Pocas veces un grupo de tributo logra poner al público en pie en varias ocasiones. Es lo que ocurrió este viernes con Great Straits, la banda liderada por el cantante y guitarrista gallego Óscar Rosende, en el auditorio Mar de Vigo. Himnos irrepetibles como “Tunnel of love”, “Telegraph road” y “Sultans of Swing” emocionaron al aproximadamente medio millar de personas que acudieron al recinto vigués para revivir lo acontecido hace casi 30 años en el estadio de Balaídos, donde Dire Straits dio un histórico concierto, dentro de su última gira, el jueves 20 de agosto de 1992.

En una pausa durante la actuación, Rosende pidió que levantasen la mano los asistentes a aquella cita en el estadio del Celta, y se vieron muchos brazos alzados entre un público mayoritariamente veterano. Había ganas de escuchar el repertorio del grupo de Mark Knopfler después de dos años de parón pandémico. Tanto es así que Vigo ha acogido en apenas 14 días a dos bandas de tributo gallegas de Dire Straits: Brothers in Band, la antigua banda de Rosende, y que actuó el 6 de mayo en el Teatro Afundación, y estos Great Straits que son el 60% de los antiguos Brothers in Band y que no ofrecieron un remedo de aquel recital de Balaídos, sino una combinación de temas que sonaron aquella noche y otros éxitos de Dire Straits. También dos canciones de Knopfler en solitario, “Iron hand” y “Why Aye Man”, la que una vez escuchó el teclista de Dire Straits y de Mark Knopfler, Guy Fletcher, tocada por Rosende, y pensó que era una grabación de los auténticos Straits.

El inicio con “Calling Elvis” situó a la audiencia en Balaídos, como en aquella gira de “On Every Street”, y presentó a nueve músicos sobre el escenario, igual que entonces. Entre ellos, el valenciano Pablo Gisbert a la guitarra “pedal steel”, el vigués Diego Alonso al saxofón y una potente sección rítmica con Marcos Pazos a la batería, Fran Sanz al bajo y Manu Seoane a la guitarra rítmica.

Ayudado por un juego de luces muy efectivo, el concierto fue tomando fuerza y emoción con éxitos como “Walk of Life” y “So Far Away”, ambos del álbum superventas “Brothers in Arms” (1985), y “Romeo and Juliet”, de “Making Movies” (1980). Para clavar el tono exacto de cada tema, Rosende utilizó una decena de guitarras idénticas a las de Knopfler, entre ellas varias Fender Stratocaster, Gibson Les Paul y un dobro, la preciosa guitarra resonadora plateada que ilustra la portada del citado “Brothers in Arms”. La balada que da el título a este disco integró la sección central de concierto, que comenzó con “Where do you Think You’re Going”; la canción de 1979 que le impulsó a Rosende aprender a tocar de forma autodidacta, un afortunado “accidente”, así como “Your Latest Trick” y el éxtasis con “Tunnel of Love”, que puso al público en pie por primera vez, “Two Young Lovers” y la también magistral y celebradísima “Telegraph Road”.

Después de las archiconocidas “Money for Nothing” y “Sultans of Swing”, toda una exhibición de la depurada técnica de Rosende a las seis cuerdas, llegaron los bises con “Iron Hand” (acertado dúo de guitarra acústica y “lap steel guitar” con Pablo Gisbert), “Solid Rock” y “Going Home”, célebre tema instrumental de la película “Local Hero” (1983).

Rosende aprovechó para presentar a toda su banda y al equipo técnico que le acompaña, responsable de un despliegue de medios que nada tiene que envidiar a cualquier banda de talla nacional, y eso que la acústica del Mar de Vigo, manifiestamente mejorable, supone un desafío para cualquier técnico de sonido.

Tal vez ser superfan de un grupo no sea imprescindible para liderar una banda de tributo, pero no hay duda de que tiene que ayudar mucho. Óscar Rosende es un fan acérrimo de Dire Straits y se nota. Los grupos de tributo corren a veces el riesgo de atravesar la fina línea que separa lo sublime de lo ridículo, pero ponerle pasión y convicción a lo que se hace les salva de caer en lo segundo. Es lo que ocurre con estos Great Straits, que logran convencer y entusiasmar a un público que disfrutó hace 30 años de unos Dire Straits apabullantes por su extraordinario empaque y por su sonido impoluto pese a reunir a 9 instrumentistas sobre el escenario. Algunos espectadores se vieron transportados al pasado, como una mujer que, visiblemente emocionada, le dio las gracias personalmente a Óscar Rosende después del concierto por interpretar tan magistralmente las canciones del grupo favorito de su marido, fallecido hace unos meses. La música, como el amor, logra hacernos viajar en el tiempo.