“Como gremio, los profesores tenemos mala prensa, pero creo que los niños también están sufriendo ataques. Parece que los menores en esta sociedad, molestan”, reflexiona Miguel López, más conocido como “El Hematocrítico” y que, además de famoso por sus blogs y libros, es maestro de Infantil y Primaria con una experiencia de dos décadas. Tirando de recortes de prensa sobre la “niñofobia” que se extiende por España (más hoteles solo para adultos o restricciones en restaurantes para los menores de edad), el docente se plantea: “¿Y cuándo hay algún adulto que te molesta en un restaurante o en el tren, qué pasa?”. Y llevándolo a las aulas, explica: “Como docentes debemos desprendernos de una visión adultocéntrica de la vida; dejar de creer que los niños van a ser nuestros sucesores y que son (solo) un proyecto de adulto”. “Los niños tienen que ser el centro del aula y son quienes tienen que hablar en la escuela”, defendió en una de las conferencias de la última jornada del VI Foro de Educación. “El error”, reflexionó, “es no pensar en ellos como personas completas”. “Cuando están en Educación Infantil, nos agobiamos con que aprendan a leer, con que llega la siguiente etapa, luego en Primaria… hay que dar caña por los exámenes de tercero”, ejemplificó. Una dinámica de acelerar procesos en cuya crítica coincidió con el pedagogo Manu Velasco. Muy activo en redes, sobre todo por su perfil de Twitter y autor de más de 30 libros de literatura infantil y humor, “El Hematocrítico” abordó la conferencia “Escúchalos”, con las banderas del humor y la empatía como claves intergeneracionales. Su relato cuajó entre los asistentes, que asintieron en numerosas ocasiones desde sus asientos. Una de ellas, en la constatación de que cada vez más evaluaciones y farragoso programas a nivel curricular que los docentes rellenan, restan horas de atención a los alumnos y a su propio tiempo de ocio. Un nuevo paradigma de profesor, defiende, se hace necesario. “Creo que debes ser una persona cercana, a la que recurran para contarte cosas”, ejemplificó. En su caso, a Miguel López le salió de modo natural. Quizás, porque no ha olvidado aquel niño que un día fue. “Me identifico más con los niños que con los adultos. Me gusta escucharles porque siento mucha empatía con ellos”, aseguró. “Recuerdo a los profes que me trataban muy bien y a los que me trataban mal; un día que pasó cosa divertida en clase y algo muy vergonzoso. No recuerdo, por ejemplo, todas las mañas de largas listas de multiplicar”, ejemplificó. “El niño tiene derecho al tiempo libre, al esparcimiento; lo dice Unicef. Si tienen que pasar 6 horas al día en el aula, les queda un tiempo pequeño para jugar, para descubrir quienes son, sus aficiones, qué les gusta…”, defendió también en oposición a la caricatura del estudiante cuyo horario abarrotan las actividades extraescolares y las idas y venidas a todo tipo de deportes, como el protagonista de una sus historias, Max Burbuja. Al final, como regalo de cumpleaños, este personaje pide “que le dejen en paz”. “Tengo la impresión de que los adultos despreciamos el ocio de los niños porque la sociedad ve mal el tiempo libre. Nos cargamos con este ritmo de cuadros Excell y tareas y les enseñamos que no pueden perder el tiempo”, prosiguió. “Aún encima, sus padres le hablan en el parque en inglés... o le ponen idiomas en los dibujos”, retrató para pedir también menos prisas en la carrera educativa. Cuando esa rueda se para, llega el “me aburro”. “¿Qué mejor tarea de emprendimiento que pensar qué hacer una tarde de lluvia”, planteó Miguel López. Tras la charla, hubo tiempo para las intervenciones de los asistentes y el intercambio de ideas. Los padres como parte de ese rompecabezas educativo también salieron a colación. “Si hacemos una escuela de padres que es incompatible con el horario laboral, no funcionará”, aseguró Miguel López tras hablar sobre diferentes temáticas con madres y maestras asistentes. También abordó la necesidad de los padres de escuchar a los docentes, con los que muchas veces solo comparten las calificaciones. “Habría que buscar tiempo cada trimestre para hablar de esa persona que tenemos en común, que son sus hijos”. “Los niños protestan por falta de tiempo, los padres por exceso de deberes y los profesores por carga de trabajo, ¿es que nadie está a gusto?”, atajó.