos caparazones se ha ido poniendo?

–Muchísimos. He presentado los programas más polémicos de este país y me he pertrechado bien para ir a la guerra porque si no moría. Y no quería. Eso me obligaba a ponerme corazas. Claro, luego te das cuenta de que es muy difícil quitártelas. Llega un momento en el que no siento y no me emociono como antes y eso es debido a las corazas que me he puesto para enfrentarme a la vida.

–Le cito: “Me siento admirado y odiado pero no querido” y “Tengo necesidad de querer y de que me quieran”. ¿Es una llamada de atención?

–No. Lo de querer es muy profundo. Con el libro me está pasando una cosa curiosa. Mi gente me está enviando mensajes preciosos que me dicen que no me confunda, que me quieren y me lo dicen de una manera tan sincera que ahora pienso que a lo mejor estaba equivocado.

–Habla con mucho cariño de Mila Ximénez, a la que describe como un puntal al que agarrarse, y de Paloma San Basilio, para usted, sinónimo de libertad.

–A Mila la consideraba mi pareja porque lo hacíamos todo menos el vivir juntos. Además, era el tipo de pareja que a mí me gustaba. Cada uno vivía en su casa, nos veíamos cuando nos teníamos que ver para charlar, para salir a cenar, para las vacaciones, para viajar... siempre estuvimos el uno para el otro. Y en cuanto a Paloma San Basilio, no entiendo por qué se habla de la mitomanía como algo negativo. Todo en exceso es tremendo, pero a mí me parece positivo admirar a alguien que te ayude a evadirte. Y a mí, en un momento en el que vivía una realidad complicada, encontrar a una mujer que me transportaba a otro mundo, me divertía y me entretenía. Me ayudó muchísimo.

–Pero el mejor parado de su relato es su ex pareja, P. ¡Qué generosidad la suya! ¿Necesitaba darle su lugar?

–No necesitaba darle su lugar porque él ya lo sabe perfectamente.

–Dice que ya está preparado para el adiós.

–He pensado en ello y viendo lo que sucede a mi alrededor sé que me puede pasar a mí. Uno siempre es prescindible.

–Tras el ictus y el fallecimiento de Mila, ¿lo importante es vivir?

–Lo fundamental es tener tiempo, pero me lo paso muy bien con mi trabajo. Sé que tengo que imponerme mis tiempos de descanso porque, si por mí fuera, estaría todo el día trabajando. Soy adicto al trabajo, pero todas las adicciones, como cuento en el libro, son malas. Ahora no le quiero exigir más a mi trabajo porque bastante me ha dado. He encontrado el sentido a conectar con uno mismo. Ahora desconecto y entro en unos estados mentales que me favorecen.