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Demografía

La población mundial llega a los ocho mil millones: ¿A cuánta gente puede dar de comer la Tierra?

Según las proyecciones de la ONU, el pico llegará en 2080, con 10.400 millones de personas, número que permanecerá estable hasta 2100 | Un tercio de todos los víveres que se producen acaba en la basura, a pesar de que unos 800 millones de personas pasan hambre

Una dieta rica en frutas y verduras ayuda a proteger las funciones cerebrales. Maira Villela

En algún momento de este martes, habrá 8.000 millones de personas en la Tierra. Es probable que el bebé que personalice este hito nazca en la India, que lidera la clasificación de alumbramientos al año, o en China, el país más poblado, o en Níger, cuya tasa de fertilidad es mayor que la de ningún otro lugar, pero en rigor la idea de que determinado niño, en determinado día, llevará a la población mundial a un determinado número supone una ficción. Resulta imposible calcular con exactitud cuánta gente hay en el planeta. Aun así, la ONU ha escogido el 15  de noviembre como su mejor estimación.

"Este un momento trascendental para la humanidad", dijo la semana pasada la directora ejecutiva del Fondo de Naciones Unidas para la Población (UNFPA, por sus siglas en inglés), Natalia Kanem, haciendo énfasis en el aumento de la esperanza de vida y la caída de la mortalidad. "Sin embargo, soy consciente de que no todos lo celebrarán. A muchos les preocupa la sobrepoblación. Quiero decir con rotundidad que el número de vidas humanas no es un motivo para tener miedo", añadió. 

Tiene razón. Al menos, en parte. Las emisiones globales de dióxido de carbono han marcado en 2022 un nuevo récord, según el informe de la plataforma ‘Global Carbon Project’ publicado el pasado viernes, en plena cumbre del clima. Pero esto no solo obedece al aumento demográfico. Los países con mayores tasas de fertilidad suelen ser los que tienen recursos más escasos y contaminan menos. El 10% de los seres humanos (el sector más rico) es responsable de cerca de la mitad de los gases de efecto invernadero. Así que el calentamiento global tiene mucho menos que ver con una mujer de Níger con siete hijos que con un español, por ejemplo, que disfruta de aire acondicionado, cena carne de res, coge el coche a menudo, viaja en avión y tiene una piscina en su jardín. 

Los límites del sistema alimentario

 Y sin embargo, hay un interrogante que permanece: ¿A cuánta gente puede dar de comer la Tierra? Ahora mismo hay comida de sobra para alimentar a 8.000 millones de seres humanos. Un tercio de todos los víveres que se producen acaba en la basura, a pesar de que unas 800 millones de personas pasan hambre, y este desperdicio supone casi el 10% de las emisiones de CO2 en todo el planeta. Así que la pregunta pertinente no es esa, sino cuánta gente puede vivir de forma sostenible en la Tierra. 

Las estimaciones varían muchísimo. Uno de los estudios más completos sobre este asunto, publicado hace un par de años por el Instituto Potsdam, en Alemania, concluyó que el sistema alimentario actual podría nutrir solo a 3.400 millones de personas sin dañar el planeta. Pero cambiando lo que se cultiva, y dónde, se elevaría la cantidad hasta los ocho mil millones. Si se reduce el consumo de carne y el desperdicio alimentario, se podría llegar hasta los 10.000 millones, más o menos el número de personas que habrá en la Tierra en 2080, según las proyecciones de la ONU. Pero aquí también los científicos hacen cálculos dispares. 

Por la senda bacteriana

El ser humano se ha multiplicado de forma muy rápida o muy lenta, según cómo se mire. Hace 10.000 años, había alrededor de cinco millones de personas en la Tierra. Durante la Primera Dinastía de Egipto, 5.000 años más tarde, unos 15 millones. Cuando nació Jesucristo, cerca de 200 millones. La población mundial alcanzó los 1.000 millones en torno al año 1800, y a partir de aquí comenzó el verdadero despegue: 3.000 millones en 1960, 6.000 millones en 1999, 7.000 millones en 2011 y 8.000 millones este martes.

Tratándose de un mamífero grande y de reproducción lenta, la evolución numérica del ser humano es por completo inusual. Según el biólogo estadounidense Edward O. Wilson, fallecido el año pasado, resulta más propia “de las bacterias que de los primates”. Las personas representan ya la tercera parte de la biomasa de todos los mamíferos terrestres. El ganado que criamos y sacrificamos, gran parte de los dos tercios restantes.

El papel de los anticonceptivos

Pero esta tendencia está a punto de cambiar. Lo que no está tan claro es cuándo. El crecimiento demográfico ha disminuido su ritmo en los últimos años, gracias al acceso a los métodos anticonceptivos, las mejoras educativas y la ampliación de los derechos de la mujer. Sin embargo, los demógrafos no se acaban de poner de acuerdo sobre en qué momento la multiplicación del ser humano llegará a su pico.

Todos los pronósticos coinciden en algo: el descomunal crecimiento de la población continuará en las próximas décadas, pero terminará a lo largo del siglo XXI. La mayoría de la población mundial vive en lugares donde la tasa de fertilidad ha caído por debajo de la fecundidad de reemplazo, que representa al número de hijos por mujer necesario para que la población de determinado territorio, sin contar las migraciones, no se encoja. La cifra suele situarse en 2,1. En España, por ejemplo, fue en 2020 de 1,19, una de las más bajas del mundo. 

Según las proyecciones de Naciones Unidas, el pico llegará en 2080, con 10.400 millones de personas, número que permanecerá estable hasta 2100. Un estudio publicado hace un par de años en ‘The Lancet’, en cambio, anticipa este desenlace y rebaja la cifra. La investigación, llevada a cabo por la Universidad de Washington, señala que el récord de población se alcanzará en 2064, con 9.700 millones, y a partir de ese momento descenderá hasta los 8.800 millones en 2100. 

La caída será especialmente drástica en España, continúa el trabajo. Al igual que en Japón, Portugal o Italia, el país perderá más de la mitad de su población, hasta quedarse en 23 millones de habitantes, cada vez más envejecidos. Lo cual, por otra parte, puede resultar beneficioso para el medioambiente, pero un desastre para las pensiones. 

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