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Rosalía sigue siendo Rosalía

El Coliseum se rinde ante la cantante, que ofreció un espectáculo que mezclaba temas casi inéditos con una vuelta a sus orígenes

Así sonó Rosalía en A Coruña ante miles de voces

Así sonó Rosalía en A Coruña ante miles de voces FdV

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Así sonó Rosalía en A Coruña ante miles de voces Gemma Malvido

Haga lo que haga, Rosalía sigue siendo Rosalía, da igual que cante una bulería, que un reguetón, que se tire por suelo, baile como si lo fuesen a prohibir o baje al foso a encontrarse con sus fans. Sigue siendo la misma cantante que ponía y pone los pelos de punta al público cantando flamenco, aunque su repertorio haya crecido.

A Rosalía hay que mirarla todo el rato para no perderse nada, mucho menos alguno de esos movimientos que se han convertido en meme y que forman parte ya de la comunicación diaria. Con el paso de las canciones, Rosalía va perdiendo artificios, primero, la máscara de luces con la que entró, después, las trenzas y el maquillaje, para mostrarse tal y como es y como siente su proyecto Motomami, que está lleno de matices y que impresiona más en directo que en el disco, a pesar de que, salvo la guitarra y el piano de cola que ella toca sobre el escenario, toda la música está pregrabada (y un teclado en la despedida).

'Motomami' impresiona más en directo que en el disco, a pesar de que, salvo la guitarra y el piano de cola que ella toca sobre el escenario, toda la música está pregrabada

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Rosalía regaló un: “A Coruña, qué dise?” Para introducir Saoko, ya desposeída de las máscaras de luz con las que entraron en escena tanto ella como su cuerpo de baile y también sin las uñas largas y de colores que tanto tiempo la han acompañado y que eran una de sus señas de identidad.

Tras Saoko, Rosalía y un Coliseum atestado entonaron Candy, y después Bizcochito, con Rosalía con gafas de sol cuadradas y siempre pendiente de la cámara que la grababa en directo para las pantallas gigantes. Ya con la guitarra eléctrica colgada para cantar Dolerme, Rosalía reconoció que le hacía “mucha ilusión volver” a A Coruña.

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Las mejores imágenes del concierto. CASTELEIRO / ROLLER AGENCIA

“Hace años hice el camino de Santiago, también intenté hacer el del norte, no lo pude hacer porque me lesioné, pero aprendí tanto de uno como del otro, del que terminé y del que no terminé. De todas las cosas se aprende. Hoy tengo la suerte de poder estar aquí cantando, no puedo pedir más”, confesó y, después, el fondo se tiñó de azul.

Incluso en la parte más flamenca no hay música en directo en el escenario, pero sí un cuerpo de baile que rodea a Rosalía y le da la espalda, como si sus pasos la encerrasen. Pero Rosalía sigue siendo Rosalía, incluso cuando rompe el círculo y pregunta al público qué dirá si ella dice “moto” y, evidentemente, “mami” resuena en el Coliseum. Entonces, los bailarines se convierten en una moto humana y la pared blanca se vuelve un paisaje.

Incluso en la parte más flamenca no hay música en directo en el escenario, pero sí un cuerpo de baile que rodea a Rosalía y le da la espalda, como si sus pasos la encerrasen

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“A Coruña, esta canción que se viene ahora la escribí echando mucho mucho de menos a una persona que durante dos años no pude ver. Mi manera de decírselo era esta”, y sonó G3N15, que cantó subida a una peana redonda que giraba. Otro momento para no dejar de ver a Rosalía porque, abrazada a su vientre, volvió a cambiar de ritmo para cantar Linda, la colaboración que grabó con Tokischa. Y, después, otra vez Rosalía siendo Rosalía, leyendo las pancartas del público.

“Tu música es la gasolina de mi vida”, ponía una de ellas. “Muy Motomami, tú eres la razón por la que sigo escribiendo y puedo venir aquí”, le contestó la catalana, que agradeció a una chica, María, que guardase una foto de las dos desde 2018, y a la que dedicó La noche de anoche, una canción que acabó con Rosalía enredada en la bandera gallega en el escenario. Y después llegaron Diablo, interpretada en una silla de peluquería, en la que se cortó unas trenzas. Y, otra vez cambio de ritmo, con ese A de Altura, de Alien y de “A Coruña” y con un piano de cola con el que cantó Hentai, silbando, y con unos arreglos muy diferentes a los del disco, más profundos y desnudos. Y, de nuevo, vuelta a sus orígenes al Pienso en tu mirá, “para los que disfrutasteis El mal querer”, dijo Rosalía, sabiendo que eran muchos, y cantó después Perdóname, de La factoría, con planos muy cortos, sin maquillaje y sin ocultar el esfuerzo de cantar y bailar sobre el escenario. Y sin olvidar de dónde viene, porque después sonaron Papi Chulo y la Gasolina, tras la Combi Versace. “Es increíble escucharos y que cantéis un tema que salió ayer”, dijo tras entonar la que se postula como canción del verano, Despechá, que dio paso al tema inédito Aislamiento. Y, en la traca final, un desnudísimo Sakura, que hizo temblar de emoción a todo el Coliseum. En el público, entre otros, Xoel López, Iván Ferreiro y también Marta Ortega con su marido, Carlos Torretta.

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