Se cometieron muchos errores durante la pandemia. Unos por falta de visión, de preparación, de recursos y de capacidad de gestión, y otros por empecinamiento. Con esto último me estoy refiriendo al posicionamiento inamovible de la OMS sobre los mecanismos de transmisión del SARS-CoV-2.
En un principio señaló que se producía por gotas y por contacto con superficies, estableciéndose la distancia de seguridad de 1 a 2 metros, la higiene de manos y la desinfección de superficies como las medidas importantes para evitar infectarse. La desinfección de superficies se exageró hasta el extremo de cerrar parques y jardines, fumigar las calles y hacer que la población al regresar a casa desinfectase la compra, dejase fuera los zapatos y metiese la ropa en la lavadora, e incluso se duchase... llegándose al punto de desinfectar a las personas.
Pronto se comenzó a ver que no eran las gotas sino los aerosoles los realmente importantes en la transmisión (contagio en un restaurante de Guangzou durante la comida de Año Nuevo de 2020, contagio en un autobús entre los asistentes a un rito budista, transmisión en un centro de llamadas en Corea del Sur, transmisión durante un ensayo en la Facultad de Ingeniería Forestal de Pontevedra del aula de música tradicional de la Universidad de Vigo, y la transmisión durante un ensayo del coro Skagit Valley de la Iglesia Presbiteriana de Mount Vernon, Washington), y a medida que pasaba el tiempo se fueron generando más y más evidencias de la transmisión por aerosoles, pero la OMS se mostraba muy reacia a reconocerlo. Sin embargo, la publicación el 4 de julio de una carta firmada por 239 científicos de todo el mundo en “The New York Times” solicitando el reconocimiento de la transmisión por aerosoles, la llevó a publicar el 9 de julio de 2020 un nuevo documento abierto a la posibilidad de dicha transmisión, si bien considerando que aún no había suficiente evidencia.
La transmisión por gotas no se había demostrado, se trata de una creencia, una hipótesis de Charles Chapin, influyente investigador en Salud Pública, que en 1910 se convirtió en un dogma sin pruebas que basó en que “la transmisión en proximidad demostraba el contagio por gotas”. Pero esa no fue la única creencia equivocada, también la errónea atribución al ingeniero de Harvard, William Wells (1934), que las partículas mayores de 5 micras caen rápidamente al suelo, cuando él se refirió a las mayores de 100 micras. Los aerosoles de 50 micras pueden flotar en el aire el tiempo suficiente para ser inhalados.
Las exhalaciones, los estornudos y la tos, son una nube de gas turbulento que transporta gotas de diferentes tamaños que alcanzan mayores distancias y perduran más tiempo en suspensión. Es como un humo que si porta partículas infecciosas y lo inhalamos nos va a infectar. Es más probable inhalar un aerosol que ser impactado por gotas en la mucosa ocular, nasal o bucal. Eso exige mucha puntería; además, si se transmitiese por gotas la difusión de la infección tendría que haber sido mucho menor dado el enmascaramiento colectivo. Las gotas gruesas solo son importantes si alguien te tose o te estornuda en la cara.
En cuanto a las superficies, se había asumido un riesgo significativo de transmisión del SARS-CoV-2, en base a unos pocos estudios experimentales, realizados en condiciones que poco tienen que ver con escenarios de la vida real. Los informes que sugieren la transmisión del SARS-CoV-2 a través de superficies o fómites son muy escasos y circunstanciales y en ninguno se ha podido probar. La posibilidad de transmisión a través de superficies inanimadas es remota, y solo posible si una persona infectada tose o estornuda sobre una superficie y alguien la toca poco después (dentro de 1 a 2 h) y se lleva los dedos a la boca, ojos o nariz. Si esto fuera lo que ha estado propagando la pandemia, no sería tan difícil de demostrar. Es posible que pueda haber contagios de este tipo (por superficies y fómites), en el entorno de los enfermos en el hospital (almohadas, sábanas, mesita de noche, barandillas de cama,...) o en casa, pero que sean difíciles de detectar dado que las personas que entran en contacto con esas superficies o fómites potencialmente infecciosos también están expuestas a los aerosoles y a las gotas de los enfermos, resultando difícil distinguir si la transmisión ha sido por aerosoles, gotas respiratorias o por superficies y fómites, pero esta última es muy poco probable. La OMS informó el 17 de mayo de 2020 que no se cuenta con pruebas concluyentes para afirmar que el virus pueda transmitirse por el contacto con una superficie, pero, ante la falta de evidencias sólidas, mantiene su recomendación de desinfectar todas las superficies y objetos, dentro de las posibilidades de cada uno, para tranquilidad de la población. A día de hoy, con más de 450 millones de casos de COVID-19 confirmados a nivel mundial, no se ha demostrado ningún caso de contagio por contacto con superficies. Si esto fuera lo que está propagando la pandemia, no sería tan difícil de demostrar.
Con el conocimiento actual podemos afirmar con total seguridad que la transmisión del SARS-CoV-2 se produce fundamentalmente por aerosoles y también en menor frecuencia por gotas, y que las superficies y fómites no juegan prácticamente ningún papel en su transmisión, si bien como medida de precaución debe realizarse la higiene de manos y la limpieza de las superficies en especial en el entorno de los enfermos en el hospital y el domicilio.
Otro gallo cantaría, y mucho sufrimiento, enfermedad y muertes se habrían evitado si la OMS no se hubiera empecinado en poner en duda la transmisión por aerosoles y se hubiera informado a la población de que para protegerse tenía que ventilar los espacios cerrados, reducir el número de personas en ellos, fomentando el teletrabajo, llevar mascarilla FFP2 bien ajustada, mantener las distancias de seguridad, y realizar frecuente higiene de manos.
*Profesor emérito de Medicina Preventiva y Salud Pública, Facultad de Medicina y Odontología, Universidad de Santiago de Compostela. Autor del libro “Pandemias. Las epidemias que asolaron la humanidad” (Editorial Bolanda).