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Mundo rural

El futuro se teje en casa: así son las lanas especiales y patrones que se venden en Asturias

Laura Menéndez dejó Madrid y volvió hace unos años a su pueblo natal, donde tras la pandemia decidió abrir su tienda online de de lanas, patrones y diversos accesorios para tejer

Laura Menéndez teje en sentada en la panera.

Conociendo a Laura Menéndez Prendes –cálida, positiva, vitalista y enamorada de lo que hace y donde lo hace– casi parece hasta lógico que se dedique a trabajar con algo tan querencioso como la lana, un producto que siempre recuerda a la familia. Ella apostó por vender online, a través de su página Mimosa Café Lanar, ovillos y madejas de unas lanas concretas y singulares que conoce como nadie, además de patrones de creación propia y otros útiles modernos y necesarios para tejer, adaptando la práctica al siglo XXI.

Sin embargo, empezar la historia de esta emprendedora rural en el momento presente es acortar demasiado unas vivencias personales que hay que conocer para valorar que hoy viva junto a su pareja, sus perros, algún gato adoptado y sus gallinas, en el mismo pueblo en el que nació, Carrió, en Asturias, y del que se fue en su juventud hacia Madrid, tras terminar sus estudios de comunicación audiovisual en Pontevedra.

Lanas, agujas circulares y uno de los gorros tejidos por ella.x Ana Paz Paredes

Yo quería ser periodista, pero al final tuve que optar por hacer esto. Me fui a Madrid en búsqueda de trabajo y acabé en un departamento de prensa en una empresa de moda. A los cinco años me fui, aquel no era mi mundo para nada; reconozco que aprendí muchísimo pero que va, aquello no era vida”, explica. Recuerda también que, previo al trabajo en Madrid, hizo un máster en Barcelona sobre cine. “Siempre me gustó mucho escribir sobre cine y colaboré un tiempo con varias revistas especializadas sobre el tema”.

Laura Menéndez posa con uno de sus trabajos, tejido siguiendo un patrón de creación propia. Ana Paz Paredes

Un buen día decidió regresar a Asturias y “retomar aquello que mi güela me enseñó: tejer. Como me vine a tomarme un tiempo a ver qué hacía con mi vida en ese momento surgió esto: la lana. Venderla. Me dije que tenía que buscarme un trabajo que me mantuviera aquí y entonces fue cuando abrí en Gijón, durante un tiempo, Mimosa Café Lanar, que tuvo mucho éxito porque la gente, además de ir a comprar lanas y tejer, podía tomar algo. Fue en 2017 cuando lo abrí y también daba clases y hacía talleres”.

Parte del equipo con el que teje y algunos trabajos propios. Ana Paz Paredes

Sin embargo a ella, como a tanta gente, el cierre del local por la pandemia y la cuarentena le hizo una importante mella económica y la llevó a replantearse su vida y su trabajo, pero ya desde su pueblo natal, Carrió, donde vive. “No sabía cuando podría volver a abrir y me dije, venga, nos vamos con todo para el pueblo y desde allí abro mi tienda online. Lo de la pandemia me pasó como a mucha gente, creo, que nos dio tiempo a repensar qué es lo que queríamos. Fue el empujón definitivo que me llevo a hacer lo que hago hoy, y me siento muy feliz con ello”, explica esta joven.

Laura Menéndez posa con una de sus gallinas, vistiendo otro de los jerseis patronados por ella. Al fondo, la panera de la casa. Ana Paz Paredes

Esta emprendedora rural explica que lo que ella vende “son lanas bastante especiales, no las habituales de una tienda de mercería: yo apuesto por lanas con productos que tengan muy poco procesado, más sostenibles; importo marcas que aquí no se venden. También vendo accesorios para tejer como las agujas circulares en estuches con todos los tamaños, además de patrones de mi propia creación”.

Pequeños detalles en la vivienda de Laura Menéndez. Ana Paz Paredes

Laura Menéndez está contenta con su éxito y afirma que la lana y lo de tejer tiene hoy mucha aceptación y mucha gente enganchada a ello. “Vendo en Asturias mucho, pero sobremanera vendo mucho también para clientas del País Vasco, Madrid y Barcelona”, matiza esta mujer que, además, dice que “el mundo de las lanas es fascinante. Hay lanas de autor, lanas danesas, es una locura”, dice sonriendo.

Es una joven que un día volvió al pueblo y se siente muy bien en él. Hace poco tiempo, además, se inició en el mundo de la cerámica, que le fascina. No obstante, matiza que “por supuesto que se puede emprender en un pueblo, pero hay gente que tiene esto un poco idealizado. Necesitas un tiempo de adaptación, y lo digo yo que viví aquí y por eso sabemos que esto no es la panacea. No es llegar y besar el santo. Hay cosas buenas y otras no tanto. Hay problemas diarios que tienes que estar dispuesto a asumir, ponerlos en la balanza, y decidir. Yo me quedé”.

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