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La falsa seguridad del amigo

Varios grupos de personas, en una terraza del centro de Vigo. | // MARTA G. BREA

El SARS-CoV-2 no entiende de parentesco ni afinidades, pero sí quien se protege frente a él. Una investigación reciente realizada por la Universidad Carlos III de Madrid muestra que los individuos se sienten más protegidos y, por consiguiente, adoptan menos medidas de seguridad, cuando asocian el riesgo de infección con personas de su círculo más cercano. Este fenómeno se conoce como “efecto amigo-escudo”.

“Los sentimientos de seguridad provocados por las relaciones psicológicamente cercanas pueden mitigar las percepciones de riesgo de COVID-19 incluso cuando el riesgo de infección real del virus involucra a personas anónimas y no a amigos cercanos”, explican las investigadoras Eline de Vries y Hyunjung Crystal Lee, autoras del estudio, que se publica en el “Journal of Experimental Psychology”, revista de la Asociación Estadounidense de Psicología.

Durante dos años de pandemia, medidas de protección sanitaria como el uso de la mascarilla, la distancia interpersonal y la higiene de manos han formado parte del día a día. Sin embargo, a la hora de decidir cuántas de estas medidas usar o si cenar en el interior de un restaurante, el individuo sopesa el riesgo de infección que corre al exponerse a otras personas. ¿Por qué? Según las investigadoras, porque la sensación de vulnerabilidad disminuye si se trata de personas allegadas. Las burbujas como otra medida preventiva también pueden acentuar, dicen, la falsa sensación de seguridad en el grupo interno ante el riesgo de infección.

Un estudio español revela que los individuos relajan más las medidas de protección sanitarias cuando asocian los riesgos del COVID con personas de su círculo más cercano

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“Limitar las interacciones a amigos cercanos y miembros de la familia es una medida protectora común para reducir el riesgo de transmisión de COVID-19, pero los hallazgos del estudio demuestran que esta práctica también, involuntariamente, crea otros problemas, en el sentido de que las personas tienden a percibir riesgos reducidos para la salud y se involucran en conductas potencialmente peligrosas para la salud”, explican las investigadoras, que comenzaron este estudio para intentar entender este “sesgo aparentemente irracional”.

El equipo realizó un estudio de campo y cuatro experimentos en línea con ciudadanos estadounidenses durante abril de 2020 y febrero de 2021 para intentar descubrir qué sucede en una amplia gama de supuestos: cuando se piensa en un amigo mientras se leen noticias relacionadas con la pandemia, cuando se persibe a un amigo como la fuente de una infección previa por SARS-CoV-2 y cuando se observa la presencia de amigos durante una posible exposición al COVID en espacios cerrados.

Las investigadoras encontraron que las personas tenían comportamientos de protección más laxos cuando el riesgo de infección estaba asociado con amistades cercanas. Incluso los individuos que pensaron en un amigo antes de leer noticias relacionadas con la enfermedad, decidieron comprar menos artículos de protección de la salud, como mascarillas y desinfectantes para manos, y percibieron una menor probabilidad de infección, en comparación con quienes pensaron en un conocido. Este comportamiento señala que, en presencia de multitudes, los individuos se relajan más con las medidas de protección cuando asocian los riegos con los amigos.

"Los sentimientos de seguridad generados por las relaciones psicológicamente cercanas pueden mitigar las percepciones de riesgo de COVID-19", afirman las investigadoras

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Del mismo modo, en otro estudio, los participantes que atribuyeron su infección por COVID-19 a un amigo planeaban gastar menos de la mitad en artículos de protección de la salud que los que la asociaban con un conocido o un desconocido. Además, los infectados por amigos o familiares tenían menos probabilidades de pensar que se volverían a infectar que los infectados por conocidos o extraños.

El estudio también halló que el efecto amigo-escudo es más prominente entre las personas que perciben una mayor brecha entre aquellos con los que se sienten cercanos (endogrupo) y con los que se sienten distantes (exogrupo). “En EE UU los conservadores tienden a tener unos límites más claros entre el grupo interno y el externo que los liberales [progresistas], y por esta razón encontramos que los conservadores mostraron un efecto amigo-escudo más fuerte que los liberales”, explican las investigadoras en un artículo que publican en “Sciencie Media Centre España”, que matizan que se necesitan estudios futuros para abordar cómo se relaciona el efecto amigo-escudo con las orientaciones políticas en España.

