"Los primeros días fueron divertidos con la nieve, pero al tercero vimos que era un verdadero problema para la movilidad. Estábamos atrapados y no venía nadie. Así que empezamos a organizarnos". Lucía Fernández Manso, 20 años, vecina del barrio de Campamento, en el extrarradio de Madrid, revisa en su móvil las fechas exactas de los grandes momentos de la borrasca Filomena. "Fue muy especial cuando terminamos de abrir el camino hacia el centro de salud. Un grupo empezó picando desde allí y otro desde el metro Colonia Jardín; completamos una distancia de 800 metros o más. Fueron al menos tres días. Cuando nos unimos resultó muy emocionante. Aplaudimos. Los vecinos, incluso, sacaron bombones".

Inés Pérez Santaella, 51 años, otra residente del mismo distrito, también estuvo en ese momento que revive como uno de los más conmovedores. "El centro de salud estaba completamente aislado. Al igual que el mercado. Conseguimos abrir los caminos con palas que nos prestaron los jardineros", explica.

Filomena apareció el 7 de enero de hace, justo, un año. En pocos días tiñó de blanco media España en una nevada histórica. Madrid se colapsó durante varias jornadas, con zonas que llegaron a acumular capas de hasta 50 centímetros de nieve. Hubo barrios completamente incomunicados, principalmente los situados a las afueras de la capital.

"¿Se va a hacer algo?"

"¿Se va a hacer algo para retirar la nieve del barrio?". Fue Andrés Piñeiro, 54 años, presidente de la asociación Campamento, quien lanzó el mensaje el domingo 10 de enero al grupo de Whatsapp ‘Cuidadores del barrio’, que había funcionado durante la pandemia.

Los vecinos se apañaron con la herramientas que pudieron conseguir. PRR

Como el aleteo de la mariposa, los vecinos se organizaron, buscando herramientas para quitar hielo, ofreciendo sus brazos para picar, transportando lo necesario, respondiendo a urgencias, limpiando calles que volvían a helarse por las noches, averiguando cómo hacerse con todoterrenos para ir a por la sal que nunca llegaba e incluso identificando a personas solas para llevarles comida o medicinas. 

Se organizaron, por ejemplo, para atender a personas solas para llevarles comida o medicinas

El grupo llegó a contar con unas 50 personas, desde los 18 a los 60 años, que trabajaban en turnos de mañana y tarde. "Eso fue lo mejor, el movimiento vecinal que surgió para ayudar, sobre todo, a los más mayores y a los comerciantes", cuenta Andrés. "Al ayuntamiento ni se le esperaba, no aparecieron hasta varios días después, ni operarios ni maquinaria. Supongo que se irían a otros barrios", se lamenta. 

"Lo más bonito fue ver a los jóvenes y también que se unieran por primera vez personas de otras nacionalidades a la asociación, porque en este barrio hay gente de muchos lugares. Filomena nos unió y nos impulsó a seguir haciendo cosas por el barrio". Esta vez son palabras de Antonio Arribas Andes, 65, pareja de Inés y residente en el distrito durante más de medio siglo. Sonríe mientras lo relata, aunque endurece el gesto para apuntar: "Las historias personales que se vivieron quedaron en nada, igual que el esfuerzo vecinal. Parece que no hubiera ocurrido".

José Carlos del Río Zabaleta, 33 años, uno de los jóvenes que se incorporó al equipo de trabajo del barrio. PRR

Historias como la del frutero del mercado que se cayó en los primeros días y se fracturó una pierna y desde entonces "lo ha pasado fatal"; o las familias que vivían en la calle en la que se congelaron las tuberías durante días; o aquel perro que apareció en la nieve y consiguieron encontrar a su dueño.

"Lo mejor es saber que ayudas a tu barrio. Yo vi a un grupo de gente en el mercado, quitando nieve y me uní. Desde entonces, creo que fueron diez días sin parar, un trabajo duro, físico, pero mereció la pena porque es por tu barrio. Fue gratificante cuando los más mayores ya podían salir, e iban a comprar por el camino que tú habías limpiado", narra José Carlos del Río Zabaleta, 33 años, uno de esos jóvenes que se incorporó de forma espontánea y se ha mantenido desde entones en el movimiento de Campamento. "Había niños pequeños que venían con sus padres. Fue genial compartir el esfuerzo con ellos, la importancia de ayudarse. Desde entonces, seguimos haciendo cosas por el barrio, hemos hecho un huerto y una zona verde", detalla.

La ola de frío de después

Tras desaparecer Filomena, cesaron las precipitaciones y aunque el cielo se despejó, desde el domingo 10 de enero arrancó una ola de frío que duró hasta el domingo 17, con registros históricos de cifras bajas. "Al principio resultó fácil quitar la nieve con las palas, pero cuando se heló, fue muy complicado, además de peligroso, porque resbalaba. El trabajo era muy físico y no estamos preparados, pero la gente más joven estuvo ahí", recuerda Andrés.

La gestión del Ayuntamiento fue duramente criticada esas jornadas por la "ausencia total de apoyo"

La gestión del ayuntamiento fue duramente criticada. Estos cinco vecinos, en concreto, coinciden en denunciar una ausencia de apoyo total. "Pasaban los días y no llegaba ayuda. Había que volver a limpiar las mismas calles porque se helaban. No teníamos sal, no nos daban sal. Todo lo gestionamos solos...". Inés y Antonio se interrumpen para narrar cómo, a pesar de proponer varias fórmulas para conseguirla, no hubo forma. Aunque se habilitaron puntos para ir a recogerla, no podían conducir hasta ellos; las calles seguían intransitables. "La sal era fundamental, cada noche se congelaba todo lo que habíamos limpiado el día anterior, pero al final fue nuestra hija la que, con unos amigos, trajeron sacos".

Antonio Arribas en uno de los turnos para retirar nieve del acceso a las viviendas. PRR

No recuerdan cuándo se limpiaron las calles del todo. "Creo que algunas zonas cuando llegó el buen tiempo, entonces se derritió todo", asegura Antonio, pero Inés le apela y pregunta: "¿Cuándo nos manifestamos en La Latina? Entonces ya podíamos desplazarnos hasta allí, así que habían pasado unos días. Pues ese mismo día por la tarde, llegaron las máquinas".

"Está claro que hay diferencias claras con otras zonas, sólo hay que ver las aceras"

Los problemas estructurales "y de abandono" del barrio complicaron aún más la gestión. "Está claro que hay diferencias claras con respecto a otras zonas, sólo hay que ver las aceras, por ejempl"», explica la más joven, Lucía. "El triángulo de Campamento, cortado por la N-5 y que divide el barrio en dos, con pasadizo incluido, es muy peligroso. Las aceras están en mal estado, y no se veían con la nieve. Son cosas que deberían estar resueltas ya, llevamos reivindicando que es vergonzoso este triángulo de ruido y contaminación que tiene Campamento con el Paseo de Extremadura, la Carretera de Boadilla y la carretera de Carabanchel-Aravaca (unos 200.000 vehículos a diario, 130.000, 45.000 y 30.000 respectivamente)"

A pesar de los planes y dotaciones presupuestarias, las soluciones no llegan. "Se confirmó con Filomena. Y fue muy duro constatar que los ciudadanos de este barrio, una vez más, estábamos completamente solos», afirma Antonio. «Por triste que sea, en este barrio sólo confiamos en la asociación vecinal", concluye Inés.