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“Pisó esta Escuela y se hizo querer”

Profesores de la Escuela municipal de artes y oficios que inspiraron personajes de “El último barco” admiran la tranquilidad y sentido del humor de Villar: “Era impresionante”

Profesores de la EMAO que vivieron el proceso de creación de “El último barco” con Domingo Villar: el de orfebrería Eduardo Álvarez Blanco; de gaitas Carlos Corral y de cerámica, Miguel Vázquez. José Lores

Entre los renglones invisibles que separan la ficción de la realidad en las novelas, Domingo Villar dejó escrita en “El último barco” la del jefe de la protagonista, Mónica Andrade. Es Miguel Vázquez, en realidad un maestro ceramista de la Escola de Artes y Oficios de Vigo (EMAO), a quien el escritor conoció e incluyó luego en su tejido literario. También reescribió al profesor de instrumentos populares gallegos, Carlos Corral, en la misma época en la que conoció y luego trabó amistad con el docente de orfebrería Eduardo Álvarez.

Escrupuloso, serio en su trabajo. Entrañable y comprometido. Con una profunda humanidad. Amable, cercano y tranquilo. Muy tranquilo. Profesores de la EMAO viguesa aseguran con honda tristeza que “el recuerdo de Domingo Villar en la Escuela es notorio; llegó y se hizo querer”. Durante el largo proceso de creación de la novela –que Villar reescribió prácticamente entera– visitó en varias ocasiones esas dependencias del céntrico edificio de García Barbón en Vigo, en el que presentaría la obra en marzo de 2019. “Revisaba constantemente, no solo los personajes, sino la atmósfera y los elementos arquitectónicos que describía en sus novelas”, añaden.

“Revisaba no solo los personajes, sino la atmósfera y la arquitectura...”

“Tenía cara de despistado cuando apareció por aquí. Entró por la biblioteca y recuerdo que preguntó por Armesto Faginas [escritor, periodista y exdirector de FARO que en aquel entonces dirigía la EMAO]”, explica el profesor de orfebrería ya jubilado tras 43 años como docente, Eduardo Álvarez Blanco. La tristeza ocupa los minutos iniciales de la conversación, que luego transitan por el cariño y rematan con la catarata de recuerdos. Entre ellos, la conversación sobre “los fantasmas de la Escuela”, que mantuvo, en un tono de realismo mágico cunqueiriano y que también llegó a tocar una pintura del primer médico que diagnosticó un caso de cólera en España y primer cronista oficial de Vigo, Taboada Leal. Puro material literario.

“Como persona, era genial. Me reía mucho con él; estaba dotado con un gran sentido del humor y era muy simpático. Ahí nació una amistad sincera y profunda que se fue expandiendo en el tiempo”. Mientras hablamos, Eduardo revisa un último mensaje de Domingo Villar, invitándole a una exposición de orfebrería. “Era una persona muy querida aquí”, sostiene aún con el cuerpo destemplado por la noticia del fallecimiento. El tríptico de la presentación de “El último barco” aún está en el corcho de las gobernanzas, en la entrada a mano derecha.

“Era muy receloso con los datos. ¿Qué diferencias hay entre caolín y cerámica?, me preguntaba”, prosigue el maestro Miguel Vázquez.

“Empiezo los libros con decenas de libretas llenas de notas que he ido cubriendo mientras me documentaba y en las que me voy a apoyando cuando comienzo a escribir. Luego, a medida que pasan los meses, la literatura toma el mando y dejo de ser fiel al plan original”, indicaba Villar en una entrevista en FARO. Y Vázquez no pasa por alto el peculiar bloc de anotaciones que Domingo Villar usaba aquel día que le consultó para plasmar sus informaciones. No era otra ¡que una cartilla del banco! “Me hizo mucha gracia y lo recuerdo perfectamente; no sé si estaba totalmente en blanco, o contenía páginas con operaciones bancarias”, añade el profesor de cerámica.

“La Escuela de Artes y Oficios es un lugar en el que se aprenden oficios tranquilos. Aún queda un espacio para la artesanía. La EMAO es como una burbuja en este Vigo tan hirviente”, aseguró el autor el día que presentó su obra en esa localización. “Muchas veces pasamos por delante sin percibir la sutileza y la paz que hay dentro. Es un homenaje a los artesanos, pero también a todos los que hacen las cosas despacio, con calma”, aseguró Villar sobre la presencia del escenario en la novela.

Estaba comprometido con los procesos que se realizan lentamente, como las enseñanzas de las disciplinas artesanas que impartimos en la escuela y de las que era un gran defensor”, explican los docentes con gran tristeza. El experto en cerámica Miguel Vázquez no ahorra calificativos para el autor que lo convirtió (también) en personaje literario.

“La trama no es lo primero que busco en mis novelas sino encontrar el escenario, el ambiente en el que quiero desarrollar la historia. Una tarde, entré en la Escuela Municipal de Artes y Oficios de Vigo. Lo que encontré allí me pareció mágico y me pregunté cómo era posible que, habiendo pasado tantas veces frente al edificio, no hubiese sabido hasta entonces qué se cocía allí dentro. Aquel día decidí que una parte fundamental de la novela se desarrollaría en la escuela. El resto, la trama y las demás localizaciones, llegaron después”, reconoció el autor. Esa última novela publicada de Domingo Villar, que citaba en los agradecimientos a quienes hacen las cosas despacio, recaló en el amor por la artesanía, en los sabios que se expresan con las manos. Y en la belleza de la fragilidad. Una fragilidad que la salud, a veces, comparte con la cerámica.

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