Cerca de 400 expertos de diferentes disciplinas de más de 100 países del mundo advierten de que, pese a que algunos gobiernos han pasado página de la pandemia, siguen siendo necesarios esfuerzos y recursos específicos para salvar vidas del COVID-19. En un estudio publicado ayer en la revista “Nature”, estos especialistas desarrollan 57 recomendaciones dirigidas a gobiernos, sistemas de salud, industrias y actores claves para acabar con el COVID-19 como amenaza para la salud pública.

Entre todas las recomendaciones destacan tres. La primera, adoptar un enfoque “de toda la sociedad” que implique a múltiples disciplinas, sectores y actores para evitar la fragmentación de los esfuerzos. La segunda, acciones de “todo el gobierno” (por ejemplo, la coordinación entre ministerios” para identificar y abordar la resiliencia de los sistemas de salud y hacerlos más sensibles a las necesidades de las personas. La tercera, mantener una estrategia “vacunas plus”, que combine la vacunación contra el COVID-19 con otras medidas de apoyo económico, prevención y tratamientos.

Más de 180 organizaciones de 72 países ya han respaldado las conclusiones de este estudio, liderado por el Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGlobal), centro impulsado por la Fundación La Caixa. Lo que hace “único” a este trabajo es precisamente este gran número de expertos consultados y la amplia representación geográfica.

Hasta octubre de 2022, se han registrado más de 630 millones de casos de COVID y más de 6,5 millones de muertes (aunque el número real de muertes se ha estimado en más de 20 millones). Además, millones de pacientes con cáncer y enfermedades crónicas han sufrido peligrosos retrasos en la atención médica, y el COVID persistente (o long covid, en la literatura científica inglesa) sigue sin tratamiento definitivo, lo que supone una amenaza constante para los supervivientes. Por otra parte, el virus también sigue acumulando mutaciones que pueden mejorar su capacidad para evadir la inmunidad previa. Por ello, el COVID-19 continúa siendo una peligrosa amenaza de salud global.

Respuestas “diferentes”

“Cada país ha respondido de forma diferente, y a menudo inadecuada, lo que se debe en parte a una considerable falta de coordinación y de objetivos claros”, afirma Jeffrey V. Lazarus, jefe del grupo de investigación en Sistemas de Salud y codirector del Programa de Infecciones Víricas y Bacterianas de ISGlobal.

Para llegar a un consenso global sobre cómo abordar estas cuestiones en el futuro, Lazarus y sus colegas llevaron a cabo un estudio Delphi (una metodología de investigación bien establecida que incita a los expertos a obtener un consenso sobre respuestas a preguntas de investigación complejas). Un panel multidisciplinar de 386 personas expertas de diferentes ámbitos participó en tres rondas de consultas estructuradas. El resultado es un conjunto de 41 declaraciones y 57 recomendaciones en seis áreas principales: comunicación, sistemas de salud, vacunación, prevención, tratamiento y atención, y desigualdades.

Los expertos también dieron prioridad a recomendaciones para desarrollar tecnologías (vacunas, terapias y servicios) que puedan llegar a las poblaciones diana. Otras recomendaciones que alcanzaron un acuerdo del 99% o más fueron: comunicar de manera eficaz con el público, recuperar la confianza pública y fomentar la participación de las comunidades en la gestión de la respuesta a la pandemia.

“En la medida de lo posible, nuestros resultados hacen hincapié en recomendaciones de políticas sanitarias y sociales que pueden implementarse en meses, no en años, para ayudar a poner fin a esta amenaza para la salud pública”, afirma Quique Bassat, profesor ICREA en ISGlobal, coautor del estudio y miembro de la Universidad de Barcelona.

Ventilación y vigilancia de variantes

El coronavirus SARS-CoV-2 “todavía está presente entre nosotros” y “las vacunas son una herramienta efectiva contra el COVID-19, pero por sí solas no terminarán con el COVID-19 como amenaza a la salud pública”. Estas afirmaciones, extraídas del documento de consenso publicado en “Nature”, contradicen la posición de la ministra de Sanidad, Carolina Darias, quien la semana pasada insistió en que “el objetivo ahora es vacunar, vacunar y volver a vacunar”. En el estudio se propone ir más allá con “intervenciones estructurales, como ventilación y filtración de aire”, para reducir la transmisión de este virus de transmisión aérea. Uno de los autores, el experto en aerosoles español José Luis Jiménez, profesor de Química en la Universidad de Colorado en Boulder (EE UU), valoró ayer el consenso sobre la transmisión aérea como vía de contagio dominante de este virus, y lamentó que se dé “falsa información”, como cuando el Ministerio de Sanidad insiste en la importancia de lavarse las manos para prevenir el COVID. Además, los científicos remarcan que las políticas de salud pública “deberían tener más en cuenta el impacto potencial a largo plazo de la propagación desenfrenada de COVID-19, dadas las incertidumbres actuales sobre la prevalencia, gravedad y duración de la morbilidad post-COVID”, algo que cuestiona la actual “gripalización” del virus. También se incide en la “vigilancia virológica extensiva” para detectar nuevas variantes de preocupación del virus, cuando la cantidad de muestras secuenciadas en España es actualmente de las más bajas de toda la pandemia. En definitiva, los 386 expertos de 112 países coinciden en que se puede hacer mucho más para que el SARS-CoV-2 deje de ser una amenaza para la salud pública.

Contribución gallega

En el panel de expertos del documento de consenso sobre el COVID-19 publicado en “Nature” hay investigadores gallegos, como la neurocientífica lucense Sonia Villapol, profesora e investigadora del Instituto de Investigación del Hospital Metodista de Houston (EE UU), y Alberto L. García-Basteiro, profesor asociado de investigación en el Instituto de Salud Global de Barcelona. Entre los autores del resto de España destacan el citado Quique Bassat y su compañero en el ISGlobal de Barcelona, Rafael Vilasanjuan, además del epidemiólogo José María Martín Moreno (Universidad de Valencia); y la microbióloga Carmen Muñoz Almagro (Hospital Sant Joan de Déu Barcelona).