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Martín Puñal | Arquitecto gallego confinado en China

“Ha habido verdadero odio por parte del resto de China hacia Shanghái”

“Hubo mucha tensión en general, aunque ahora noto más resignación, como si lo peor ya hubiese pasado” | “El mayor miedo es dar positivo y tener que ir a un centro de aislamiento”

Puñal se asoma en su casa en Shanghái.

El arquitecto gallego Martín Puñal lleva 6 años en China y en la actualidad está confinado con su novia china en su piso de Shanghái, ciudad de 26 millones de habitantes. Vive en una urbanización de cuatro torres de 30 plantas cada una; en total son unos 5.000 vecinos, una población similar a la de su pueblo, Malpica de Bergantiños. Lleva tres semanas de encierro, que solo puede romper para hacer un test diario, dar un paseo por la urbanización o recoger pedidos. Puñal es también futbolista en categoría de aficionados, aunque lleva un mes sin poder practicar este deporte.

–¿Puede relacionarse con los vecinos de la urbanización?

–Sí, de hecho, se han creado varios grupos de WeChat para hacer pedidos. Además, intercambiamos cosas, las vendemos o las damos. Por ejemplo, nosotros tenemos demasiadas verduras y productos frescos, por lo que se lo hemos regalado a señoras mayores de nuestra torre que pueden tener problemas para hacer pedidos con el móvil.

–¿Shanghái llevaba una política de “cero COVID” más flexible que otros territorios de China?

–No fue cero COVID al iniciarse el último brote que nos ha llevado a esta situación. Ya en el penúltimo brote, ocurrido en una tetería, cerraron solo dicha tetería, nada más. Además, el líder de la CDC [centro de control de enfermedades] de Shanghái ya llevaba tiempo abogando por convivir con el virus, en contra de las premisas generales en China (convivir con el virus cuando haya 85/90% vacunados y con una tasa de letalidad que sea igual a la gripe). Se iba cerrando o confinando caso por caso, no zonas generales. Hace un mes, al inicio del brote, tenía amigos confinados al lado de mi casa, pero yo hacía vida normal y las terrazas seguían llenas. Hubo partidos de fútbol hasta el día antes del confinamiento general, cuando cambiaron la política. La estrategia era diferente. Esto generó desconfianza y una ola de odio en el resto de China, pues nadie fuera de Shanghái, ciudad más internacional, quería arriesgarse a convivir con el virus cuando llevaban 2 años haciendo vida normal. Se empezó a aislar a Shanghái desde el resto de China. Además, en Shenzhen hubo un brote al mismo tiempo que en Shanghái, se confinaron una semana, y ahora ya están haciendo vida normal de nuevo. Debido a que la situación se descontroló por la nueva estrategia de Shanghái, apareciendo ya miles de casos al día, Beijing intervino y exigió que se cumpliese el cero COVID. Evidentemente, ya era muy tarde, ómicron se contagia muy rápido, y solo hemos empezado a ver reducción diaria de casos hace unos días.

–¿Qué le dice su familia y amigos en Galicia de esta situación?

–Nada reseñable. Evidentemente, han visto las exageraciones típicas de estos casos en redes, que por ser en China se suelen exagerar incluso más, y creen que lo estoy pasando mal. Sin embargo, nunca me ha faltado comida, ni mucho menos. Por poner un ejemplo, el grupo de WeChat de extranjeros de la urbanización ha hecho una compra colectiva de unos 400 euros en chocolate. Otra chica pidió McDonald’s, que, como otros negocios, se ha adaptado y ofrece ofertas especiales para la situación, generalmente con más cantidad de comida y, consecuentemente, más caras. La situación es normal dentro de lo extraordinario de confinarse. Yo lo llevo bien, personalmente. Sin más.

–¿Le sobran alimentos?

–Tenemos demasiada comida. La hemos tenido que regalar. Al principio, las autoridades dijeron que nos confinaríamos 5 días, por lo que ya teníamos comida para ese tiempo y un poco más. Al alargarse, la empresa de mi novia envió un cargamento de comida, y esta semana otro (casi 100 huevos, mucha verdura, agua, aceite, 3 kilos de ternera...). Las autoridades también nos mandaron comida gratis, dos cargamentos con productos básicos.

–¿Cómo piden la comida? ¿Se pueden elegir los productos?

–Se hacen pedidos colectivos, por norma, ya que los individuales implicarían demasiados repartidores (somos una urbanización de más 5.000 personas y en China es muy común pedir a domicilio) aunque, como he indicado, también se pueden hacer pedidos individuales desde hace unas dos semanas. Así, se montan grupos de WeChat por parte de gerentes de la urbanización, líderes o gente que toma el mando para carne, pescado, patatas... al principio eran productos básicos, pero desde hace más de una o dos semanas empecé a ver compras a KFC y demás. Hay grupos por torre, por pisos y también uno de extranjeros. Los extranjeros suelen comer peor y pedir productos importados más caros, por lo que nosotros nos apañamos con lo que nos mandan nuestras empresas y el gobierno y alguna cosilla puntual pedida en grupo con los vecinos de la torre.

–¿También le sacan la basura?

–La dejamos en el rellano y los voluntarios la sacan por la mañana.

–¿Cómo consiguen atender los voluntarios a 26 millones de habitantes?

–Cada urbanización tiene su propia organización. Al final, vive más gente aquí en mi urbanización que en mi pueblo en Galicia. Hay gerencia, voluntarios para hacer test, voluntarios para sacar la basura, voluntarios para recoger comida y repartirla y los ciudadanos también colaboramos si hace falta: yo mismo ayudé a repartir fruta una noche por toda la urbanización. En WeChat se organiza todo muy rápido, en todos los sentidos. Muy inmediato.

