Calentar una casa que siempre está a 10 grados (aunque fuera haya -10) requiere poca energía. Y si siempre está en torno a esos 10 grados, esa vivienda no necesitará sistemas de refrigeración aunque en el exterior haya altas temperaturas.

En tiempos de ahorro energético, las pallozas se presentan como construcciones adelantadas para su tiempo desde el punto de vista energético, puesto que su arquitectura las convertía en edificaciones con una demanda calorífica baja.

A todo esto hay que añadir que el calor en las pallozas --construcciones prerrománicas típicas de la sierra de Os Ancares-- lo generaba, en buena medida, el ganado que convivía con la familia en una misma estancia en la que también se encontraba la cocina. El resultado: minimización del consumo y de las emisiones.

"El éxito bioclimático de las pallozas se basa en la inercia térmica que aportan sus muros de piedra. Esta cualidad de los materiales constructivos favorece que los cambios de temperatura de las paredes sean tan largos que prácticamente no se producen en su interior. Hace que se comporten como cuevas fresquitas!", explica el pontevedrés Denis Calle, del estudio FIC arquitectos.

Con estrategias que hoy podrían denominarse bioclimáticas, las pallozas se sitúan en un plano similar, salvando las distancias, al de las 'passive house', como así lo abordan varios estudios.

La forma circular les confiere compactación, y además están parcialmente embebidas en el terreno, lo que ayuda a incrementar el efecto cueva. Asimismo, la altura de los muros tiende a ser pequeño para que haya menos pérdida térmica.

Buen comportamiento térmico

Es el caso de la tesis de doctoramiento de Diego Quiñoy, investigador de Energylab, quien, bajo el título 'Adecuación energética de la tipología edificatoria vernácula más representativa de Galicia', analizó las pallozas y concluyó que muestran un "buen comportamiento térmico".

Quiñoy reivindica esta construcción prerrománica como construcción bioclimática debido al comportamiento térmico de la paja como aislante, de 70 centímetros hasta casi un metro de espesor, y la inercia térmica aportada por el espesor de los muros de piedra, de un metro de ancho, ya que "regulan perfectamente la temperatura en el interior de la palloza".

"Todo eso implica que tenga una baja demanda energética para satisfacer las condiciones de confort y, por lo tanto, que genere menos emisiones de CO2 al introducirse sistemas de climatización", destaca.

Mucho después de que se construyesen las primeras pallozas, a mediados de siglo XIX, se generalizó el uso de instalaciones de climatización para acondicionar los espacios, "con lo que un arquitecto podría diseñar un edificio sin interrelacionarse con el medio y por lo tanto sin tener en cuenta los aprendizajes de la arquitectura vernácula", reflexiona Quiñoy.

Sin embargo, llama la atención acerca de la relevancia de fijarse en ejemplos como el de las pallozas, sobre todo ahora que ha vuelto "esa necesidad de reducir el consumo energético", por la dependencia europea.

"Es necesario que la energía que implementamos en los edificios se minimice y eso pasa por no utilizar la que no necesitemos", subraya. Para ello, hay que "pensar los edificios desde el origen para que consuman lo menos posible".

Bajo impacto ambiental

Junto a los muros, la capa de medio metro de espesor de paja de la techumbre de las pallozas es la que permite mantener constante la temperatura de la vivienda, explica Quiñoy. Y está hecha a partir de recursos naturales al alcance, "soluciones con un bajo impacto ambiental", esto es, materiales autóctonos --normalmente centeno--.

"La arquitectura tradicional local siempre o casi siempre ha sido sostenible por pura necesidad: sostenibilidad supone menor consumo de energía, y menor energía supone menor coste. La arquitectura tradicional y local suele tener pocos recursos económicos, por lo que echa mano de lo que tiene cerca y por tanto es sostenible", explica Denis Calle.

El principio de "acumular burbujitas" de los techos de las pallozas lo utilizan "muchos de los aislantes que se utilizan en construcciones modernas", señala Quiñoy. Además de la marca distintiva de estas viviendas, estos tejados de paja son también su principal punto débil, debido a la inflamabilidad.

Reinterpretar las pallozas

Por su parte, el arquitecto técnico Pablo Fernández Ans ha publicado un estudio sobre la 'Evolución del comportamiento térmico en viviendas tradicionales de piedra y cubierta de paja. Puesta en valor de un modelo sostenible en el noroeste de España', en el que sostiene que la palloza "sale bien parada" de la comparativa con casas rurales posteriores.

A su juicio, son un elemento de patrimonio etnográfico "que hay que saber cómo funciona, sus limitaciones y sus ventajas". "Hace años funcionaban y ahora tenemos otros estándares y hay que reinterpretarlas", determina.

Así, aboga por "mantenerlas como elemento etnográfico y luego reinterpretarlas" mediante la introducción de más aislamientos y protección contra el fuego.

De las pallozas "se puede aprender en cuanto al uso de materiales del entorno", resalta, y también por el hecho de que su arquitectura "maximiza" resultados a través de los "mínimos recursos".

Uno de los principios de la vivienda sostenible es que las formas circulares "funcionan mejor para guardar el calor", por eso es "bueno" para sitios fríos como la sierra de Os Ancares.

Su investigación, todavía en marcha y que cuenta con la primera termografía realizada en una palloza, consistió en una modelización con un programa informático que comparaba el comportamiento de una palloza con el de una vivienda normal de baja calidad.

Comprobó así que "no funciona tan mal", siendo una construcción primitiva, "casi como una cueva", que solo usa muros de piedra, madera para estructurar, techo de paja y suelo o de pizarra o de tierra. No quiere decir, eso sí, según advierte, que esta sea la vivienda "perfecta para habitar". Habría que "reinterpretarlas".