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Sting, el maestro de la sorpresa

La búsqueda de lo imprevisto mediante giros y ritmos complejos y el afán por contar historias son la esencia musical del británico

The Police en 2008. Brendan McDermid

“Para mí, la esencia de toda la música es la sorpresa. Cuando escucho una pieza musical, si no me sorprendo en los primeros ocho compases dejo de escucharla, desconecto. Necesito la sorpresa”. Estas palabras de Sting al divulgador Rick Beato resumen la esencia como compositor del artista británico, que a sus 70 años actúa por primera vez en Vigo el próximo sábado. Casi todo el mundo conoce éxitos como “Every breath you take”, “Message in a bottle” o “Englishman in New York”, pero no muchos saben que su talento para la composición es admirado por otros grandes artistas y analizado por musicólogos, y que su capacidad para escribir letras que cuentan historias lo hacen equiparable a un Joaquín Sabina en lengua inglesa.

Después de dos aplazamientos, en 2020 y 2021, a la tercera va la vencida y Sting estará en Castrelos con su gira “My songs”, un nombre tan sencillo como revelador de una sólida trayectoria de más de 40 años que no necesita del reclamo de éxitos recientes. El británico está tocando unas 8 canciones de The Police, otras 8 de su repertorio en solitario y 3 de su último álbum, “The bridge”, que suelen ser “If it’s love”, “For her love”, y “Rushing water”. Salvo esta tríada, todos los temas que toca en el setlist tipo son, literalmente, del siglo pasado, anteriores a 2000.

Le acompañará su fiel escudero Dominic Miller, guitarrista y mano derecha desde hace más de 30 años, cuando Sting publicó el lúgubre pero impecable “The soul cages”. Aquel álbum de 1991 le trajo por primera vez a Galicia, al recién estrenado Coliseum de A Coruña. Allí actuó en su último concierto en la comunidad, en 2015, y entre medias dejó también su impronta en el Multiusos do Sar de Santiago (2000) y en el estadio de Riazor herculino, en aquel Concierto de los Mil Años de 1993 junto a otras grandes figuras como Bob Dylan, Neil Young, Chuck Berry, Robert Plant, Jerry Lee Lewis, The Kinks y Wilson Pickett.

Vigo ha tardado demasiado en acoger a Sting, que en el verano anterior a la pandemia actuó en el festival Marés Vivas de Vilanova de Gaia, frente a Oporto, donde acudieron muchos fans gallegos. Y el inglés llega avalado por múltiples reconocimientos, entre ellos 17 premios Grammy. Es curioso que dos de los artistas con más premios Grammy de la historia, Pat Metheny (que atesora 20) y Sting, habrán actuado Vigo en menos de dos meses.

Un reciente estudio académico destacaba que los premios Grammy permiten a los artistas publicar discos más innovadores una vez que consiguen ese reconocimiento que les hace sentirse más consolidados y por tanto libres para experimentar. Es algo que ha hecho desde sus comienzos, después de enarbolar, como él mismo ha reconocido la “bandera de conveniencia del punk” en sus comienzos. En aquel año 1978, a canciones primitivas y algo simplonas como “Fallout” le sucedieron “So lonely”, de claras influencias reggae, y “Roxanne”, una especie de tango rock en el que Sting ya demostraba su querencia por la literatura –el nombre de “Roxanne” es un nombre tomado del drama “Cyrano de Bergerac”– y a contar pequeñas historias, en este caso el de una hipotética prostituta de París.

En sus memorias, tituladas “Broken music”, Sting, hijo de un lechero, cuenta las graves penurias que pasó hasta que se cruzó en su camino Stewart Copeland, hijo de un espía de la CIA. Desde el barrio de su infancia, en Wallsend, cerca de Newcastle (Inglaterra), veía los grandes buques en construcción en los astilleros, un paisaje no muy diferente del de la ciudad donde actuará este sábado. Su padre le animaba a embarcarse cuando fuese mayor. “De alguna manera, le decepcioné”, suele decir Sting con ironía al recordarlo. En su lugar, se convirtió en profesor y músico de jazz. Actuó en barcos de crucero y en 1976 visitó Bilbao con su grupo Last Exit.