Con base en estos hallazgos, afirman que las campañas de salud pública sobre la enfermedad deberían advertir contra la tendencia de las personas a participar en comportamientos menos protectores cuando el riesgo de infección está asociado con amigos y familiares, “aunque solo sea de manera tangencial”. Además, creen que sería recomendable personalizar los mensajes, según la ideología política.

José Durán ALBA VILLAR

"Tenemos que volver a confiar en que los demás no nos van a contagiar”

José Durán - Sociólogo de la Universidad de Vigo

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José Durán, sociólogo de la Universidad de Vigo (Uvigo), considera normal que el individuo valore de forma distinta las situaciones cuando está entre amigos que ante extraños. Sin embargo, también advierte de que la vida social se paralizaría si dejásemos de confiar en los individuos y en las situaciones ajenas a nuestro círculo.

–¿Por qué nos sentimos más seguros frente al COVID si estamos con personas cercanas?

–La confianza que tenemos en las personas de nuestro círculo más cercano nos da una mayor seguridad para actuar cuando estamos en su compañía en distintos ámbitos de la vida; así dejamos de evaluar las situaciones como lo haríamos cuando estamos ante desconocidos. Esto explicaría también la mayor seguridad que tenemos ante el COVID. En principio eso es muy bueno, y no irracional, como se dice en este estudio, porque la vida social se basa en la confianza mutua.

–¿La cercanía que tengamos con las personas con las que estemos puede influir en que nos quitemos o no la mascarilla en interiores, por ejemplo?

–Partimos de una situación de inseguridad de dos años de pandemia en la que tuvimos que llevar mascarilla. Para adquirir otra vez seguridad no basta con que las leyes nos liberen de su uso, es necesario que poco a poco, en nuestras interacciones cotidianas, vayamos cogiendo confianza en que los demás no nos contagiarán, y este será un proceso gradual que requerirá algo de tiempo.

–Según el estudio, fomentar los grupos burbuja puede ser contraproducente al acentuar la sensación de falsa seguridad. ¿Qué opina?

–Si solo vivimos en grupos burbuja dejamos de confiar en todas aquellas situaciones exteriores a dichos grupos. Esto fue necesario para impedir el agravamiento de la crisis pandémica, pero en cuanto esta se normalice y el virus se convierta en uno más de nuestro entorno, tendremos que retornar a nuestra convivencia cotidiana, sin la cual la vida social se paralizaría, al convertirse en una fuente de inseguridad y desconfianza. No obstante, lo que se ha visto ya desde hace algún tiempo es que la gente ha vuelto a relacionarse en los espacios públicos, manteniendo las medidas de seguridad, porque sin estas relaciones la vida perdería sentido.

–Apunta también la relación entre el efecto amigo-escudo y las orientaciones políticas en EE UU. ¿Cabría esperar que en España el resultado fuese similar?   

–Habría que hacer un estudio serio en España para conocer hasta qué punto hay una correlación positiva entre orientaciones políticas y desconfianza de círculos de personas externas. Con los datos proporcionados no hay elementos ni siquiera para decir algo concluyente con respecto a EE.UU. Lo que sí me parece claro, como antes decía, es que en las personas del círculo más cercano, familiares o amigos, depositamos más confianza, y que esta es necesaria para nuestra vida cotidiana. No estoy de acuerdo con lo que dicen los autores del estudio de que esta actitud es irracional, pues se trata de una forma de proceder sin la cual estaríamos siempre desconfiando de los demás, y sometiendo nuestra relaciones con ellos permanentemente a escrutinio, lo que dificultaría las relaciones sociales y la vida social en general; esto sí que sería poco razonable en términos sociales. Otra cosa es que esta confianza deba estar presente también en las relaciones públicas, en este caso no basada en un conocimiento cercano y personal, sino en la conciencia de qué sabemos cómo aquellos que no conocemos van a actuar ante nuestra presencia; esto permite que la vida social fluya sin tensiones excesivas, porque nos da seguridad en nosotros mismos y en las demás personas. Esa seguridad se adquirirá, en el caso de la nueva situación sin mascarilla, poco a poco, a medida que en nuestras interacciones sociales dejemos de usarlas, y eso, cómo comentaba, no sucederá de la noche a la mañana, con la aparición de una nueva norma, sino gradualmente.  

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