En España, 2022 podría calificarse como el año de las sectas. Desde el 1 de enero se han registrado varios incidentes protagonizados por “comunidades cerradas, que promueven o aparentan promover fines de carácter espiritual, en las que los maestros ejercen un poder absoluto sobre los adeptos”, que es como las define la RAE.

El pasado mes de abril cayó la secta de La Chaparra, hermandad destructiva radicada en Castellón. Su líder, conocido como Tío Toni, extorsionaba, abusaba y explotaba a sus adeptos afirmando que él era un enviado de Dios. Tío Toni (de nombre Antonio G. L.) fue detenido en una operación especial de la Policía Nacional y fue hallado muerto en su celda a mediados de mayo.

Ese mismo mes de mayo, un niño de 3 años moría tras beber agua oxigenada en una nave industrial de Corella (Navarra). Allí estaba afincada la secta de Las 12 Tribus, un grupo religioso que lleva radicado en Francia desde los 90 y que ha incrementado su número de adeptos en nuestro país en los últimos dos años.

Poco antes, durante el mes de marzo, la Policía Nacional desmantelaba una secta de nuevo cuño y sin motivaciones religiosas. Se trata de IM Mastery Academy. Una secta disfrazada de academia de inversión que enseñaba presuntamente a sus afiliados a operar con criptomonedas, pero que acabó arruinando a la gran mayoría de las víctimas que se unieron.

¿Criptomonedas? Sí, porque las sectas han mutado. Han cambiado su fisonomía, su mensaje y hasta la forma de captar a nuevas víctimas. “El estereotipo de gurú religioso con barba larga que va vestido de blanco y da mensajes sobre Dios ha cambiado sustancialmente. Ahora hablamos de organizaciones horizontales en las que hay políticos, académicos o empresas”, cuenta Miguel Perlado, psicólogo clínico especializado en sectas y autor de numerosos trabajos sobre el tema.

Tras la pandemia, se ha producido un repunte de este tipo de grupos conocidos por los expertos como cazadores de mentes. Colectivos con estructura piramidal que captan a incautos en momentos de debilidad para aprovecharse de ellos hasta las últimas consecuencias.

“Cada vez es más difícil identificarlas. No hay un registro de sectas en nuestro país desde los años 80. Y ahora, con las redes sociales, cualquier grupo de seis o siete personas con una cuenta en Telegram, por poner un ejemplo, ya tiene una plataforma para difundir sus mensajes de proselitismo y sus rituales”, explican desde RedUne, asociación española que lleva casi 25 años dedicándose a la prevención de redes sectarias.

Es una de las características de la mutación de estos grupos o grupúsculos: se valen de las redes para poder llegar al máximo número posible de miembros potenciales. Y como cada vez es más difícil enredar a alguien con promesas de salvación de la vida eterna o de castigos divinos, los captadores se apoyan en nuevas tendencias como la autoayuda, las pseudoterapias, la vuelta a la vida natural o incluso ganar dinero (las criptomonedas) como señuelo.

“Vivimos en la era digital, por lo que la actividad laboral, personal y social cada vez se desarrolla más de forma virtual”, confirman los especialistas en sectas destructivas de la Policía Nacional.

“Son multinacionales de la salvación”, sentencia el profesor Miguel Perlado, que calcula que “el 0,911% de la población española está o ha estado afectada por contacto con sectas en algún momento de su vida”. Respecto al número de estas asociaciones en España, hay cierto consenso al hablar de entre 250 o 300 grupos reconocidos. Pero todas las fuentes coinciden en que “al no haber un censo oficial, es casi imposible definir ese número. Ahora nos perderíamos”, tal y como explican desde RedUne.

“Dependiendo del experto al que se consulte, las cifras variarán, porque van a aplicar criterios distintos. Esto, sumado al carácter camaleónico de estos movimientos, que tratan de ocultar su verdadera finalidad en actividades de todo tipo como yoga, artes marciales, bienestar, crecimiento personal o esoterismo, les permite funcionar en grupos privados, muy reducidos y en la intimidad de los mismos. Es muy difícil poder llegar a conocer de su existencia y hablar de cifras reales” explican los expertos de Policía Nacional.

“Actualmente, en un momento de gran incertidumbre, pesimismo e incluso miedo, la ciudadanía puede ser más permeable y vulnerable a mensajes de salvación, crecimiento personal, autoayuda... Metemos a las sectas en nuestra casa a través de internet”, prosiguen.

Ola pospandemia

Coinciden los expertos en que la pandemia ha supuesto un antes y un después. El confinamiento y las restricciones han llevado a mucha gente a buscar nuevos entornos de vida. El abandono de la ciudad para buscar el retiro en parajes rurales y apartados de la sociedad han facilitado el incremento de gurús y entidades que proponen retiros espirituales y planteamientos más próximos a la naturaleza. “Estas nuevas sectas están volcadas en el ámbito parasanitario, de los sanadores y las pseudoterapias. Van derivando hacia un discurso más verde, por decirlo de algún modo. Están más orientados a entornos naturales y esto se ha visto reforzado por el encierro de la pandemia”, afirma Miguel Perlado.

A pesar de su lavado de cara, ¿son peligrosas estas sectas? Estima el profesor Miguel Perlado que “al menos un 70% de las sectas identificadas en España tienen comportamientos de riesgo físico y psíquico elevado”. En un porcentaje alto los líderes “se aprovechan de la vulnerabilidad, dilapidan fortunas. Se producen abusos sexuales y una parte importante de las víctimas son niños; la infancia está desprotegida. Pero con que ejerzan una presión coercitiva con una actitud de dominio y limiten las libertades ya son peligrosas”, agregan desde RedUne.

“Ejercen aislamiento, control de la información, de la alimentación, del sueño... También, a menudo, [los adeptos] son sometidos a una continua actividad sin tiempo libre. Este debilitamiento físico les va a llevar a un debilitamiento psicológico con la consiguiente pérdida del sentido crítico, haciéndolos vulnerables al empleo de técnicas de persuasión de tipo emocional”, resumen desde el grupo de expertos de la Policía Nacional.