Juan Carlos Garrido es un vigués que harto de romper varios móviles por caídas decidió crear un artefacto que evitase el impacto contra el suelo. Maquinando durante semanas, con pruebas aquí y allá, destripando dispositivos, logró su fin: crear un objeto que más o menos le salvara el teléfono. Animado por familia y amigos decidió mejorarlo y el resultado final es Stopcrash, un aparato pequeño que asombró en O Marisquiño.
“El invento nació de una necesidad. Rompía el móvil cada tres meses porque trabajo en alturas. Soy bombero de profesión en Zaragoza. Busqué por internet algo que evitase las caídas del teléfono pero nada respondía a lo que buscaba. No quería un cordel amarrado al móvil y buscaba algo discreto y útil”, explica.
Este vigués se fijó entonces en los ratones con cable retáctil. “Abrí uno y a partir de él creé un prototipo casero. A familiares y amigos les llamó la atención y me preguntaron por qué no lo patentaba”, rememora.
Fue entonces cuando Garrido se puso en contacto con una empresa especializada en propiedad intelectual. Dicha compañía “me dijo que podía intentar solicitar la patente nacional. Lo puse en sus manos y finalmente me la concedieron”.
Con la patente en el bolsillo, Garrido optó por dar un paso más, contactar con un amigo economista y otro ingeniero para que les echaran un cabo y sacar adelante una empresa para comercializar el invento. Cada uno fue aportando dinero de su economía familiar al proyecto que con un prototipo que fue mejorando y mejorando hasta que pusieron a la venta justo poco antes de empezar el confinamiento, en el año 2020. “Fueron dos años de trabajo tedioso”, incluyendo prubas en impresora 3D para optimizar piezas.
Sin embargo, la pandemia obligó a un parón que congeló un poco la expansión comercial del dispositivo que finalmente se benefició de esa pausa. “Aprovechamos –recuerda su creador– para corregir deficiencias y debilidades al ir probando el producto con más gente”.
La idea fue siempre presentar el invento en O Marisquiño en Vigo pero la pandemia también lo retrasó hasta que la semana pasada por fin llegó el momento. Frente al Náutico, en la rampa exterior, junto a otras marcas Garrido y sus socios aprovecharon para publicitarse.
Allí destacaban que el 99% del invento es “producto nacional” con piezas –incluidas las plásticas– hechas en Vigo, Mos o Puxeiros, incluyendo el packaging (envoltorio). Como consecuencia, “los costes de producción se fueron disparando bastante”, reconoce Garrido aunque resalta como elemento positivo que esto hizo ganar en calidad al producto. Finalmente, fue bautizado como Stopcrash –para la rotura– y se vende por poco más de diez euros.
El dispositivo consiste en una especie de llavero de diversos colores que se cuelga de la presilla del pantalón o falda. El otro extremo se conecta al móvil introduciendo un elemento en el mismo. Un hilo de plástico a la semejanza del sedal de la caña de pesca se extiende en el momento en el que el móvil se precipita hacia abajo con un tope que evita que choque contra el suelo. Ese límite es regulable.
Su inventor, Juan Carlos Garrido, resalta que no solo sirve para evitar los impactos contra el suelo –el lema de Stopcrash es “hero of gravity”, el héroe de la gravedad– sino también evadir robos. De esta manera cuando una persona se encuentra rodeada de grupos masivas de individuos en espacios públicos, transportes o espectáculos multitudinarios el Stopcrash puede evitar que le sustraigan el móvil ya que al tirar del mismo el hilo tiraría también de la persona y esta se percataría del delito.
Hoy por hoy el dispositivo se puede encontrar en cinco colores básicos pero con 24 motivos diferentes para adaptarlo a diversas edades y gustos. La idea de sus creadores –además Garrido lo impulsan José E. Martínez, Rafael Puime y Juan Lago– es lograr que no haya fronteras para el producto. De hecho, en negociaciones están para venderlo en Estados Unidos y México.