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Elsa Campa | Primera monja a la que el Vaticano designa consultora de los Institutos de Vida Consagrada

“Los hombres ocupan muchos cargos en la Iglesia, y no tiene por qué ser así”

“Con la pandemia muchos conventos perdieron el trabajo del que vivían y hay comunidades muy necesitadas”

Elsa Campa. | // IRMA COLLÍN

Elsa Campa no se hacía a la idea de que ella, que había nacido en Besullo, en Cangas de Narcea, un pueblecito asturiano rodeado de montañas, hubiera sido llamada a pasar su vida encerrada en un monasterio de clausura, pero así era. Ingresó en el Carmelo de Oviedo en julio de 1982, así que ya va para 40 años compaginando su vocación contemplativa con las responsabilidades que le han ido cayendo del cielo. La última se la asignó el Papa Francisco en enero de 2021, cuando la nombró consultora del Dicasterio para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica.

Elsa Campa es además la presidenta de la Federación de Monasterios de Carmelitas Descalzas de Castilla, que abarca nada menos que las dos castillas, Asturias, Galicia y Madrid y la priora de dos monasterios federados. Uno es nada menos que el de Alba de Tormes, en Salamanca, fundado en 1571 por Santa Teresa de Jesús, donde vivió los últimos años y donde se venera su cuerpo incorrupto; el otro el de Villagarcía de Campos, en Valladolid, así que de uno en otro y de regreso a Oviedo, la que considera su casa, pasa la vida entre la carretera y la oración.

–¿Fue de vocación temprana?

–Empecé a sentirla con 19 años. Yo trabajaba en el hospital Monte Naranco, en Oviedo, que por entonces era de tuberculosis. Estuve un tiempo con las hermanas franciscanas y después, en los años 80, entré a trabajar en el colegio de Latores, saqué las oposiciones y estuve dos años allí. Un sacerdote de la iglesia de San Isidoro fue el primero que me habló de las Carmelitas, al contarle yo lo que sentía. Conocía la obra de Santa Teresa y empecé a hablar con la priora. Entonces el convento tenía rejas y yo pensaba: “Señor, no me puedes pedir que me encierre aquí, yo vengo de un pueblo, de recorrer las montañas allá en Besullo”, pero lo que es la llamada, la vocación... El Señor fue trabajando por dentro y meses después volví a contactar con las hermanas, cuando terminé el contrato que tenía con el colegio en el que trabajaba ingresé en el convento. Acabo de cumplir 40 años.

–¿Cuál es el carisma de las carmelitas?

–Nos conocen como monjas de clausura, pero lo que más nos identifica es la vida contemplativa. Somos comunidades pequeñas, de familia, de vida fraterna fuerte, y lo que nos caracteriza es la oración, el silencio, la soledad. Santa Teresa había entrado en el siglo XVI en conventos de 180 o 200 monjas, y tuvo esa inspiración del espíritu de hacer comunidades más pequeñas, donde todas han de ser amigas, todas se han de querer y ayudar. Nuestros conventos no pueden ser de más de 21 monjas, para que podamos conocernos y mantener esa relación fraternal, aunque ahora en pocos somos tantas. Aquí somos 16 y yo la única asturiana. No tenemos un trabajo al exterior, pero cada comunidad tiene un modo de vida. Nosotras, una pequeña repostería desde hace más de cuarenta años.

–Ahora usted vive entre Oviedo y Alba de Tormes.

–Nuestros monasterios están federados y nosotras pertenecemos a la federación de Castilla, somos 16 monasterios, con las dos Castillas, Galicia, Asturias y Madrid. Yo he sido consejera de la federación en distintas ocasiones y desde hace cuatro años soy la presidenta. Ahora existe la posibilidad de que monasterios que están más escasos de personal se afilien a otro monasterio más grande. Hay dos monasterios, el de Alba de Tormes y el de Villagarcía de Campos que se afiliaron a la federación. Yo en Alba, una comunidad con muchísimas implicaciones y por la que pasa mucha gente, paso una parte del mes.

–Entre tantas idas y venidas y tanta responsabilidad, ¿le queda tiempo para el silencio y la contemplación?

–Lo intento, sí, claro, porque eso es el fundamento de la vida. Esos nombramientos, gracias a Dios, son temporales, un día se acaban y luego uno vuelve a la vida normal. Quitando esos cargos, mi vida es la normal en el monasterio: asisto a todos los actos de comunidad, tengo mi oficio y hago la cocina el día que me toca, como una más. Haces de priora, tres años, y pasas a ser una hermana más, con el oficio que te corresponda, sencillo, como es nuestra vida. El mío es la provisoría, soy la que cuida los alimentos, la que decide qué vamos a comer al día siguiente, cuida la fruta, de que haya pan...

