“Si Inglaterra tuviera el pazo de Lourizán, lo habría hecho de obligada visita”, afirmó ayer en Club FARO la periodista y escritora Lola Fernández Pazos, quien ubica su primera novela – “El pazo de Lourizán" (editorial Harper)– en esta casa solariega del municipio de Pontevedra reconstruida por el arquitecto Jenaro de la Fuente por encargo del que fue presidente Eugenio Montero Ríos, quien la tenía como segunda residencia y en donde pasaba temporadas Alfonso XIII.

Fernández Pazos, quien fue presentada por la también escritora Amara Castro y respondió a sus preguntas en la charla previa al coloquio con el público, escogió convertir ese pazo en un personaje, casi el principal de su novela, para desvelar una historia real de una saga familiar de industriales de la conserva en Marín que uno de los personajes que aparecen en el libro le confió cuando ella tenía 18 años con el encargo de que la contara. Y la narra a partir de lo que descubre Lúa, una niña que crece durante la Transición a la democracia con la curiosidad de desvelar secretos que le ocultan y que la llevan a una historia de amor entre el hijo de la familia de industriales y una pescantina, con la guerra civil de trasfondo y lo que supone tener un patrimonio que se diluye con el tiempo y la modernidad.

Madrileña hija de un andaluz de origen gallego y de una marinense, Lola Fernández, que desde niña veraneó en Marín y hace unos años vive a caballo entre esta localidad gallega y Madrid, realizó una importante labor de documentación para recrear la localidad y el pazo en los años 30. “Marín lo cruzaba, un río, la playa llegaba al pazo; ahora todo está ocupado por carreteras y puertos”, comentó en una mirada nostálgica al pasado sobre “lo que fue esa terriña y en lo que se convirtió”.

Del pazo de Lourizán, patrimonio histórico gallego gestionado por la Xunta y perteneciente a la Diputación de Pontevedra, destacó que “es mi razón de existir”, pues allí se ubicó la escuela de forestales en la que estudió su padre y conoció a su madre. “En él se firmó el Tratado París, por el que España perdió sus últimas colonias en ultramar. Sus jardines son espectaculares, en los que está la camelia más alta que compite incluso con las japonesas”, manifestó.

“Es una pena que esté cayendo en el olvido y que su interior esté en peligro de derrumbe”, lamentó. El hecho de escribir esta novela hizo que el tataranieto de Montero Ríos se pusiera en contacto en ella recientemente y le facilitara documentación sobre el pazo, incluida la compraventa al Estado por 220.000 pesetas “ a mayores, pues en principio dieron algo más”, dijo. “Me he convertido en una experta para hacer una ruta por él”, comentó.

Sobre la historia real que inspira su novela, la escritora habló de “esos secretos que en ocasiones la familia nos oculta para que no suframos” y dijo “el silencio forma parte de la personalidad gallega, pero en la caso de Lúa, mi protagonista hace que tenga más curiosidad por saber la verdad””. También aludió a la “importancia del perdón” y a su “poder sanador”, incluso “cuando la contraparte con la que te disculpas ya no está, como le sucede a uno de mis personajes”.

Trasladarse al periodo de la guerra civil y la posguerra fue una de las experiencias que le hizo llorar a la autora, además de la historia en sí. “Ahora que tenemos la guerra al lado, la de Ucrania, conviene recordar que tiene sus consecuencias fatídicas que la población vive durante años”, expresó. “Lloré al escuchar cómo se vivía en una aldea gallega, pendientes de si había para plantar patatas, por no saber qué se comería si no había patatas. Ese fue el proceso doloroso que tuvo que vivir mi suegro, mi madre”, relató.

Sobre la estructura de la novela, dividida en tres partes, exigió escribir una de ellas en segunda persona porque así le fue contada para que yo la escribiera como periodista, “porque es la voz de mi conciencia la que habla a Lúa y también a mí y también porque me permite no llorar”, declaró, aunque adelantó que el final no es triste, sino reconfortante.

Una redactora de economía que deja Madrid para cumplir su deseo de ser escritora

Descrita por Amara Castro como “extravagante, utópica, independiente y sensible”, Lola Fernández Pazos añadió a este calificativo los de “díscola y oveja negra de la familia”, aunque admitió que “esa pequeña institución es de lo más importante a lo largo de la vida de una persona”.

Licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense y especializada en periodismo económico, con el primer sueldo que ganó como redactora en La Voz del Tajo se pagó unas clases de ruso y años después viajó la Unión Soviética becada por ese país que se estaba desmembrando, en una época en que “veías a las mafias con las pistolas en sus gabardinas y se pasaba hambre”, comentó.

La idea de escribir esta primera novela la fue madurando mientras trabajaba en diarios económicos como Cinco Días o en la sección de Economía de El País. Hasta que fallecieron sus padres y vio el momento cumplir el compromiso de quien le dijo “cuéntala” y se lanzó escribir la historia. En dos meses ya tenía el borrador, luego vino la documentación y el resto del proceso. Para cumplir con su intención de ser escritora, algo que tenía en mente desde niña, “dejé los madriles”. “Me encantaría que esta primera novela fuera leída con interés para que la editorial me diga ‘ponte con la segunda’. Lo voy a intentar”.