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Cómo ser influencer: la generación Z sueña con convertirse en Dulceida

Las profesiones relacionadas con las TRIC arrasan entre Millenials y Generación Z deslumbradas por la fama, pero sin conocer qué se esconde detrás de estos éxitos y cómo se alcanzan

Dulceida, en un acto promocional. EFE / MARISCAL

Más de tres millones de seguidores en diferentes plataformas. Colecciones de ropa, maquillaje y accesorios. Decenas de campañas de publicidad a sus espaldas y hasta un festival o unos premios propios. En poco más de una década, Aida Domènech, conocida como Dulceida, ha generado su propio imperio gracias a ser una de las pioneras en la creación de contenidos en redes sociales. Ahora, en su documental recién estrenado y que está arrasando en reproducciones, trata de mostrar a la ‘chica normal de barrio’ que ha llegado a los front row de los diseñadores más cotizados en las pasarelas de Milán o París.

Todo ese glamour es el que deslumbra a millenials pero sobre todo a la generación Z, que siente predilección por las profesiones ligadas a las nuevas tecnologías y más concretamente a las redes sociales. Tiktoker, youtuber, gamer o instagramer entran entre las ambiciones de los nacidos de la mano del nuevo siglo. Pero ¿por qué tantos quieren ser influencers?

Para tratar de dar respuesta a esta pregunta, primero hay que entender qué es un influencer. En palabras de Juanjo Amorín, fundador y presidente ejecutivo de Edix -empresa encargada de formar en oficios digitales y tecnologías de alta demanda- “se trata de cualquier persona que con su opinión puede influir en la toma de decisiones de una o varias personas”.

“Si tú ves que una persona se hace millonaria como youtuber, va a provocar que miles de personas quieran ser como él”

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La diferencia del influencer de ahora con el de antes son las redes sociales. Las nuevas tecnologías han puesto de moda este concepto y han facilitado que muchos sean quién de ganarse la vida con ello. De hecho, vivir de las redes es ya una realidad que están provocando que cada vez sean más los que buscan hacerse un hueco en la profesión de moda. “Si tú ves que una persona se hace millonaria como youtuber, va a provocar que miles de personas quieran ser como él”.

Pero el dinero no es la única motivación. La popularidad y la visibilidad que se genera es otro de los grandes atractivos. Conseguir que millones de personas sigan y compartan su contenido les otorga un estatus social que muchos de ellos no tenían antes. Las fiestas, conocer a gente influyente o recibir obsequios de marcas conocidas son otros de los grandes incentivos.

“A lo mejor no le soluciona la vida para pagar una hipoteca, pero sí les coloca en una posición que les permite conocer a personas que a la larga le pueden proporcionar soluciones de empleabilidad”, sentencia el presidente ejecutivo de Edix.

Atendiendo a la definición de influencer y a las motivaciones que despiertan, llega el momento de preguntarse cuáles son los mecanismos para alcanzar el éxito en estos ámbitos.

Cuando se habla de un médico, un maestro o un empresario está claro que sin los estudios necesarios no podrá ejercer como tal, pero, en el caso de estos nuevos oficios parece que basta un teléfono móvil, un perfil en redes sociales y encontrar la temática adecuada -algoritmo mediante- para poner eso de creador de contenidos en el apartado “profesión”.

Pero de lo dicho al hecho va un trecho. Como aquellos que ansiaban ser actores, modelos o formar una boyband allá por los 90, no todos los que desean convertir las redes sociales en su profesión lo van a lograr. Lo que sí parece irremediable es que en 10 o 15 años la incorporación al mercado laboral irá ligada a profesiones que hoy quizá todavía ni se imaginan.

Un informe del Foro Económico Mundial predice que las máquinas harán más del 50% de toda la mano de obra mundial para 2025. Las empresas se batirán entonces por lograr dos tipos de perfiles: los creativos y aquellos que destaquen por su capacidad en la toma de decisiones novedosas y acertadas. Por tanto, habilidades como la resolución de problemas, la alfabetización digital y numérica, el pensamiento crítico y el trabajo en equipo se situarán entre las cualidades más valoradas por los departamentos de recursos humanos.

Pero, ¿cómo encaja el oficio de influencer, si es que puede considerarse ya como tal, en este nuevo contexto?

El éxito que acumulan algunos usuarios en las redes sociales ha generado un ‘efecto llamada’ “tanto al talento como a la mediocridad” que señala Juanjo Amorín.

“Esta profesión va a perdurar en el tiempo, pero en 5 años no será igual que ahora “

Juanjo Amorín - Fundador y presidente ejecutivo de Edix

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El desarrollo de las nuevas tecnologías ha facilitado el nacimiento de creadores de contenido que poco tienen que ver con las ‘buenas influencias’. Por ese motivo, para Amorín y otros expertos, la forma de filtrar y acabar con esos perfiles que inundan la red y, no siempre con contenidos apropiados, es obtener algún tipo de certificación que demuestre que esas personas disponen de las habilidades necesarias para desempeñar esta novedosa profesión.

Una forma de profesionalizarlo son las incipientes carreras que están surgiendo en algunas universidades, un impulso que anima a los jóvenes a adentrarse en este mundo sin perder de vista que “esta profesión va a perdurar en el tiempo, pero dentro de 5 años no va a ser lo mismo que hoy”.

No es país para viejos, ¿o sí? 

Parafraseando a unos iconos de la cultura pop de los 90 a modo de crossover intergeneracional, una conversación entre Homer Simpson y su padre en el capítulo “Homerpalooza” dejaba claro qué era eso de estar en la onda, que la onda cambie y pase a resultarte extraña, aunque te hubieses prometido que eso no te ocurriría.

Algo así sucede en lo relacionado a las TRIC y no solo en el ámbito personal, sino también en el profesional.

¿Son entonces las redes sociales y el resto de nuevas profesiones terreno también para la generación X o incluso para los Baby boomers?

"Sí hay espacio para cualquiera que tenga esa capacidad de generar, con sus opiniones, algún tipo de efecto en aquellos que le escuchen”

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Una pregunta para la que el fundador de Edix tiene una respuesta muy clara. “Influencers hay desde que existe el comercio en la época de los egipcios, de modo que sí hay espacio para cualquiera que tenga esa capacidad de generar, con sus opiniones, algún tipo de efecto en aquellos que le escuchen”. Y eso implica a los más veteranos, pero también a los menores.

Solo hace falta echar un vistazo a los últimos éxitos de plataformas como TikTok o Instagram para comprobar que sus protagonistas son cada vez más jóvenes. Acumulan millones de seguidores en cuestión de meses, se convierten en la imagen de grandes firmas y conectan con otros jóvenes de su edad que sueñan con llegar ahí. 

Según los datos del informe de Unicef “Impacto de la tecnología en la adolescencia”, en Galicia, el 98% de los jóvenes tiene una red social y más del 80%, tres o más perfiles.

“Una ley de regulación de influencers” es la clave que encuentra Juanjo Amorín para garantizar la seguridad de esos perfiles más desprotegidos. Para él, aquello que no está regulado puede tener un impacto muy dañino en esos colectivos.

Mientras todos estos debates encuentran o no la forma de materializarse, de lo que no cabe duda es de que las redes seguirán profesionalizándose, con audiencias cada vez más involucradas en apoyar a los creadores, mejores contenidos y de mayor calidad y con más marcas que confíen en esta industria.

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