La influencia del jazz ha teñido la música de Sting de más de una forma. Es significativo que sus músicos favoritos sean dos grandes revolucionarios, el trompetista Miles Davis y Thelonious Monk, pianista genial pero poco ortodoxo y célebre por sus disonancias y giros melódicos. Y la música que más le gusta escuchar es la de Bach.

Es, tras Pat Metheny, el artista con más premios Grammy que actúa en Vigo

La complejidad rítmica de las canciones de Sting es evidente en temas como “Love is stronger than justice”, en un ritmo de 7/4, y “Seven days”, en un “5/4”, algo muy poco habitual en el pop y un desafío musical que sin duda disfrutó el virtuoso baterista Vinnie Colaiuta, habitual de Sting hasta hace poco. El cantante y compositor inglés nunca fue al conservatorio, aunque dice que envidia a los que lo hicieron. “La música para mí es un puzle en tres dimensiones fascinante”, ha dicho Sting, que dice obtener placer del estudio y del aprendizaje constante. Solo así se explica que aprendiese a tocar el laúd a los 50 años, siendo ya un músico más que consagrado. “Admiro la complejidad armónica de su trabajo –dijo el compositor Randy Newman sobre él–. No se conforma con los mismos acordes de siempre. Trabaja duro, y se nota”.

Complejidad y sencillez

Sin embargo, la clave de Sting reside, según sus propias palabras, en su capacidad para armonizar su “interés por la complejidad” con “darle al público lo que cree que necesita, que es simplicidad”. Quizá el mejor ejemplo de ello es uno de sus primeros éxitos y una de sus mejores canciones, “Message in a bottle” (1979), con una melodía y un ritmo sencillos pero que contiene un “encantador escalofrío arpegiado” –en definición del propio Sting– al que Andy Summers dio vida con su guitarra. “Cuando escucho música supongo que busco una novedad, algo que todavía no haya oído, algo que me sorprenda, algo que me gustaría aprender a hacer”, declaró Sting en el documental de National Geographic “Mi cerebro musical”, en el que se analizaba la mente del músico británico desde el punto de vista de la neurociencia (disponible en YouTube).

No hay que olvidar que Sting atribuye su vocación musical a los Beatles. Si no hubieran existido ellos, como dicen tantos otros artistas, no se hubiera dedicado a la música. Y la canción de los Beatles que mejor define a Sting es “A day in the life”, una fusión de dos temas diferentes de Lennon y McCartney y que resulta en una canción con varios movimientos, casi como una sinfonía. No en vano Sting la ha interpretado en múltiples ocasiones.

Las letras de Sting no suelen ser abstractas y responden a un propósito literario

La barrera idiomática impide que quienes no dominen el inglés se hayan podido perder una de las mejores virtudes de Sting, su capacidad para contar historias en cuatro minutos o menos. “Veo escribir canciones como una búsqueda literaria –dijo hace años en una entrevista en iTunes–. Me gusta contar historias y desafiar las expectativas de la gente sobre lo que se espera de una canción pop, debería ser cada vez mejor”.

El seguidor de Sting disfruta de relatos como el de “Don’t stand so close to me”, en el que se cuenta la tensión no resuelta entre un profesor y su joven alumna, con una referencia a Vladimir Nabokov, el autor de “Lolita” (y no, aunque Sting fue profesor de instituto y dio clase a chicas, no es una historia autobiográfica, o eso dice él).

Hablando de rusos, destacada es también “Russians”, canción sobre la destrucción mutua asegurada por la proliferación del armamento nuclear, y que Sting volvió a interpretar tras la invasión rusa de Ucrania. La letra fue incluida en libros de texto británicos.

