El postureo y las redes sociales suelen ir de la mano cuando hablamos de influencers. Playas paradisiacas, paisajes de ensueño y cuerpos imposibles conviven en un hábitat en el que también se pueden encontrar versos libres como Saray Monserrate, vecina de Les Useres que pese a huir de buena parte de los estereotipos de la era digital consigue más repercusión que buena parte de los perfiles de Instagram o TikTok, atesorando casi 50.000 seguidores entre ambas plataformas. 

A sus 28 años, Saray cómo se introdujo en las redes sociales: “Recuerdo que empecé a subir fotos y vídeos y la gente se sorprendía de lo que hacía, pese a que para mí era lo normal. No me veo como una influencer, ni quiero serlo tampoco”. La joven asegura que esta ausencia de pretensiones y naturalidad es la que está consiguiendo que su alcance suba como la espuma, aunque sin duda ayude también la originalidad de sus contenidos, pues a sus dotes con una azada o un tractor se suma su habilidad con una moto de trial con un Nissan Patrol que rescató del desguace.

Igual coge una motosierra, que una azada, que uno de los dos tractores. Saray podría ser prácticamente autosuficiente.

“En el grupo con el que me muevo todos tenían un 4x4 y cuando íbamos a competiciones tenía que pedir que me lo dejaran, así que cuando me llamaron para decirme que iban a tirar el que tengo, dije sin verlo que me lo quedaba. Me costó mil euros porque el coche no arrancaba y las ruedas estaban pinchadas, pero lo preparé para competir en circuitos y en esas seguimos. Suelo ser la única chica que compite ahí y no quedo mal, la última vez entre los 25 que participamos quedé la quinta”, confirma la vecina de Les Useres, que vive en una masía situada a unos siete kilómetros del pueblo.

Saray está encantada con su vida campestre, pero su profesión bien podría llevarla a cabo en una ciudad, pues dirige su propio centro de estética avanzada en la Vall d’Alba, que asegura va “viento en popa. Trabajo un montón, pero no me quejo porque trabajo para mí misma y tengo libres los fines de semana”. La joven, que se formó en Madrid y en Castelló, está encantada con su negocio: “Ser libre para mí es primordial, no tengo que acatar normas de nadie y tengo el gabinete a cinco minutos de casa”.

Una casa con en medio de la nada y con todo lo necesario

Nacida en Burriana, su vida dio un giro de 180º cuando sus padres compraron un terreno a siete kilómetros de Les Useres, donde reside en la actualidad junto a su hermana. “Se lo compraron porque mi padre es muy de campo, parece un auténtico cowboy con sombrero y botas. Mi madre también quiso ir y nosotras fuimos detrás”, recuerda. 

Saray y su hermana, asegura, cuentan con “maña y fuerza”, para llevar adelante una finca en la que podemos encontrar todo tipo de animales, verduras y frutas: “Si fuera por mí tendría hasta un elefante. En casa hay ovejas, caballos, patos, cabras, conejos, gallinas… es una mini granja, pero tenemos muy malcriados a los animales, viven mejor que nosotros”. Afirma que ante la cantidad de huerto y animales “es raro que tengamos que comprar comida más allá de algún producto de fuera de temporada. Por eso estamos así de fuertes”.

Sobre las opciones para evitar la despoblación rural, Saray asegura que “para vivir en el campo no vale todo el mundo. Es verdad que faltan agricultores porque a mi edad todos quieren ser funcionarios, pasan de la vida rural y prefieren tener el supermercado bajo de casa, pero pienso que si puedes hacértelo tú siempre te sabrá mejor”.

@saraymc93

Algún día lo lograré

♬ Feeling Good - Michael Bublé

Lo cierto es que Saray podría elegir perfectamente entre la vida en el campo y en la ciudad, pues su familia cuenta con un piso en Castellón que “casi ni pisamos. Bajamos a tomar algo, pero preferimos subir a dormir aquí con esta tranquilidad”. Sobre si echa algo de menos entre tanto tractor, animal y huerta admite que “sobre todo mis amigas, que están en Castelló”.