Uno de cada cuatro menores de 18 años (el 25.24%) reportaron tener al menos uno o más síntomas de COVID persistente, según el metaanálisis más amplio que se ha hecho hasta la fecha sobre este problema. Las principales secuelas fueron cambios de estado de ánimo (tristeza, tensión, enfado, depresión y ansiedad) en el 16.5%; fatiga en el 9.66% y alteraciones del sueño (insomnio, hipersomnia y baja calidad del sueño) en el 8.42%. Las 7 científicas que han elaborado este estudio, pendiente de revisión por pares, son las mismas que realizaron la revisión sistemática de COVID persistente en adultos publicada por “Scientific Reports” en 2021, uno de los estudios más consultados sobre secuelas de COVID-19, y que adelantó FARO en febrero de ese año. Entre ellas se encuentra la neurocientífica gallega Sonia Villapol, del Instituto de Investigación del Houston Methodist Research Institute (EE UU).

Villapol explica a FARO que este “estudio de estudios” (se seleccionaron 21 entre 8.373) abarca el mayor número de participantes: 80.000 niños y adolescentes de 13 países, incluidos Brasil, Rusia, Alemania, Gran Bretaña, Francia, Italia y Turquía. “En comparación con nuestro trabajo anterior en adultos, el COVID prolongado pediátrico tiene una incidencia mucho menor, tanto en número como en gravedad”, añade. En dicho estudio se concluía que el 80% de los pacientes adultos desarrollaron al menos uno de 55 síntomas descritos.

“Identificamos más de 40 síntomas en niños que abarcan diferentes sistemas y órganos, y los más comunes fueron los neuropsiquiátricos (cambios de humor, fatiga, dolor de cabeza, alteraciones cognitivas, mareos...), seguidos de los cardiorrespiratorios (congestión nasal, opresión en el pecho, tos), dermatológicos y gastrointestinales”, apunta la investigadora lucense.

Los pacientes reportaron secuelas independientemente de la severidad de su infección: asintomáticos o con COVID leve, moderado, grave o severo. “Me sigue sorprendiendo cómo a largo plazo la infección por SARS-CoV-2 en niños puede afectar a la pérdida de memoria, la confusión o los cambios de humor, a pesar de pasar la fase inicial de la enfermedad leve”, resalta la científica gallega desde Texas.

La autora principal, la doctora Sandra López-León, de la Universidad de Rutgers (EE UU), señala que este estudio “muestra una fotografía completa de los síntomas que se están presentando en menores de edad después de haber tenido COVID-19”.

Sandra López-León, doctora en epidemiología genética.

Uno de los requisitos para incluir estudios en este metaanálisis (cuyo título es “Long COVID in children and adolescents: a systematic review and meta-analysis”) es que encajasen en la definición de COVID persistente del National Institute for Healthcare Excellence del Reino Unido, que consiste en síntomas que persisten a las 4 a 12 semanas o aparecen antes de 12 semanas post-COVID.

Sonia Villapol subraya que no fue fácil realizarlo, porque “los estudios tienen muchas limitaciones, en cuanto a su heterogeneidad, la calidad de la metodología en la selección de los grupos de control, ya que muchos niños nunca se hicieron la prueba del COVID, por lo que se desconoce si pasaron o no la enfermedad, y también encontramos problemas en los estudios que no evaluaron adecuadamente los síntomas, lo que nos impidió categorizar al COVID por edad o gravedad”.

Uno de cada cuatro infectados menores de 18 años presenta COVID persistente

“Esperamos que ayude a padres, profesores y pediatras a identificar y tratar estos síntomas”

Sonia Villapol - Neurocientífica

El COVID persistente en adultos parece ser más frecuente en mujeres que en hombres, una tendencia que no se repite en niños y adolescentes. “No pudimos detectar diferencias de género cuando se trata de COVID persistente en menores –precisa Villapol–. Casi todos los estudios presentaron la mitad de niños afectados y el resto de niñas. Seguramente las diferencias en el sistema hormonal e inmunológico que provocan una propensión a padecer COVID persistente en mujeres son sistemas aún inmaduros en la infancia y no se reflejan en las niñas”, indica.

Otra de las conclusiones es que los menores de 18 años con COVID tienen 10,68 veces mayor riesgo de tener pérdida de olfato y gusto, 2,69 mayor probabilidad de tener disnea y 2,23 más de presentar fiebre que quienes no tuvieron COVID.

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“Esperamos que nuestro estudio ayude a los padres, profesores y pediatras a identificar y tratar estos síntomas asociados con el COVID persistente en niños”, concluye Sonia Villapol.