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Otra polémica estéril sobre la vacuna

Expertos recuerdan que nunca se demostró que atajaban los contagios

Investigadores de BioNTech.

Las palabras de una ejecutiva de Pfizer, diciendo que no probaron si las vacunas anti-COVID detenían la transmisión –si eran esterilizantes–, han sido aprovechadas por los detractores de la vacunación. Los expertos recuerdan que el objetivo de las vacunas es frenar la hospitalización y las muertes, y aunque desde la farmacéutica se dio a entender que la vacuna podía atajar los contagios, es algo que no se había demostrado y que los científicos no asumieron. Además, con la variante ómicron las vacunas frenan aún menos la transmisión.

Durante la comparecencia de Pfizer ante el Parlamento Europeo el pasado lunes, la ejecutiva de la compañía Janine Small respondió con un “no” a la pregunta de si “se probó si la vacuna de Pfizer detenía la transmisión del virus (SARS-CoV-2) antes de salir al mercado”. El eurodiputado conservador Robert Roos denunció este hecho y señaló que esto significa que el pasaporte COVID ha estado basado en una “mentira”.

Desde el mismo momento en que afloraron los datos de la vacuna de ARN mensajero de Pfizer-BioNTech, fue una incógnita en qué medida podía frenar la transmisión. Así lo apuntó en su momento –noviembre de 2020– a FARO Federico Martinón, jefe de pediatría del Hospital de Santiago y uno de los mayores expertos en vacunas de España. Sin embargo, caló la idea –propagada en redes sociales– de que eran totalmente esterilizantes. Ese falso argumento se utilizó para exigir la retirada de otras medidas, como las mascarillas, los aforos o la ventilación.

La catedrática de Inmunología África González-Fernández (CINBIO, Universidad de Vigo) señala al Science Media Center que “la mayoría de las vacunas no evitan la transmisión del patógeno frente al cual se quiere actuar; lo que hacen es proteger de la infección grave. No son ‘esterilizantes’”, recuerda. La inmunóloga explica que los ensayos para comprobar si una vacuna evita la transmisión de un patógeno “son muy complejos, sobre todo, en la situación de la pandemia”. Añade que “la urgencia era actuar para inducir buena respuesta inmunitaria que permitiera parar la masacre de la pandemia en relación con fallecimientos, enfermos graves en uci y hospitalizaciones”.

González señala que “debemos congratularnos” por la eficacia (90%) de las vacunas y su seguridad, pese a que son “levemente eficaces para evitar la transmisión del virus”.

José Gómez Rial, inmunólogo del Hospital Clínico Universitario de Santiago, subraya que “con las vacunas se ha mezclado ciencia y política de una forma que ha hecho perder la confianza en una herramienta que se estima que ha salvado más de 20 millones de vidas durante esta pandemia”. En declaraciones al Science Media Center, Gómez Rial recalca que el objetivo de toda vacuna es evitar la muerte, la hospitalización y la enfermedad grave, nunca evitar el contagio. “Es cierto que desde ciertas instancias de la compañía farmacéutica se atribuyeron a la vacuna capacidades que no se habían demostrado y para las cuales los ensayos clínicos no habían sido diseñados. En una palabra, se ‘vendió’ la vacuna muy por encima de sus posibilidades (y de las posibilidades de todas las vacunas existentes). Esto hizo un daño tremendo a la vacuna y a la ciencia en general”, opina el experto.

José Alcamí, virólogo del Instituto de Salud Carlos III, dijo al Science Media Center que estudios en Reino Unido y EE UU mostraron que las vacunas, incluida la de Pfizer, tenían un alto grado de protección frente a la infección, lo que indica que bloqueaban la transmisión. Sin embargo, estos estudios “se refieren a la era preómicron, con las variantes D614G, alfa y delta. No son extrapolables a ómicron, frente al cual la protección disminuye al escapar parcialmente a la respuesta inmune y donde se ha demostrado que la vacunación con dos dosis protege mucho menos frente a enfermedad y también frente a la transmisión”, aclara el virólogo.

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