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Cuando la vida pica

La actriz gallega Andrea Peiteado es uno de los rostros de #HistoriasConLuz para visibilizar la dermatitis atópica grave, que sufren más de 50.000 personas en España

La actriz Andrea Peiteado, en una fotografía de estudio.

Solo cuando está sobre las tablas consigue olvidarse del picor, un compañero molesto, limitante y estigmatizante que la acompaña día y noche desde los 19 años, aunque hasta hace dos no fue diagnosticada. La actriz Andrea Peiteado sufre dermatitis atópica grave (DAG), como otros 50.000 españoles –unos 30.000 adultos y más de 20.000 niños–, una enfermedad inflamatoria crónica que se presenta en forma de lesiones cutáneas que a veces cubren gran parte del cuerpo y que pueden ir acompañadas de picor constante e intenso, sequedad y grietas en la piel, síntomas que empeoran con factores ambientales como la humedad ambiental y las altas temperaturas, fisiológicos como el sudor corporal y psicológicos como la ansiedad y la depresión.

La DAG le da pocos días de tregua y se afana en dejar su huella visible en todo su cuerpo, desde el rostro a las ingles, con eczemas, muchas veces sangrantes. Por ello, esta joven coruñesa, de 25 años, se ha enfrentado a más de un comentario, cuando menos, desafortunado. “Una persona llegó a preguntarme si me pinchaba droga, por las marcas que tenía en la parte interior del codo”, recuerda esta gallega, una de las protagonistas de la segunda edición de #HistoriasConLuz, una iniciativa de la Asociación de Afectados por la Dermatitis Atópica (AADA) y Sanofi que reúne casos reales en la primera biblioteca de historias de superación del mundo de enfermos de DAG.

Andrea se decidió a compartir su caso con el mundo con el ánimo de dar visibilidad a la enfermedad y poder ayudar con su experiencia personal a otras personas que, como ella, tienen que vivir con esta patología. “A mí me ayuda mucho saber que hay otras personas que también lo están pasando mal, pero que salen adelante. Su ejemplo de superación me da fuerzas en los momentos en que los brotes son más intensos”, comenta.

Lo que tiene claro es que la DAG no va a truncar su sueño de ser actriz. Es más, actuar es su mejor bálsamo. No es que la enfermedad le dé un respiro los días de función, pero ha aprendido a concentrar todos sus esfuerzos en el escenario y a olvidarse de su cuerpo. Y también a cuidarse al máximo el día previo a la actuación para evitar una exacerbación, reforzando la hidratación que su piel necesita y evitando situaciones que le provoquen estrés o ansiedad.

Afortunadamente, hace tiempo que la noche del estreno no le genera nervios. “Cuando estoy en el escenario es uno de los pocos momentos en los que estoy relajada y en los que me olvido de mi piel”, asegura.

Andrea espera que su enfermedad no sea un obstáculo para poder ser actriz, algo que vio tambalearse cuando comenzaron los brotes, hace cinco años, ni para poder impartir clases de arte dramático, para lo que está estudiando un máster de Literatura. Ella no se va a dar por vencida, aunque reconoce que a veces los estigmas pesan demasiado y la dermatitis atópica arrastra los suyos, que ella se sacude sobre el escenario. “A veinte metros de distancia, los eccemas y las rojeces no se ven”, comenta.

Fuera del escenario, oculta sus marcas bajo la ropa. Si el brote es extenso, procura llevar prendas que le cubran lo máximo posible, algo que en verano, con las altas temperaturas, se hace bastante cuesta arriba. También cuando se hace fotos intenta siempre ocultar las manchas y heridas. En ocasiones, ni siquiera soporta el roce de la ropa. Ni siquiera la de cama.

A pesar de que el término dermatitis no es un auténtico desconocido, la falta de información sobre la enfermedad y las limitaciones que ocasiona es lo que provoca el estigma social que sufren las personas que la padecen y que hace que muchas tiendan a aislarse. Respecto a esto, la joven gallega reconoce que su dermatitis también ha marcado su carácter. “Me he vuelto más reservada, me cuesta más socializar, tener que explicar todo”, mantiene.

"Cuando estoy en el escenario es uno de los pocos momentos en los que estoy relajada y en los que me olvido de mi piel”

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También le limita a la hora de viajar o de salir con sus amigos. A Andrea le molesta que la primera reacción de alguien cuando la sorprende rascándose sea reprenderla con frases como “No te rasques” como si fuese una manía cualquiera y no un acto reflejo ante un picor insoportable. “Estos comentarios me ponen muy nerviosa, lo que a su vez agrava el picor”, se lamenta. Por ello, Andrea entiende que es necesario visibilizar la enfermedad y sensibilizar a la sociedad.

Cuando, tras finalizar sus estudios en la Escuela Superior de Arte Dramático de Galicia (ESADg), se marchó a Brno (República Checa) a estudiar de Erasmus, explicar en inglés a sus profesores y compañeros lo que le sucedía a su piel no fue nada fácil. Estando en esta ciudad checa es donde tuvo una de las exacerbaciones más graves. El confinamiento domiciliario por la pandemia del COVID tuvo la culpa. “Acababa de llegar y no podía salir de mi habitación. Me pasé dos semanas sin poder dejar de rascarme –recuerda–. Mis dos compañeras me decían que me pasaba la noche rascándome y la verdad es que rascarme es mi ‘buenos días’ y mis ‘buenas noches’”.

La época estival, como el estrés, tampoco es un aliado de la dermatitis atópica. “El verano es bastante malo, sobre todo aquí, donde al calor hay que sumar la humedad y los cambios de temperatura, que también afectan muchísimo”, afirma.

Andrea cree que el retraso en su diagnóstico pudo contribuir al agravamiento de la enfermedad. “Cuando fui la primera vez a mi médico solo tenía eccemas en un brazo. Me dijo que era por los nervios por los exámenes, aunque yo no estaba nerviosa. La segunda vez ya me había salido en la axila, detrás de la rodilla, ingle y escote, pero siguió diciendo que era de los nervios. Si me hubiese desviado antes al dermatólogo y hubiese tenido unas pautas desde el principio, a lo mejor no podría haber podido hacer nada, pero a lo mejor sí y el problema no se habría extendido por todo el cuerpo”, opina Andrea, que además de actriza, es animadora sociocultural y monitora de tiempo libre.

Una enfermedad crónica

La dermatitis atópica es una enfermedad inmunitaria crónica sistémica y visible en la piel, con un potencial de efectos debilitantes sustanciales en la calidad de vida de los pacientes. Afecta al 0,083 por ciento de los españoles, por lo que se trata de una patología de baja prevalencia. Se calcula que unos dos millones de personas la padecen en España. De estas, unas 50.000 –30.000 adultos y más de 20.000 menores– sufren su versión más grave, que no solo provoca una merma de calidad de vida debido a los síntomas propios de la enfermedad, sino también insomnio, ansiedad y depresión, lo que produce una gran carga psicológica importante. La trayectoria natural de la dermatitis atópica sigue un curso variable, con diferentes edades de aparición y gravedad.

Si bien puede desaparecer después de la pubertad, aproximadamente el 30 por ciento de los niños con dermatitis atópica continúa sufriendo la enfermedad en la edad adulta y entre un 15 y un 30 por ciento de los adultos experimentó la aparición de la enfermedad en edad adulta. Hasta un 72% de las personas con dermatitis atópica moderada-grave experimenta otras enfermedades concomitantes atópicas propiciadas por un proceso inflamatorio subyacente.

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