“En la resolución de un conflicto, no nos interesa la culpa. sino que el alumno que ha causado el daño reconozca este daño, asuma su responsabilidad y se repare el daño ocasionado”. Así resumió ayer Juan de Vicente Abad la base de la práctica restaurativa ante un conflicto. Según el orientador escolar y profesor, esta opción no solo resuelve desacuerdos, sino que cohesiona grupos y construye comunidad.

“Hay quien dice que la medida restaurativa es blanda. La expulsión lo es más. No supone ningún esfuerzo a quien ha hecho el daño y no aporta nada. El alumno se va a casa quince días y cuando regresa lo hace sin haber aprendido nada de esa situación. Y para la víctima también es un fracaso”, explicó el educador, que en su último libro, “Convivencia restaurativa. Aprender a convivir y a construir entornos de aprendizaje seguros” (SM Ediciones), explica cómo implantar las prácticas restaurativas en los centros educativos, una propuesta que pone en foco de la educación en ayudar a aprender a vivir con otros.

Según De Vicente, la escuela no solo tiene que enseñar al alumno las materias incluidas en el currículo escolar, sino que también tiene la responsabilidad de trabajar por generar entornos saludables para que las relaciones enriquezcan al alumno.

“Los conflictos son algo inherente a las relaciones sociales. ¿Por qué no enseñar a gestionarlos? El instituto es un vivero de conflictos, pero un conflicto también puede ser una oportunidad para aprender. Si aprendemos a gestionar los conflictos en el colegio, esto nos servirá después para gestionar los que tengamos de adultos. Una buena pareja no es la que no tiene conflictos, sino la que sabe cómo gestionarlos”, comentó el invitado de Club FARO, que estuvo acompañado en el MARCO de Vigo por el también orientador escolar Javier García Barreiro, miembro de la red de centros para una convivencia positiva de Galicia.

Para ello, es necesario trabajar la empatía y crear un vínculo con los alumnos y entre los alumnos. “Hay que poner el foco en la prevención”, insistió.

Una herramienta eficaz para crear estos lazos afectivos son los círculos de diálogo, que permiten a los chavales hablar de las cosas que les preocupan de igual a igual, pero también a aprender la escucha activa. De Vicente reconoció que él se siente un afortunado de poder compartir esta experiencia con los alumnos de su centro.

Igualmente importante es darles el protagonismo. En caso contrario, advirtió, ningún programa que ponga en marcha el centro tendrá éxito. “No hay un programa serio para prevenir el acoso escolar que no cuente con el protagonismo de los alumnos. Hay que formar y tejer redes de ayuda entre iguales porque será a ellos y no a los padres nia los profesores a quienes les contarán qué les pasa. Cuando se intenta trabajar para el alumno no funciona, Funciona cuando trabajamos con el alumno”, afirmó el orientador escolar, ganador del Premio al Docente más Innovador de España en el Certamen D+I (2016).

Es, además, fundamental formar niños activos porque, advirtió, el que no actúa ante una desigualdad o un daño, pasa a ser colaborador. “Necesitamos formar niños activos y que sean capaces de reflexionar sobre el impacto moral que puede tener en los demás eso que hacen”, aseguró.

También habló del impacto que ha supuesto la pandemia en los profesores y en los menores. Respecto a esto, alertó del aumento de autolesiones, especialmente entre las niñas, como una manera de gestionar el dolor psicológico, e intentos de suicidios. De Vicente reconoció estar preocupado por la salud mental de los niños y jóvenes por el “impacto brutal” que está teniendo en ellos la crisis sanitaria, especialmente el periodo de confinamiento.

Para finalizar, el conferenciante estableció una conversación con el público, entre los que se encontraban muchos profesores y educadores pertenecientes a colegios que trabajan en torno a la convivencia, en la que expusieron sus propias experiencias con las prácticas restaurativas.

El aprendizaje como acción reflexiva

Ganador del Premio al Docente más Innovador de España en el Certamen D+I (2016), Juan de Vicente es uno de los grandes referentes en la aplicación de la metodología educativa conocida como “Aprendizaje y Servicio Solidario” (APS). De Vicente es orientador y profesor en el Instituto público IES Miguel Catalán de Coslada, Madrid, y forma parte del equipo de mediación y resolución de conflictos de la Universidad de Alcalá de Henares, del que fue miembro fundador. Es, además, autor de diversos libros, entre estos, “7 ideas clave. Escuelas sostenibles en convivencia” y “Los sistemas de apoyo entre iguales en la escuela”. El “Aprendizaje Servicio” permite conectar los conocimientos aprendidos en el aula con la prestación de servicios solidarios para mejorar la comunidad y el entorno más próximo: la ciudad, sus barrios, etcétera. Algunos ejemplos son la organización en las escuelas de un maratón solidario para fomentar la donación de sangre que además sirva para explicar el sistema cardiovascular, la creación de huertos urbanos comunitarios para explicar fundamentos de Ciencias Naturales o proyectos intergeneracionales con personas mayores, entre otros. “En el Aprendizaje Servicio los alumnos aprenden unos de otros. Es una acción reflexiva, una actividad que tiene repercusión en la sociedad y que implica al entorno más cercano, como las instituciones y colectivos de la localidad”, explica el orientador, que también es licenciado en Psicología.