“En cinco años hemos descubierto que un alumno de arquitectura aprende a ser arquitecto a través del sentimiento y alcanza la destreza técnica por la vía del sentimiento y la empatía humana”. Así resumía ayer en Club FARO el doctor en Arquitectura y Educación y catedrático de Composición Arquitectónica de la Universidad CEU Pablo Campos Calvo-Sotelo la experiencia innovadora llevada a cabo con universitarios a los que imparte clases y voluntarios con discapacidad intelectual que les han guiado para realizar diseños de campus inclusivo, de entornos educativos que tengan en cuenta los gustos, necesidades y preferencias de alumnos con diversidad funcional.

Campos, que fue presentado por la directora de la Escuela de Magisterio CEU de Vigo, María Jesús Ayuso, considera que la formación universitaria debe cimentarse en la dimensión humana y que resulta esencial transmitir a los alumnos unos valores que, al margen de su especialización técnica, les formen como profesionales éticamente comprometidos con su sociedad. Partiendo de esa base, el experto en diseño de campus universitarios y espacios educativos -con más de 30 años de trayectoria en ese ámbito- apuesta por la creación de campus inclusivos que aúnen investigación, innovación docente y sensibilidad humana.

Para alcanzar los parámetros de calidad en la edificación de espacios universitarios “hay que ser conscientes de que la educación es un hecho colectivo -los neurocientíficos constatan que se aprende más y mejor en grupo,- y espacial”, comentó Campos, quien se mostró contrario a la enseñanza virtual excepto como complemento al proceso formativo presencial en el que se dé el contacto personal.

“Con mi ADN de la calidad de espacios, me pregunté cómo podía motivar a mis alumnos y se me ocurrió dar un salto al vacío trayendo personas con discapacidad intelectual”, comentó Campos en alusión al proyecto que lleva realizando desde hace cinco años con sus alumnos de Composición Arquitectónica del CEU, formando equipos mixtos con voluntarios externos con síndrome de Down, asperger, ceguera y otras discapacidades, con el apoyo de fundaciones como la Once, Prodis, J23 y Oxiria y con la Universidad CEU San Pablo. Se trata de que esos voluntarios transmitan a los futuros arquitectos cómo perciben los espacios para proyectar mejor. “Como la educación es un hecho afectivo -no se puede enseñar si no tiene inquietudes hacia la persona a la que enseñas-, introdujimos a personas cuya sensibilidad es especial y cuya única incapacidad es la de odiar”, expresó.

Acompañándose de la proyección e diapositivas, Campos fue explicando cómo los estudiantes de arquitectura y los voluntarios establecieron una relación humana, empatizando los primeros con los segundos poniéndose en su piel -para percibir como una persona invidente los universitarios se ponían antifaces, por ejemplo-, palpando maquetas, escuchando qué formas, espacios y colores eran sus preferidos y por qué; y finalmente plasmando su trabajo en proyectos arquitectónicos.

Esas labores de innovación docente e incluso social, con repercusión mediática, hicieron que Pablo Campos recibiera recientemente dos galardones: Premio Ciudadanos 2021 y Premio Ángel Herrera de Innovación Pedagógica y Didáctica (Fundación CEU San Pablo, 2022).

Fruto de ese trabajo, el Ministerio de Ciencia e Innovación ha concedido financiación al proyecto iniciado el pasados septiembre sobre campus inclusivos y arquitectura del que Pablo Campos es investigador principal. Durante los próximos tres años colaborará con unos trescientos o cuatrocientos voluntarios con discapacidad intelectual que transmitan sus preferencias respecto a cómo le gustaría que fuesen un campus para que les genere mayor bienestar. Campos explicó que trabajará en tres escalas - campus, edificios y aulas-, planteando a las personas con discapacidad cuestiones tales como tipos y distribución de espacio, colores, texturas, vistas, entorno o presencia de la naturaleza en interiores y exteriores, entre otras cuestiones.

“La imaginación necesita espacio para expandirse”

Aunque la lista de criterios y categorías a tener en cuenta a la hora de diseñar un campus inclusivo conforme a las preferencias de las personas con discapacidad, Pablo Campos Calvo- Sotelo adelantó ayer en Club FARO algunos aspectos arquitectónicos y espaciales que, por su experiencia, sabe que generan mayor bienestar en espacios educativos. Las edificaciones clásicas de centros educativos con un pasillo recto, “carcelario” y cerrado a cuyos lados se distribuyen aulas cuadradas también cerradas ya no funcionan. Frente a ese modelo, la alternativa es la de espacios irregulares, cambiantes, “divertidos”, según señaló Campos. Asimismo, el color juega un papel importante en el diseño de nuevos espacios universitarios. El gris aburrido y sombrío da paso a naranjas y otros colores alegres. Espacios con vistas al exterior y sillas distribuidas para que el alumno pueda contemplarlas -Campos puso como ejemplo la sala del edificio de usos múltiples Miralles de la Universidad de Vigo- atienden a la máxima de que “la imaginación necesita espacio para expandirse”, mientras que la creación de espacios nido donde el alumno pueda aislarse y tener su intimidad también debe tenerse en cuenta. En cuanto a las aulas, defendió que fueran de distribución flexible para poder reordenar sillas y mesas de manera rápida, acristaladas, abiertas al interior y al exterior.