La Audiencia de Barcelona ha juzgado este martes a dos policías nacionales que fueron destinados a Cataluña para impedir el 1-O, por pegar en un ascensor de la Jefatura Superior de Policía, que no tiene cámaras, a un joven al que detuvieron cuando regresaba de una manifestación "antisistema".

En el banquillo de la sección sexta de la Audiencia de Barcelona se han sentado este martes los dos policías nacionales, así como el joven detenido, que está acusado de un delito de atentado a la autoridad porque, según mantienen los agentes, dio un manotazo a uno de ellos cuando le pidieron que se identificara.

En este caso de denuncias cruzadas, la Fiscalía solo acusa al manifestante, para quien pide dos años de cárcel por un delito de atentado a la autoridad -y, alternativamente, seis meses por resistencia-, al no dar credibilidad a la denuncia que el joven presentó contra los policías, porque lo hizo mes y medio después del suceso.

Pide 4 años de cárcel

Por su parte, la acusación particular ejercida por el detenido, Roger, pide cuatro años de cárcel y cinco de inhabilitación para los dos policías, a quienes acusa de un delito contra la integridad moral.

Los hechos juzgados hoy ocurrieron el 11 de noviembre de 2017, cuando el joven, que tenía 21 años, subía por la Via Laietana de Barcelona por la acera de enfrente de la Jefatura Superior de Policía, que estaba fuertemente custodiada dado que habían transcurrido apenas semanas desde las cargas del 1-O.

Roger regresaba con un grupo de amigos de una manifestación "antifascista" -en protesta por el enjuiciamiento de un grupo de jóvenes antisistema- que instantes antes habían desfilado por delante de la Jefatura Superior de Policía, donde, ha reconocido uno de sus acompañantes, se habían coreado los habituales cánticos e "imprecaciones" contra la Policía Nacional.

A partir de ahí, difiere el relato de hechos de ambas partes: Roger y sus amigos mantienen que varios policías que custodiaban la entrada a Jefatura cruzaron la acera y, sin más, apartaron al acusado del grupo, lo detuvieron y lo introdujeron en las dependencias policiales.

Lugar sin cámaras

Según Roger, una vez dentro de Jefatura uno de los agentes empezó a golpearle, pero, al avisarle el otro de que en ese lugar había cámaras, lo metieron en el ascensor del edificio, adonde entraron otros tres policías que, "durante unos segundos", le estuvieron dando patadas, empujones y una bofetada.

Tras ese episodio, ha explicado Roger, fue trasladado a la comisaría de la Verneda para formalizar su detención y, en el camino, ha admitido que pidió "perdón" a los policías, porque, ha explicado, tenía miedo y quería que la situación acabase cuanto antes.

A las dos horas de salir de la comisaría, acudió a su centro médico de referencia en Premià de Mar (Barcelona), donde emitieron un parte de lesiones que acredita que presentaba contusiones en un tobillo y un eritema en el rostro, herida que es la que suelen causar la bofetadas, según ha ratificado en el juicio la médica que lo atendió.

La versión de los policías investigados es que Roger empezó a increparles desde la acera de enfrente de Jefatura, llamándoles "maricones" y con la amenaza de que los iba a "matar", por lo que varios policías se acercaron a él para identificarlo.

No obstante, han añadido, el joven empezó a hacer aspavientos con las manos mientras se negaba repetidamente a mostrar su carné y dio un "manotazo" a uno de los policías cuando le indicaron que debía entrar en la comisaría para ser identificado.

Los policías han negado que pusieran la mano encima a Roger -"yo no permitiría eso"- y han insistido en que lo inmovilizaron siguiendo el "protocolo" establecido para estos casos.