Javier Cercas (Ibahernando, Cáceres, 1962,) redefinió la novela española en “Soldados de Salamina”. En marzo convertirá en trilogía la serie iniciada en “Terra Alta”, galardonada con el Planeta.

–Para que se haga cargo del tipo de entrevista: “¿Le duele España?”

–Me huele España, más bien. La frase supuestamente ingeniosa de Unamuno carece de fundamento, y fue usada por los falangistas para elaborar un discurso pestilente.

–¿Por qué no te callas?

–Gran pregunta. Me la hace a menudo mi hijo, “¿por qué te metes en líos?”. Porque no sé no hacerlo y porque no me da la gana callarme. Es mi obligación, nuestra obligación, el problema es que nos callamos.

–Los independentistas no son todos, pero son muchos.

–Son aproximadamente la mitad de los votantes, ni más ni menos. Y llamarlos independentistas es empezar a darles la razón, son secesionistas. La independencia es una fantasía del siglo XIX, España tampoco es independiente.

–¿Es posible que sus enemigos le estén influyendo en exceso?

–Lo peor que te puede ocurrir es acabar pareciéndote a tus enemigos, y siempre es posible. Hay que tener mucho cuidado.

–¿Usted tiene cuidado?

–Siento que no hago todo lo posible. Como dice Michael Corleone, “nunca odies a tus enemigos, porque eso no te permite juzgarlos”. Y en Terra Alta, “odiar a otra persona es beberte tu vaso de veneno creyendo que la va a matar”.

–En la novela negra puedes matar a los protagonistas.

–Eso es fantástico y se puede hacer en la novela en general, porque todas son policiacas, como dijo Borges. La ficción te permite cosas impensables en la vida, cada cual se toma las libertades que quiere.

–La ficción es el último reducto de la libertad de expresión.

Ahora ya ni siquiera la ficción, pero es un asunto de cada cual. Si te dejas intimidar por inquisidores, censores, opiniones públicas y publicadas, es tu problema. La literatura implica rebelión y placer.

–Quienes nunca ganarán el Planeta lo critican con saña.

–Estoy de acuerdo contigo, todos los españoles deberían ganar al menos una vez en la vida el Planeta para lograr un país mejor, y aprovecho esta oportunidad de oro para quejarme de que el vencedor en una edición no pueda repetir.

–“Le Point” acaba de proclamar libro del año a “Terra Alta”.

–No fue libro del año en España, por los prejuicios contra el premio. Tengo muy engañados a los franceses, italianos o ingleses, allí no saben qué es el Planeta. Y doy mejor de lejos que de cerca, pregúntale a mi mujer.

–Cuesta recuperarse de una obra maestra como “Salamina”.

–Es una calificación muy generosa. Cuesta recuperarse de un éxito que fue inesperado para mí, y que no estaba preparado para asimilar.

–A cambio, nos trajo la plaga de imitadores que cultivan la autoficción.

–Me temo que tienes razón. Cuando se publicó “Soldados de Salamina”, no se había puesto en circulación esa palabra, y hoy solo se escribe autoficción. Por eso he renunciado a ella. La novela fue mal recibida por el mundo literario, con prevención, y la salvaron los lectores.

–¿Ha padecido alguna vez el síndrome de “El impostor”?

–De eso trata el libro, de cómo la impostura es un rasgo esencial de los seres humanos, empezando por mí mismo. Ahora mismo soy un impostor, que contesto a tus preguntas haciéndome pasar por un escritor importante. No todos somos Messi.

–Continúa la vomitona de libros sobre el 23-F.

–El objetivo de “Anatomía de un instante” era acabar con las obras sobre el 23-F, pero es una industria inagotable como el asesinato de Kennedy. Y lo esencial no va a variar, aunque no sepamos la marca de calzoncillos de Alfonso Armada.

–Pero ahora Juan Carlos I va perdiendo.

–Así ocurrió desde el primer momento, los golpistas intentaron implicar a Juan Carlos I. Esa hipótesis sin nada que ver con los hechos ha sido tomada por la extrema izquierda de la extrema derecha.

–¿Fueron cobardes los diputados que se postraron ante Tejero?

–Yo me habría metido en el sótano, porque lo normal es buscar refugio cuando disparan sobre ti. Por lo tanto mi respuesta es no, no los considero cobardes en mi libro. Ahora bien, en su fuero interno, ellos sí se acusan de cobardía. Habrían preferido quedarse sentados, no les gusta lo que se ve en las imágenes.

–Compite usted con Javier Marías, Pérez-Reverte...

–Eso no tiene el mínimo sentido. Compito a muerte contra mí mismo, con la furia de Nadal, aunque es imposible igualarla. El único juez infalible de la calidad literaria es el tiempo, que da sorpresas impresionantes porque ni Dante, Cervantes o Shakespeare gozaron de prestigio en sus épocas.