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Los lectores lloran a Domingo Villar

Domingo Villar SIRUELA

Conmoción: 1. Sentimiento de pena profunda que sacude el ánimo de una persona, especialmente hasta despertarle la compasión o las ganas de llorar. 2.Alteración violenta y brusca.

Domingo Villar encabezaba cada capítulo de sus novelas con la definición de una de las palabras contenidas en el texto. Esta podría encabezar el capítulo sobre la pena que su muerte, repentina y prematura, ha causado entre sus numerosos seguidores. Desde que se conoció su ingreso a causa de un ictus, el Club de Fans de Domingo Villar en Facebook, que tiene casi un millar de seguidores, no ha cesado de recordarlo. Una de las últimas entradas es la de uno de los hermanos del escritor, que agradece el cariño expresado por sus lectores.

“¿Por qué?” es una pregunta que se hacen muchos de sus admiradores, que se sienten huérfanos tras la muerte del padre literario del inspector Leo Caldas. Expresiones de pésame, anécdotas y reflexiones sobre el escritor y su obra jalonan el muro de este club.

El último consejo que le dio a Marta Otero fue una lectura, la del artículo “Morir aprendiendo” que Carmen Martín Gaite publicó en “Diario 16” en 1977, en el que la autora de “El cuarto de atrás” se define como una aficionada en el difícil arte de la escritura y en el que insta a seguir aprendiendo, hasta la muerte. Marta no es solo una lectora entusiasta de Villar. El padre del escritor era su padrino y desde pequeña ha mantenido una estrecha relación con la familia del autor de “La playa de los ahogados”. “Somos familia, aunque lejana, y siempre hemos tenido una relación como entre primos. De hecho, así nos solemos llamar entre nosotros”, comenta a FARO.

"Siempre me daba ánimos para seguir escribiendo siempre que eso me divirtiese”, recuerda una lectora aficionada a la escritura

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Esta farmacéutica y nutricionista recuerda con cariño los enfados que se solía coger cuando Mincho, como le llamaban sus allegados, y su hermano Alfonso le cantaban “Marta tiene un marcapasos” de Hombres G, y cómo la hermana del literato, Clara, salía en su defensa, o esas tardes de verano en playa América, en las que sus madres se perdían en el mar nadando hacia el faro, o aquella final de la Copa del Rey Celta-Zaragoza en Madrid a la que asistieron todos pintados con los colores celestes y en la que el penalti de Alejo acabó con el sueño de hacer historia.

También quedarán para siempre grabados en su memoria los momentos de delicia que le proporcionó la lectura del borrador, anillado, de la primera novela de Villar, “Ollos de auga”, que devoró en el tren a Santiago, donde en aquellos momentos estudiaba Farmacia. El tira y afloja entre Leo Caldas y su ayudante Rafael Estévez le hacían reír, así que era inevitable que terminara llamando la atención del resto de pasajeros.

A Marta le apasiona escribir y se ha presentado a varios concursos literarios. Mincho era su “crítico de cabecera”. “Le mandaba el texto y siempre me contestaba en seguida. Me corregía y me daba consejos para mejorar mi escritura, y siempre me felicitaba y me daba ánimos para seguir escribiendo siempre que eso me divirtiese”, evoca.

Apenas hace unas semanas le envió su último texto. Le dijo que había mejorado mucho, lo que para Marta es un aliciente para continuar escribiendo.

Pedro García Cuartango (primer término), durante el funeral. | // R. GROBAS

Marie-Blanche Miranda lo conoció por su trabajo de grado de Traducción e Interpretación, centrado en el escritor. Tuvo toda la ayuda por su parte, asegura. Lo finalizó la semana pasada, aunque ahora tendrá que cambiar, como dice, el tiempo de los verbos. “Tengo el corazón roto y lloro por cuantas esquinas hay. Pensar que tengo que defender mi trabajo, visualizar a un Domingo que ya no está me asusta”, escribe. Villar quería una copia de ese trabajo, escrito en francés, una copia que ahora quiere hacer llegar a su familia.

García Andrés, de Valencia, compró “Ojos de agua” en una librería atraído por la sinopsis, aunque reconoce que tardó en leerlo porque tenía otras lecturas pendientes. Se arrepintió, reconoce, de haber tardado tanto. Las otras dos entregas de la saga, "La playa de los ahogados" y "El último barco" no aguardaron tanto en las estanterías. Le gustaron tanto o más, comenta. “Ahora me siento en cierto modo huérfano en cuanto a este género [negro]. Creo que en España tenemos gran elenco de escritores de novela negra y él ha formado parte de esa época dorada. Espero, que otr@s sigan su estela”, dice.

"Se queda huérfano Leo y un poco todos los que le seguíamos”, se lamenta otra seguidora del escritor

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“Gracias por todo lo que nos has aportado con tus novelas –comenta Patry Patry–. Nos dejas un inmenso vacío. Tu partida nos golpeó a todos los que te apreciamos y aún estamos asimilando lo sucedido. Volveremos a disfrutar de ti y te tendremos siempre presente, cada vez que tangamos uno de tus libros entre manos y disfrutemos con nuestro querido Leo Caldas”.

Gilberto Fernández, ovetense afincado en Barcelona y “casi vecino de habitación en el colegio mayor”, le recuerda como un “tipo amable, simpático y alegre”, de muchos amigos y muchas fiestas. Cuando descubrió su primer libro en el escaparate de una librería lo compró de inmediato. Le gustó tanto que le regaló un ejemplar a su padre y el suyo se lo llevó al Reino Unido para prestárselo a sus amigos, donde Leo Caldas hizo también un “grupito de fans”. “La vida muchas veces no es justa... Se nos ha ido muy pronto, dejando huérfano a un detective vagando solo y reflexivo por las calles de Vigo”, se lamenta.

“Se queda huérfano Leo y un poco todos los que le seguíamos”, afirma Charo Peleteiro, mientras que Adrianey Arana escribe: “Gracias Domingo por tu mirada y tu palabra”.

“La literatura nos acerca tanto a algunos autores que cuando fallecen muere también algo en nosotros”, afirma Con De Sa, de Vigo, mientras que Luis Solórzano exclama: “Qué injusta es la vida tantas veces. Vendrá bien tener un Leo Caldas allá a donde vayas”.

El periodista y columnista Pedro García Cuartango, que se desplazó hasta Vigo para asistir a la despedida al escritor en la iglesia de Santiago el Mayor, elogió en un artículo en el “ABC” la “maestría y el manejo del lenguaje” del escritor vigués. “Pero, sobre todo, para mí Domingo era un amigo, una persona con la que podía pasar horas hablando de fútbol, literatura, de vinos y de Galicia”, comenta. Hacía apenas unos días que había hablado con él. Tenían planes para este verano en playa América que un ictus ha truncado. En otro artículo, publicado tras el acto religioso, se preguntaba por qué en otra columna en el mismo periódico. Y se respondía: "Ya sé que no hay respuesta, pero su desaparición es tan incomprensible como absurda. Solo es posible sentir rabia y perplejidad ante una muerte que deja un profundo vacío".

Tienen razón sus seguidores, su muerte ha dejado demasiados huérfanos.

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