–¿Teme dar positivo y tener que ir a algún centro de aislamiento, donde las condiciones pueden no ser muy cómodas ni salubres?

–Sí, el mayor miedo es dar positivo y tener que ir a un centro de aislamiento. Te puede tocar un hotel de 5 estrellas o un pabellón recién construido. Todos los casos que conozco, tampoco muchos, han ido a hoteles buenos o se han quedado en casa sin ir. En general, aparte de las míticas exageraciones por un lado y por otro, no creo que las condiciones estén peor que el Zendal en su día, por poner un ejemplo, pero claro, nadie quiere estar una semana fuera de casa en esta situación. He leído que han actualizado la política y se empezará a permitir que quedes en casa si eres positivo. También he visto que mucha gente en la ciudad ya puede salir a la calle e ir por su barrio. Creo que irán relajando medidas poco a poco.

“La indignación no va tanto al tener que encerrarse y protegerse en sí, sino a Shanghái, a las autoridades, por no aplicar el COVID cero antes y a tiempo”

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–Hemos visto en redes sociales la imagen de un niño separado de sus padres para aislarlo cuando dio positivo, y perros sacrificados. ¿Le consta si esto sigue ocurriendo?

–Todo lo que comenta sale aquí. De hecho, todos los vídeos que veis en Twitter y demás salen de WeChat o Weibo. He visto cosas peores en ellas que en Twitter. Lo de separar a los niños fue la política inicial al aplicar el cero COVID (cuando vinieron desde Beijing a aplicarla tras destituir a las autoridades en Shanghái), llegaron siendo muy intransigentes, mostrando autoridad, y se cambió la medida por protestas en redes de la gente. No duró mucho, un par de días. Lo del perro también lo vi, fue un voluntario desalmado que, debido al estrés y la presión, supongo, mató al perro en vez de hacerse cargo de él. Esto también se protestó mucho en WeChat y demás. Situaciones extraordinarias como estas pasan y seguirán pasando, porque en una ciudad de 26 millones de personas ocurren muchas cosas. Hoy mismo [por el sábado] mi urbanización ha tenido otro positivo porque una señora mayor fue a dar un paseo y se puso a hablar sin mascarilla con todos los repartidores que llegaban a la urbanización. Ya sé que la imagen en España es que China es un sitio obtuso y autoritario, pero la realidad es mucho más compleja y el poder de la ciudadanía en casos a pie de calle es mayor que las autoridades que implantan orden.

–¿Ha visto expresiones de descontento y hartazgo de la población?

–Sí noto que la gente está a disgusto respecto a cómo se ha manejado la situación. La indignación no va tanto al tener que encerrarse y protegerse en sí, sino a Shanghái, las autoridades, por no aplicar el COVID cero antes y a tiempo. Aquí se compara la situación con lo que comenté antes de Shenzhen, donde ya hacen vida normal, y la frustración se descarga en las autoridades. Además, se critica el manejo del tema de suministros y la falta de organización de los días posteriores al fin del primer período de confinamiento (5 días), que se acabaron alargando y en el que seguimos. Se ve por redes que mucha gente no previó la extensión y tuvo problemas para conseguir comida. También noto un movimiento más “internacional” de querer convivir con el virus, simplemente, aunque está demostrado, como se ve ahora en Corea del Sur, que convivir con el virus, y haciendo cálculos, implicaría unas 30.000-60.000 muertes en Shanghái.

Sin embargo, lo que más me llamó la atención de todo esto fue el odio en redes hacia Shanghái cuando la ciudad intentaba una aproximación diferente al COVID cero. Había un verdadero odio por parte del resto de China hacia Shanghái, a la que acusaban de arrogante por querer convivir con el virus y forzar al resto de China a hacer lo mismo.

–¿Ha visto que la censura actúa para tapar estas cosas?

–Como siempre por estos lares, en el momento en el que una opinión que amenace el orden público alcanza cierto rango de gente, se borra. Sin embargo, cuando se borra, generalmente ya ha sido leída por todo el mundo, por lo que el proceso es absurdo. La censura se aplica en casos extraordinarios. Además, Weibo y, sobre todo, WeChat, están constantemente llenas de bulos y noticias falsas, y solo se censuran las que se hacen demasiado virales. Ha habido mucha tensión en general, aunque ahora noto más relax y resignación en general, como si lo peor ya hubiese pasado.

Vallas verdes sellan casas y tiendas en Shanghái, el sábado. J. Wong

La ciudad, que registra un récord de muertes por COVID-19, sella edificios con vallas



Shanghái registró ayer 39 fallecidos, su mayor cifra diaria en la pandemia, y suma así 87 muertos, una cifra pequeña –para los estándares occidentales– en una megalópolis de 26 millones de habitantes. En cuanto a los contagios, ayer se detectaron 1.401 casos sintomáticos, una cifra bastante inferior a la que viene registrando Galicia día tras día desde hace meses. En cualquier caso, la política de “tolerancia cero” contra el virus ha llevado a las autoridades a sellar tiendas y edificios con vallas, según reflejaron agencias de información internacionales como Reuters. Además, 22 casos detectados en Pekín (con 21 millones de habitantes) han puesto a la capital china en alerta. La ciudad de Shanghái quedó paralizada el pasado 5 de abril, tras el fracaso inicial de la cuarentena en dos fases a ambos lados del río Huangpu. Martín Puñal explica la dificultad de mantener a raya los contagios de ómicron en una urbe como Shanghái: “En esta ciudad nunca estás solo, el contacto humano es constante –subraya–. Dejar estar a esta variante del virus libre 2 o 3 semanas equivale a que te cueste más de un mes revertir la situación. Además, es simplemente imposible controlar a todo el mundo”, asegura el arquitecto gallego.

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