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China capea la ola ómicron

El gigante asiático, que abrió sus fronteras para acoger los Juegos de Invierno, resiste con su política de tolerancia cero ante el virus

Personal del aeropuerto de Pekín con trajes protectores, contra el COVID, el pasado lunes. | // WOLFGANG RATTAY DPA

Existían serias dudas sobre si China, el país donde se inició la pandemia de COVID-19 y también el que con mayor rigor está aplicando la estategia “cero COVID”, podría mantener a raya las infecciones ante la irrupción de la variante ómicron –el virus de transmisión más rápida de la historia– y la necesidad de flexibilizar sus controles fronterizos para acoger los Juegos Olímpicos de Invierno en Pekín. Si atendemos a los datos no cabe duda de que lo han conseguido: desde el 17 de abril de 2020, cuando el gigante asiático registraba un total de 4.632 fallecidos por coronavirus, solo se han producido cuatro muertes.

Con 1.402 millones de habitantes, China detectó ayer 249 nuevos positivos, 93 de ellos por contagio local. El número total de casos activos –el total de personas que pasa la infección en un momento dado– ascendía ayer en la China continental a 2.431, diez veces menos que los que registra Galicia, con 2,7 millones de habitantes. De ellos, 18 son pacientes graves.

Además, las restricciones fronterizas no han frenado la pujante economía china, cuyo producto interior bruto (PIB) creció el pasado año un 8.1%, muy por encima de lo esperado.

Al contrario de lo que han hecho Australia y Nueva Zelanda, China no ajustará su política dinámica de tolerancia cero por el momento. El régimen chino sostiene que no puede contener el COVID-19 basándose únicamente en las vacunas, incluso cuando el 88,18% de su población está completamente vacunada. Así lo ha asegurado al periódico chino “Global Times” Wu Zunyou, epidemiólogo jefe del Centro Chino para el Control y la Prevención de Enfermedades. Mientras no disponga de nuevas medidas para evitar que las variantes importadas desencadenen una transmisión a gran escala y sin una forma efectiva de contener la epidemia, no habrá cambio de política, aseguró Zunyou.

Expertos internacionales en salud pública consideran que la preocupación del régimen de Xi Jinping por la propagación del SARS-CoV-2 es lógica, dada la debilidad del sistema de salud chino. Según datos de Reuters, China tiene 3,35 enfermeras por cada mil habitantes, mientras que en España hay 6. “La capacidad y los estándares médicos de China no son tan buenos como los de Gran Bretaña o Estados Unidos, pero los resultados de la prevención y el control del coronavirus de China son muy, muy superiores”, ha dicho Wu Zunyou a “Beijing News”.

Otro de los motivos de preocupación es la alta densidad de población de sus megaciudades: China tiene 40 urbes con una población igual o superior a la de Madrid.

El epidemiólogo chino Zeng Guang ha advertido que eliminar las medidas anti-COVID “sería catastrófico” para China. A juicio de Zeng, los países occidentales que han levantando restricciones están “obligados a hacerlo” debido a sus “dificultades sociales y económicas internas”, por lo que sus decisiones no se basan “en un juicio científico sobre salud pública”.

Como ha dicho Zeng, con la variante ómicron, altamente contagiosa, las estrictas restricciones de viaje del país asiático ya no son eficaces para suprimir del todo la propagación del coronavirus. ¿Cómo lo hacen entonces? El joven arquitecto gallego Martín Puñal, que lleva seis años viviendo en China, comenta que entre las medidas en vigor actualmente está el uso de la mascarilla en el metro, locales públicos y hospitales. “Si te la olvidas puedes comprarla en máquinas dispensadoras”, explica.

Además de esta protección, vigente también en España, los chinos tienen “un código de salud a través de las apps que tiene todo el mundo en China –apunta Puñal–. Recoge los lugares en los que has estado, y si has visitado una zona peligrosa se pone en amarillo o rojo”.

