La noche del 3 de julio de 2021, el joven Samuel Luiz Muñiz recibía una brutal paliza entre insultos homófobos en la ciduad de A Coruña que acabó con su vida. De esa pérdida irrecuperable, no obstante, surgió una consecuencia que alivió, en cierto sentido, aquel duelo: Ibrahima Diack y Magatte Ndiaye, dos ciudadanos senegaleses que se encontraban en el lugar y los únicos que intervinieron para tratar de salvar la vida del joven, recibieron, por parte del Gobierno, permisos de trabajo y residencia por su valiente proceder.

Ibrahima y Magatte recapitularon ayer los hechos ante los micrófonos de Radio Coruña, en su primera comparecencia pública ante los medios de comunicación que ofrecieron desde aquel fatídico suceso. Aunque de su tono se adivinaba que no les resulta fácil retrotraerse a aquellos hechos, a día de hoy, y sin conocer lo que vendría después, obrarían del mismo modo. “Fuimos a ayudarle sin pensar nada, sin dudar. En nuestra cultura, en Senegal, no podemos mirar a una persona que está sufriendo y no ayudarla”, simplificaron los jóvenes en la emisora.

La etiqueta de héroes, que la ciudadanía les otorgó y la Corporación municipal refrendó aprobando por unanimidad agraciarles con el título de Hijos Adoptivos de la ciudad, no termina de encajarles, y, pese a lo mucho que han cambiado sus circunstancias desde entonces, los valores de Ibrahima y Magatte siguen siendo los mismos. “Lo que ocurrió aquella noche no fue un gesto para tener nada a cambio, queríamos salvarle la vida al chico”, insiste Ibrahima, consciente del riesgo que entrañaba, y más para ellos, el no permanecer impasibles ante la barbaridad que estaban presenciando.

“Estábamos sin papeles, sin nada, no estábamos legales. Nos pusimos en riesgo, pero da igual. Si nos hubiese pasado a Magatte o a mí, íbamos a necesitar también una mano”, resume el joven, que interpuso su cuerpo entre Samuel y los golpes arriesgando, además de su situación administrativa, su integridad física.

Para el reconocimiento que vino después de aquella jornada traumática solo guardan palabras de agradecimiento. “Gracias, gracias y gracias. Si tenemos una palabra que es mejor que gracias, tenemos que decirla”, expresa Magatte, que admite que la situación de ambos ha mejorado sustancialmente con los papeles en regla, y un puesto de trabajo que les permite cubrir sus gastos y enviar algo de dinero a sus parientes de Senegal, la razón por la que decidieron embarcarse, hace años, en una peligrosa travesía en patera que no les gusta recordar.