–Y hace un año le llega la designación del Papa como consultora del Dicasterio para los Institutos de Vida Consagrada...

–Me llamó, hace dos años, monseñor Carballo (el secretario del Dicasterio), y me habló de este tema. Yo le dije: “Yo tengo poco tiempo libre, hay hermanas más preparadas...”, y él me contestó: “Bueno, no se preocupe”. Llegó febrero del año pasado y recibí el nombramiento, una carta muy solemne, en latín, con la firma del Papa. Como Elsa no existe en latín, porque es Isabel, la carta venía a nombre de Isabel y yo me dije: “¿Pero ésta quién es?”. Y otra carta de la secretaría de Estado. Esta es la primera vez que eligen a una monja como consultora. Hay religiosas, en muchos casos generales de congregación, somos unos 20 consultores y casi la mitad mujeres, pero de vida contemplativa, monja, soy la primera. Han querido que la vida contemplativa también esté representada en la congregación y en ese sentido me alegro. Mi tarea es atender las consultas sobre temas de la vida contemplativa, de lo que yo sé. Son nombramientos por cinco años. Te pueden hacer consultas por teléfono, por correo electrónico y por ese mismo medio respondes –hasta ahora no he tenido que ir a Roma–, o pueden pedirte una visita canónica, a una comunidad que tenga algún problema.

–¿Ha recibido ya muchas consultas?

–Sí, alguna he recibido. A veces cosas generales. Cada dos o tres años sale un cuadernito sobre los temas en los que trabaja la congregación, que tiene gente muy preparada.

–¿Y cuáles son las preocupaciones que le consultan?

–Las dificultades de la vida contemplativa, y no solo de ellas sino también de las congregaciones de vida activa, vienen principalmente del envejecimiento de las comunidades por la falta de vocaciones. Todos los meses sabemos del cierre de monasterios, muy necesitados de personal o de ayuda. Son pocas y mayores, muy limitadas en las fuerzas. Nosotros, como somos monasterios autónomos, aunque estemos federados, tenemos que ir buscando soluciones a cada uno. Hay que ayudar a cerrar, buscar dónde acoger a las hermanas... Con la pandemia muchos conventos perdieron el trabajo del que vivían y económicamente hay comunidades muy necesitadas; en eso las federaciones también tenemos que ayudarnos, no solo en la parte espiritual. Las hermanas tienen pensiones pequeñas, los monasterios son grandes y necesitan arreglos. Otra preocupación es qué hacer con el patrimonio de los monasterios que se cierran, en muchos casos de mucho valor; no se puede mover fácilmente y no se puede dejar abandonado, ni vender fácilmente.

–¿No hay manera de avivar las vocaciones?

–En una sociedad como ésta es difícil. Primero está la poca natalidad; luego, en el caso de la mujer, han cambiado mucho las cosas, y yo me alegro. Hay muchas posibilidades para las jóvenes que quieran hacer una labor social. Entregarse a una causa de por vida cuesta, y se ve en todo, también en los matrimonios. Se nos acabó el amor y nuestra vocación es un asunto del corazón. Esto de para siempre... Aunque hay unos años, nueve como mínimo, hasta hacer la profesión solemne, años de formación hasta tomar la decisión definitiva. También ha cambiado la mentalidad. Conocemos jóvenes que estudian Medicina y van unos años a África, hacen voluntariado, como laicas, pero la vida contemplativa siempre ha sido más restringida.

–Ha comentado que casi la mitad de los consultores del Dicasterio son mujeres, pero siguen sin poder acceder al sacerdocio.

–A veces nos centramos demasiado en el sacerdocio. No voy a ocultar que hay muchos cargos relevantes en la Iglesia ejercidos por hombres ordenados y eso no tiene por qué ser así, y este Papa está nombrando más mujeres para esos puestos. La ordenación femenina, hoy por hoy está cerrada en la Iglesia católica, no sé si algún día se d’ará. Sí se está estudiando el diaconado. En la Iglesia hay multitud de mujeres importantes, no solo Santa Teresa, también Santa Hildegarda, Santa Brígida, Santa Escolástica... Muchas mujeres han sido reconocidas por la Iglesia, sin embargo, hay muchas en la sociedad que han sido grandes inventoras y quien figura en su lugar o quien recogía el premio era el marido, y ahora estamos descubriendo esos casos.

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