Otra medida es la medición de temperatura mediante cámaras térmicas en centros comerciales o de oficinas. Pero la más tajante es la cancelación de actividades públicas en caso de brotes. “Una vez tuvimos un brote con 3 casos en Shanghái [26 millones de habitantes] y cancelaron todo el fútbol del fin de semana –comenta el arquitecto gallego, futbolista en categoría amateur–. Son muy estrictos”.

Hong Kong, al borde del caos asistencial

La excepción al éxito chino en la contención del COVID-19 es Hong Kong. La antigua colonia británica, considerada una de las ciudades más densamente pobladas del mundo, con 7,5 millones de habitantes, no ha podido controlar el embate de ómicron y la situación sanitaria ha estado al borde del caos. Antes de esta ola, la metrópolis asiática registraba apenas 12.000 casos acumulados. Ahora supera los 40.000. Son cifras muy modestas en comparación a otras urbes del mundo, pero que han hecho a muchos residentes poner en cuestión la política de “cero COVID” que se impone desde Pekín. En estas últimas semanas han trascendido fotografías de pacientes de COVID tumbados en camas al aire libre en Hong Kong. Allí se ingresa a todos los positivos, independientemente de sus síntomas, pero solo hay 5.000 camas disponibles en toda la ciudad. Según datos recabados por la agencia Efe, la tasa de ocupación de 17 hospitales de Hong Kong con servicios de urgencias era hace 10 días del 95%, y siete de ellos ya alcanzaron o superaron su capacidad total. Otro de los grandes problemas de Hong Kong es la baja tasa de vacunación entre la población más vulnerable. Ante la escasa incidencia, muchos pensaron que no era necesario pincharse. Así, hace una semana menos del 30% de los mayores de 80 habían recibido al menos dos dosis. Centro de negocios internacional, Hong Kong mantiene unas restricciones de viaje muy estrictas, las reuniones sociales se han limitado a 2 personas y el pasaporte de vacunación, recientemente implantado, veta la entrada a centros comerciales, supermercados y peluquerías a los no vacunados.

Pacientes de COVID en Hong Kong. | // DPA

Taiwán, otro caso de éxito en la pandemia

Taiwán es otro caso de éxito en el manejo de la pandemia. Con 23,5 millones de habitantes, registra tan solo 20.304 casos y 853 fallecidos, según datos recopilados por la Universidad Johns Hopkins de EE UU. Al igual que ocurre en la República Popular China, la gran mayoría de los casos son importados, correspondientes a pasajeros de vuelos internacionales. En Taiwán utilizan varios tipos de vacunas: AstraZeneca, Pfizer, Moderna y Medigen, una vacuna local de subunidades proteicas. Una ventaja de Taiwán para mantener a raya el coronavirus es su carácter insular, aunque esto no serviría de nada sin unas estrictas medidas de prevención. El Reino Unido es también insular y siempre ha registrado altos índices de transmisión y mortalidad por COVID.

Japón acusa el embate de ómicron

Japón, otro país asiático insular, como Taiwán, ha tenido menos éxito en el manejo de la pandemia. Con sus cerca de 126 mllones de habitantes acumula 4,8 millones de casos, menos de la mitad que los de España –que tiene 47 millones de habitantes–, y 23.000 fallecidos, menos de la cuarta parte que nuestro país. La nación nipona ha tenido sus fronteras casi selladas en los últimos dos años, con algunas excepciones, y tuvo que entreabrirlas con motivo de los Juegos Olímpicos de Tokio. El martes registró un récord de muertes diarias, con 319. El pasado 9 de febrero llegó al pico de transmisión con casi 95.000 casos detectados en un día, y desde entonces la curva está en bajada.

Corea del Sur, en subida empinada

Ómicron tampoco le está poniendo las cosas fáciles a Corea del Sur, que en los últimos días está registrando más de 130.000 casos diarios. El pasado 18 de febrero superó por primera vez las 100.000 infecciones en un día, y la curva de transmisión dibuja un muro vertical. Con todo, su balance es envidiable: con casi 52 millones de habitantes ha registrado “solo” 2,8 millones de casos y lamenta únicamente 7.895 muertes.

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