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Compras, del placer a la pesadilla

“Llegué a hacer cola para poder dar de comer a mis hijos”, afirma Sara, compradora compulsiva en tratamiento | Comprar era para ella una vía de escape a su depresión

Una mujer, con varias bolsas de compra. // Alba Villar

Salir y no comprar era una ecuación imposible en el día a día de Sara (nombre ficticio). No iba por las marcas. Lo que más le tentaban eran los precios. Que ya tuviese un reloj o dos o tres era lo de menos –llegó a tener más de un centenar, de todas las formas, tamaños y colores– o un cajón lleno de fulares o decenas de abrigos en el armario, aunque muchos ni se los pusiera. Y si ese día no veía nada que le llamase la atención para ella, compraba para sus hijos. Al menos fue así mientras tuvieron edad para que su madre les eligiese la ropa.

Esta viguesa, que prefiere mantener el anonimato, es compradora compulsiva, una conducta que arrastra desde hace muchos años y de la que ahora, a sus 53 años, está intentando salir gracias a la ayuda de la Unidad Asistencial de Alcoholismo, Tabaquismo y Juego Patológico de Vigo “Asvidal”. Estos días, en plena vorágine de compras, Sara se mantiene alejada de los escaparates –el comercio electrónico no le atrae– y se mantiene a salvo de tentaciones en casa de su madre, donde ha tenido que regresar para rehacer su vida. Durante el Black Friday no salió, se quedó al abrigo de la lectura y el cine, sus dos grandes aficiones, y lo mismo está haciendo durante la época navideña y tendrá que repetir cuando comiencen, el 7 de enero, las rebajas de invierno. “Sé que lograré superar esto, aunque no será sencillo”, afirma.

Fue este verano cuando dijo basta, se armó de valor y buscó ayuda. De algún rincón de su mente le vino el recuerdo de “Asvidal”. A alguien le oyó hablar de esta asociación, a alguien que también necesitó ayuda para superar una adicción. Ella sabía desde hacía tiempo que también tenía un problema, que adquiría cosas que no necesitaba. Lo sabía porque inmediatamente después del subidón que le proporcionaba comprar venía el arrepentimiento, y porque los números rojos de su cuenta bancaria se empeñaban en recordárselo, como sus hijos –un varón y una mujer–, que se enfadaban cuando la veían llegar a casa con nuevas bolsas. “Pero yo me molestaba cuando alguno de mis hijos me decía que compraba demasiado y que eso no era normal, que tenía un problema”, reconoce ahora.

Sin embargo, las advertencias de sus hijos siempre caían en saco roto. O casi, porque echando la vista atrás, ve que las palabras de sus hijos fueron calando, poco a poco en su mente, hasta que un día se vio preparada a tomar medidas. “Mis hijos siempre me han ayudado mucho, aunque no siempre lo viera así, y en esta etapa están siendo un gran apoyo para mí, y mi madre”, asegura.

Pero en esos momentos, los reproches solo la enfadaban y hacían que se sintiese peor, lo que en muchas ocasiones se traducía en una compra nueva porque comprar para Sara se había convertido en el bálsamo contra el estado de ánimo negativo, actuaba como el prozac contra la depresión que padece desde hace muchos años. “Comprar me hacía sentirme mejor. La depresión te hace sentirte muy mal. Es una enfermedad muy dolorosa para ti y para quien te rodea porque vas dejando atrás tu forma de ser. Yo me considero buena persona y no por la depresión me he vuelto mala, pero sé que he cambiado”, afirma Sara, que arrastra esta dolencia desde hace al menos quince años.

Comprar, pues, era una vía de escape que, sin embargo, no hizo más que agravar no solo su estado de ánimo, sino también su situación vital: cuando no tenía efectivo, comenzó a tirar de la tarjeta de crédito, por lo que fue acumulando pequeñas deudas que luego tenía que satisfacer, hasta que comenzó a afectar a los gastos diarios: vivienda, comida... “Un día me vi haciendo cola para pedir comida porque en ese momento solo trabajaba yo porque mi exmarido no tenía trabajo y no teníamos qué comer. A mí me ayudaron mucho”, afirma.

