Los objetivos internacionales en materia de lucha contra el cambio climático marcados por España, la Unión Europea, el Acuerdo de París y la Agenda 2030 y 2050 son realmente exigentes. Para lograr tales objetivos y mitigar los efectos del calentamiento global, nuestro sistema energético debe realizar una transición hacia combustibles renovables.

Según los expertos, es difícil aventurar cuál será el modelo energético para un futuro sostenible, por lo que tenemos que estar abiertos a valorar todas las alternativas posibles. Las energías renovables eléctricas, como la energía eólica o la solar fotovoltaica, están ciertamente llamadas a desempeñar un papel indispensable a la hora de avanzar hacia un balance global cero en emisiones. No obstante, este tipo de energías presentan también algunos inconvenientes, como es el caso de su intermitencia: es decir, dependen de que haya recurso: viento o sol.

Esta característica de las renovables, unido a su incapacidad actual para almacenar la energía eléctrica en grandes cantidades, hace que estas tecnologías de generación tengan que complementarse con otras que aseguren una respuesta rápida cuando dejan de producir. Y este papel lo cumple a la perfección el gas natural.

El gas natural también puede contribuir al desarrollo de las tecnologías renovables a través de sistemas conjuntos, como la aerotermia; o de la producción de gas natural renovable, una energía sostenible con el medio ambiente que puede ser inyectada directamente en la red de gas natural o ser usada como combustible para vehículos. El sistema gasista se ha volcado en los últimos años en lograr la descarbonización del gas natural, apostando por el desarrollo de gases de origen renovable como el biometano y el hidrógeno verde, que tendrán un peso importante en el mix energético descarbonizado que debemos lograr en 2050. Pero no es la primera vez que el sector gasista contribuye positivamente a la transición ecológica. Lleva años impulsando la sustitución en todos los segmentos de mercado de alternativas más contaminantes en cuanto a emisiones de CO2, como el gasóleo, por el gas natural, mucho más respetuoso con el medio ambiente.

La transformación en las redes de gas

Actualmente el sistema gasista vehicula un 40% más de energía que el sector eléctrico (350TWh vs 250TWh) y es la columna vertebral de un suministro competitivo y fiable. Pero esta infraestructura de transporte y distribución de gas se está preparando ahora para una nueva transición del gas natural al gas renovable. Una transición que, según los expertos, se tiene que hacer progresiva y racionalmente para no afectar la competitividad de la industria o el poder adquisitivo de los hogares españoles. En el marco de esta transformación, las redes de gas se están preparando para cubrir el consumo energético industrial, residencial y comercial y una parte del segmento de movilidad con gases renovables a corto y medio plazo, y con hidrógeno verde a largo plazo.

Objetivo 2050

Lograr la descarbonización del gas natural, apostando por el desarrollo de gases de origen renovable como el biometano y el hidrógeno verde

Asimismo, se están preparando para transportar una mezcla (llamada blending en inglés) de alternativas de energía que englobarán diferentes tipos de gas renovable desde el biometano hasta el hidrógeno verde para cubrir un consumo final y a unos consumidores, que demandarán una solución eficiente, técnica, económica y medioambientalmente a sus necesidades energéticas y de descarbonización. De hecho, ya hay ejemplos concretos en nuestro país de este cambio. El pasado junio, Nedgia se convirtió en la primera empresa en inyectar gas renovable procedente de vertedero en la red de distribución de gas de España. Este hito situó a la compañía a la vanguardia en innovación para desarrollar este nuevo vector energético, que contribuirá de forma significativa a la descarbonización del sistema energético del país; y reforzó además su compromiso con lograr que en 2050 todo el gas que circule por las redes de gas sea de origen renovable. Pero dicha transición debe contar con una planificación rigorosa y exhaustiva puesto que el sector energético acomete inversiones elevadas e inmóviles, y los plazos de implantación son largos y con procesos complejos. Es imprescindible, pues, una aproximación a las soluciones sin apriorismos, con neutralidad tecnológica y un criterio de eficiencia económica, para disponer de la mejor tecnología, la más limpia, y que además no falle. Se trata de que entre todos podamos lograr que el necesario proceso de transformación de la energía, y del conjunto de la economía, sea el mejor posible, para lograr el equilibrio entre la salud del planeta y nuestras necesidades como sociedad. Una transición energética en la que sin duda las redes de gas jugarán un rol central.