Más célebre todavía es la historia que se sugiere en “Every breath you take”, la de un amor obsesivo que roza o incurre directamente en el acoso. Como dice Sting, resulta paradójico que algunas parejas hagan sonar en sus bodas esta canción solo aparentemente romántica.

Al contrario que otros compositores de rock –el ejemplo más claro es el de Michael Stipe, de R.E.M., o en ocasiones Bono, de U2–, Sting no suele escribir letras abstractas llenas de imágenes poéticas abiertas a la interpretación libre.

Que Sting sea un “letrista contador de historias” tan consumado y admirado, como lo puede ser Joaquín Sabina en España, es algo que desconocen incluso algunos de sus colegas españoles. En una entrevista con el que esto escribe, Coque Malla confesó que le encantaba la canción “I hung my head”, que el músico madrileño atribuía a Johnny Cash. Pese a la insistencia del periodista, al excantante de Ronaldos le costaba creer que aquella magnífica historia de menos de 5 minutos sobre la culpa y el arrepentimiento fuese escrita por Sting y no por el genio del country, que grabó una muy buena versión con un ritmo mucho más sencillo que la original.

Influido por cantantes femeninas de jazz, como Lena Horne, Ella Fitzgerald, Flora Purim y Cleo Laine, Sting posee un rango vocal muy alto, a la manera de “un cantante de heavy metal”, como él suele bromear. Esto, en un grupo de rock, es útil para que la voz sobresalga y no se quede enterrada en la mezcla. “Enuncio las palabras con cuidado. Estoy muy orgulloso de las letras y quiero que la gente sepa de qué estoy cantando”, ha explicado. Así que, si tienen tiempo y van a ver a Sting a Vigo, lean las letras de sus canciones mientras las escuchan, con o sin traductor de Google. Puede que descubran una nueva dimensión.

The Police en 2008. Brendan McDermid

The Police: la reunión más deseada... y la más sorpresiva

En respuesta a una pregunta sobre si The Police podría reunirse para hacer una gira, Sting lo había descartado totalmente con estas palabras: “Creo que sería una buena razón para certificarme como loco”, dijo en una entrevista radiofónica, antes de contradecirse a sí mismo y volver con Andy Summers (guitarra) y Stewart Copeland (batería) para un tour mundial en 2007 y 2008. Sting justificó su cambio de parecer por su avidez para la sorpresa. Había publicado un disco de música renacentista inglesa y se preguntaba cuál sería el próximo movimiento en su carrera. “Estaba pensando, ‘bueno, ¿ahora qué hago?’ ¿Otro disco de laúd? ¿Otro disco de Sting? ¿Qué va a sorprender a la gente? ¿Qué me va a sorprender a mí?”. La respuesta fue llamar a Summers y Copeland y probar una reunión con la que muchos fans de The Police fantaseaban pero nadie esperaba. Habían transcurrido más de 20 años de la disolución de The Police en la cumbre del pop mundial. Como guiño a aquellas declaraciones en las que dijo que una reunión de The Police le certificaría como “loco”, el disco que resumió aquella gira se tituló “Certifiable” (“certificable”).

En la imagen se aprecia el hoyo en el cuerpo del bajo de Sting. Erwin Scheriau

Su bajo agujereado de 1957, su elemento más previsible

Si hay algo previsible en Sting es su bajo: ahí no hay sorpresas. En Vigo tocará su Fender Precision de 1957, tan usado y machacado que los dedos índice y anular de su mano derecha han excavado literalmente un hoyo en la madera del cuerpo del instrumento. Sting lo utiliza en todos sus conciertos por su “gruñido” único, que no se encuentra –dice– en los instrumentos modernos. “Cuanto más tocas un instrumento, más sensible es –ha dicho a la web especializada “Music Radar”–. Es casi espiritual, si se puede decir eso de un trozo de madera inanimado. Para mí no es inanimado: tiene un carácter”.

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