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Científicos gallegos hallan por qué la lactancia materna prolongada protege contra la obesidad

El estudio revela que su efecto protector se mantiene en la edad adulta incluso con una dieta rica en grasas | El hito científico abre nuevas vías para encontrar dianas terapéuticas para luchar contra esta patología

María Luisa Seoane (centro), con las investigadoras del grupo de Fisiopatología Endocrina. FDV

La lactancia materna prolongada protege al niño contra la obesidad en la edad adulta, incluso si está expuesto a una dieta rica en grasas. Esto se debe a la liberación de una proteína desde el hígado que al llegar al hipotálamo lateral activa los receptores de dopamina, lo que hace que aumente el gasto energético. Así lo evidencia el estudio del equipo de investigadores gallegos del CIBER de Fisiopatología de la Obesidad y la Nutrición (CIBEROBN), el Centro Singular de Investigación en Medicina Molecular y Enfermedades Crónicas de la USC (CiMUS) y el Instituto de Investigación Sanitaria de Santiago (IDIS) liderado por Luisa Seoane, directora del grupo de investigación Fisiopatología Endocrina del IDIS, y el profesor Rubén Nogueiras, del grupo Metabolismo Molecular del CiMUS-USC y que cuenta con la colaboración de grupos internacionales de Francia y Alemania.

Este hito científico, que publica la revista “Nature Metabolism”, abre la puerta a nuevos estudios clínicos que permitan comprender mejor los beneficios metabólicos a largo plazo de la lactancia materna.

“Ya había datos epidemiológicos que sugerían que la lactancia materna podía tener un efecto protector frente a la obesidad. Ahora nosotros, por primera vez, hemos descrito, en un estudio con animales de experimentación, el mecanismo mediante el cual la lactancia materna protege frente al desarrollo de la obesidad. Y algo muy importante también, que este efecto protector es permanente en el tiempo”, explica Luisa Seoane.

El estudio evidencia, además, que las crías de roedores sometidas a una lactancia prolongada mantienen este efecto protector incluso si están expuestas a dietas con alto contenido calórico. “De hecho, cuando es más evidente este efecto protector es cuando el ratón se expone a dietas altas en grasa”, afirma la científica.

Según Seoane, este fenómeno protector de la lactancia materna prolongada puede explicarse por la liberación de una proteína conocida como factor de crecimiento de fibroblastos 21 (FGF21) desde el hígado, que puede llegar al hipotálamo, la región del cerebro que desempeña un papel clave en el control del consumo y la utilización de energía en el organismo. Una vez en el hipotálamo, el FGF21 activa los receptores de dopamina, un neurotransmisor con múltiples funciones biológicas. Esto, a su vez, conduce a una mayor actividad de la grasa parda, una grasa que quema calorías, y, por tanto, ocasiona un mayor gasto energético. “No es que los animales con una lactancia prolongada coman menos y por eso tengan menos peso. La ingesta es idéntica en los modelos de la lactancia prolongada y la lactancia estándar, lo que está afectado es el gasto energético”, detalla.

Los ratones con lactancia prolongada tienen un mayor gasto energético

Los investigadores comprobaron que los animales a los que se les prolongó una semana la lactancia tenían, incluso en la edad adulta, muy incrementados los niveles de la proteína FGF21. En el caso de los humanos, esto equivaldría a tres meses de lactancia adicionales a los seis que recomienda la Organización Mundial de la Salud (OMS), según la investigadora gallega.

Si se valida en estudios clínicos que estos efectos protectores de la lactancia se dan también en humanos, el hallazgo podría constituir una valiosa arma para prevenir y tratar la obesidad, que la OMS identifica como enfermedad crónica y que, según la Encuesta Europea de Salud 2020, padecen en España un 16,5% de los hombres y un 15,5% de las mujeres de 18 y más años.

El equipo de Seoane ya está trabajando en colaboración con el grupo de pediatría del CHUS y con el Banco de Leche Materna para ver si estos mecanismos que han observado alterados en el modelo animal lo están también en los niños que tienen lactancia prolongada. “Una vez que lo validemos, entendemos que encontrar en niños un perfil de todas estas señales alteradas por la lactancia materna en una forma positiva nos podrá indicar si está en riesgo o no de desarrollar obesidad; pueden ser biomarcadores tempranos que permitan intervenir en etapas muy tempranas de la vida. Por otra parte, estas señales que encontramos afectadas en el modelo animal podrían constituir en un futuro dianas terapéuticas sobre las que actuar farmacológicamente para contrarrestar la obesidad” explica.

El grupo de Seoane está a la espera de que se resuelvan las convocatorias de concesión de proyectos del Instituto Carlos III de Madrid y de la Agencia Galega de Innovación para desarrollar un estudio sobre genes que están afectados en la lactancia materna prolongada. Los investigadores gallegos han identificado, mediante técnicas de transcriptómica, más de cien genes, lo que abre nuevas vías para encontrar futuras terapias contra la obesidad.

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