Según la psicóloga clínica Carmen Guimaráns, directora de la Unidad Asistencial de Alcoholismo, Tabaquismo y Juego Patológico de Vigo “Asvidal” y miembro del grupo de trabajo de Adicciones del Colegio Oficial de Psicología de Galicia (COPG), dos de cada cien españoles son adictos a las compras, la mayoría mujeres –cerca de un 80%–. El fácil acceso a miles de productos y la facilidad de pago con métodos como las tarjetas de crédito favorecen la compra compulsiva.

“Yo las tuve de todos los colores”, reconoce Sara. Ahora no tiene ninguna y sus hijos le ayudan a controlar su economía. Cuenta con una cantidad a la semana de la que no puede pasarse. Forma parte de su terapia.

Sara asiste a terapia cognitivo-conductual, un tratamiento perteneciente a la cartera del Sergas. El abordaje de la compra compulsiva depende de cada caso e incluye técnicas de control de estímulos, técnicas de restructuración cognitiva, exposición programada a las situaciones de riesgo, cambios en su estilo de vida, intervención en pareja y/o familiar, solución de problemas específicos y cambios en su estilo de vida. “Ahora me encuentro mejor porque voy tomando el control mental de lo que debo hacer. Quiero superar esto, por mis hijos, pero sobre todo, por mí misma”, afirma Sara.

En caso de que fuera necesario, la persona podría seguir un programa de internamiento en un centro de larga estancia como la Comunidad Terapéutica de Tomiño que gestiona la Asociación Ciudadana de Lucha contra la Drogadicción “Alborada” de Vigo.

Carmen Guimaráns. FdV

“El comercio electrónico dificulta la recuperación del paciente”

Carmen Guimeráns Freijeiro - Psicóloga clínica. Directora de ASVIDAL

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El estado de ánimo negativo y la necesidad de evitación de problemas son dos de los factores que desencadena la compra compulsiva, según la psicóloga clínica Carmen Guimaráns, directora de la Unidad Asistencial de Alcoholismo, Tabaquismo y Juego Patológico de Vigo “Asvidal”. La adicción a las compras es un problema al alza en los países consumistas que agrava aún más comercio electrónico, que pone a disposición del usuario miles de productos a golpe de clic.

¿Cuándo se considera que una persona es adicta las compras?

Aunque no está considerada como adicción en los Manuales Diagnósticos, la observación clínica considera que reúne los criterios para considerarla como tal el deseo irresistible e incontrolable del acto de compra, que ocasionaría una preocupación permanente y que ocurriría durante largos periodos de tiempo, y que, a pesar de las consecuencias (problemas familiares, crisis económica, sentimientos de culpa) la persona no puede cesar en su conducta.

¿Cuáles son las señales?

Un tiempo excesivo utilizado en compras, comprar a diario, dificultades para pagarlas las compras, sentimiento de arrepentimiento de las compras realizadas y no usar los bienes adquirirlos.

¿Cómo afecta el comercio electrónico?

Lo hace más “ fácil”, ya que es anónimo, y mucho más rápido y accesible. En poco tiempo y desde cualquier lugar tiene acceso, y con detalle, a miles de productos, en un horario que es ilimitado, lo que interfiere en hábitos como el sueño y la convivencia familiar, la rutina doméstica y puede ocupar horarios que antes dedicaba al trabajo remunerado. Por lo tanto, es mucho más difícil la buena evolución del tratamiento y empeora el pronóstico.

¿Cómo repercute la adicción en el paciente y en su familia?

La dificultad de aceptar y de asumir que el acto de comprar ha tenido consecuencias muy negativas en su vida hace que esta conducta se prolongue en el tiempo. Interfiere en la rutina familiar porque todo se centra en cómo evitar que se repita este acto de compra; el clima familiar se deteriora, con enfados y alteraciones importante en la convivencia; daños económicos por gasto excesivo o petición de pequeños créditos para afrontarlo; aislamiento social del afectado y de su familia; problemas laborales tanto por ausencia del trabajo por sentimientos de malestar emocional como por , en ocasiones, pequeños robos o gestión inadecuada. Por supuesto, separación o divorcio y cronificación de las consecuencias (grandes dificultades para la reinserción socio-laboral y familiar de la persona afectada). Tenemos que comentar de manera especial que las consecuencias en los hijos son importantes, con repercusiones en su salud mental y en el desarrollo personal y social, asumiendo un papel de cuidadores a pesar de no tener edad para ello.

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