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La educación de los niños sordos

Aprender en el silencio

En Galicia hay unos 500 alumnos sordos, que estudian en un sistema de lengua oral | “Los apoyos técnicos son importantes, pero también la lengua de signos”, dice una madre

João (derecha), con sus padres, Wellington y Eliane, y su hermano Kauan. | // MARTA G. BREA

Xen tiene once años y es el único alumno sordo de su colegio. Es un buen estudiante, aunque muchas veces mantener esas buenas calificaciones le supone un esfuerzo mayor que a sus compañeros de clase porque su lengua no es la oral, sino la Lengua de Signos Española (LSE).

Para poder seguir las explicaciones del profesor en clase, este niño cangués necesita la ayuda de un equipo de FM, que consiste en un micrófono o emisor (utilizado por la persona que habla) y un receptor (utilizado por la persona con dificultad auditiva). El emisor capta la voz de la persona que habla y la envía al receptor, que, a su vez, la transmite a sus audífonos, que emplea desde que tiene seis meses.

Desde segundo de Infantil, Xen cuenta con este apoyo técnico, que sus padres lo solicitaron en el momento en que comenzó el colegio. “Tuvimos muchas reticencias al principio porque nos decían que a ver cómo iba a funcionar, sin tener en cuenta que la etapa hasta los cuatro o cinco años es fundamental para desarrollar el habla y que si se pierde después el trabajo se triplica”, explica su madre, Silvia Carril.

Xen, con sus padres, Silvia y Gavin, y su gato, en su casa de Darbo. | // GONZALO NÚÑEZ

“Las ayudas que necesita en clases son un derecho, no un privilegio”

Silvia Carril - Madre de Xen, de 11 años

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Desde segundo de Infantil, Xen cuenta con este apoyo técnico, que sus padres lo solicitaron en el momento en que comenzó el colegio. “Tuvimos muchas reticencias al principio porque nos decían que a ver cómo iba a funcionar, sin tener en cuenta que la etapa hasta los cuatro o cinco años es fundamental para desarrollar el habla y que si se pierde después el trabajo se triplica”, explica su madre, Silvia Carril.

El problema ahora es, según Silvia, que esta ayuda técnica la emplea “con mayor o menor éxito” en función de la voluntad de colaboración de cada profesor. “Hace tres o cuatro años tuvimos que cambiar de audífonos y, en consecuencia, hubo que cambiar el equipo de FM, y la profesora decía que no funcionaba y no lo usaba. Con la pandemia, cuando retomaron las clases, la profesora nueva se negaba a usar el equipo de FM porque no estaba desinfectado. Esta ayuda técnica es un derecho de mi hijo, no un privilegio”, se lamenta.

Además, la mascarilla dificultó aún más la comprensión. “Los niños sordos se apoyan mucho en la lectura de labios y facial. La expresión es fundamental para ellos, para comprender y para recibir matices, y con la mascarilla esto es imposible. Como la profesora no usaba el equipo de FM, condenaba a mi hijo a no enterarse de nada. Por desgracia, en el centro nunca nos facilitaron apoyo de lengua de signos, que es esencial”, argumenta Silvia.

Hace unos meses, la Confederación Estatal de Personas Sordas (CNSE) exigía al Ministerio de Educación y Formación Profesional que se comprometiera con una educación bilingüe en lengua de signos de calidad, un derecho que reconoce tanto la Convención de la ONU sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad como la Ley 27/2007, que obliga a las administraciones educativas a facilitar a las personas sordas la LSE como lengua vehicular y la prestación de servicio de intérpretes.

“Las ayudas técnicas son muy importantes, pero la lengua de signos también, y pueden convivir las dos sin ningún problema. Esto ayuda a que un niño se desenvuelva y crezca, y tenga toda la información y todas las herramientas necesarias”, argumenta.

Desde que nació, Xen ha ido a diferentes terapias, primero a estimulación temprana, y después a logopedia, primero en el Hospital Xeral de Vigo y después, al interferir con la escuela, a una consulta privada. Además, desde hace cuatro años, Xen recibe apoyo de un especialista en LSE de la Federación de Asociacións de Persoas Xordas de Galicia (FAXPG) que va al centro, una hora a la semana, para enseñarle esta lengua. “Este año, por falta de colaboración del centro solo tenemos media hora –se lamenta–. Por suerte, Xen no tiene problemas con sus compañeros, socializa bien, pero el apoyo institucional es nulo”.

“El implante coclear se le colocó tarde, por lo que oye, pero no habla”

Wellington de Oliveira - Padre de João, de 7 años

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Según la FAXPG, la figura del especialista en LSE, no implantada en el sistema educativo, debería estar presente en las aulas con alumnado sordo para enseñarle lengua de signos y como referente adulto. “Estos profesionales no solo deben figurar y acudir de forma puntual al centro, sino que deben estar todas las horas que el alumno o alumna necesite para garantizar que su comunicación e inclusión en el aula sea plena”, afirma el presidente de la federación, Íker Sertucha.

João cursa primero de Primaria en un colegio vigués. Es su primer curso en Galicia, ya que llegó hace siete meses de Brasil, donde, en 2019, se le colocó un implante coclear –pequeño dispositivo electrónico que ayuda a las personas a oír–. “Como se le implantó muy tarde, el niño oye, pero no habla”, explica su padre, Wellington de Oliveira.

En clase, dispone de ayuda técnica y del apoyo de un intérprete. El reto de este pequeño de siete años es doble. Por un lado, tiene que aprender una nueva lengua oral y, por otro, una lengua de signos que no es su lengua materna. “João habla la lengua brasileña de signos, que es la que hablamos en casa con él, pero la española es nueva para todos nosotros”, explica Wellington. Por ello, sus padres y su hermano Kauan, de 8 años, los tres oyentes, también van a clases de LSE.

Según Wellington, en el colegio donde estudia João hay otros niños sordos, algo que para la CNSE es importante, ya que hace que estos alumnos no sean la excepción del aula.

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