El maltrato a las personas mayores continúa siendo un tema del que no se habla, entre otros motivos porque los datos sobre su prevalencia, tanto en el ámbito institucional como en el familiar, son dispares y ni tan siquiera existe un consenso internacional sobre su definición, protocolos de detección, actuación y seguimiento.
“Este un tema tremendamente tabú y muy gallego, como las meigas: sabemos que existe, pero no sabemos dónde están. Sabemos que se da, pero ¿dónde?, ¿cómo se identifica?, ¿lo denunciamos?, ¿la sociedad es consciente de que las personas mayores, sobre todo las vulnerables, pueden llegar a ser maltratadas o que lo están siendo?, ¿qué estadísticas tenemos?, ¿cómo definimos el maltrato?”, se pregunta Andrés Vázquez, gerontólogo y geriatra vigués, especialista en cuidados paliativos.
“Hay que poner los puntos sobre las íes y adoptar medidas para atajarlo”
De acuerdo con una revisión de 2017 de estudios realizados en 28 países, financiada por la Organización Mundial de la Salud (OMS), 1 de cada 6 personas de 60 años o más (15,7%) son víctimas de maltrato psicológico (11,6%), abuso económico (6,8%), negligencia (4,2%), maltrato físico (2,6%) o agresiones sexuales (0,9%). Asimismo, la plataforma Age Europe calcula que 2.500 personas mayores mueren cada año a causa de los malos tratos en Europa, aunque solo se denuncia 1 de cada 24 casos, cifras que podrían haber aumentado por la pandemia. De hecho, un estudio estadounidense sugiere que las tasas de maltrato a personas mayores en la comunidad pueden haber aumentado un 84% desde que estalló la crisis sanitaria.
“Los datos que conocemos son solo la punta del iceberg”
Para el geriatra vigués, el maltrato a las personas mayores supone un importante problema de salud pública, que se prevé que aumente en los próximos años, aunque su incidencia se mantenga, debido a una población cada vez más envejecida. En este sentido, se calcula que para 2050, el número de víctimas de malos tratos habrá aumentando hasta los 320 millones, ya que la población de mayores de 60 años será de dos mil millones de personas en el planeta.
“Es hora de poner los puntos sobre las íes y adoptar medidas para atajar este problema, que es muy complejo y que es una responsabilidad que nos concierne a todos, a los profesionales los primeros, pero también a las instituciones públicas, a los medios de comunicación y a la sociedad en general”, afirma el especialista, expresidente de la Sociedade Galega de Xerontoloxía e Xeriatría (SGXX).
Aunque no hay un consenso sobre qué es maltrato y/o negligencia a personas mayores, la definición más aceptada es la de la Red Internacional para la Prevención de las Personas Mayores (INPEA), que lo define así: “La acción única o repetida, o la falta de la respuesta apropiada, que ocurre dentro de cualquier relación donde exista una expectativa de confianza, y que produzca daño o angustia a la persona anciana”. El maltrato a la persona mayor puede ser de varios tipos: físico, psicológico/emocional, sexual, financiero o simplemente un acto de negligencia, intencional o por omisión.
Según Vázquez, las cifras que se manejan sobre el maltrato a personas mayores no reflejan la dimensión real del problema. “Solo en España, alrededor del 3 y el 5% de las personas mayores sufren maltrato, por lo que estaríamos hablando de medio millón de personas que sufren malos tratos, y esta cifra sería solo la punta del iceberg que no se ve”, alerta.
Uno de los problemas del maltrato a personas mayores es que es difícil de detectar porque muchas veces se produce en el ámbito privado y la víctima tampoco lo denuncia, ya que se encuentra en una situación de dependencia.
“Se sabe que el 75% de los casos se producen en el domicilio y ahí es muy difícil detectar el maltrato o una negligencia de un hijo o una hija cuidador que no provee de las necesidades que tiene o es incapaz de proveerlas porque no tiene los recuerdos suficientes y está quemado de cuidar, algo que ha podido agravarse durante la pandemia”, explica.
En su opinión, es necesario que las administraciones pongan a disposición de los cuidadores, que mayoritariamente son mujeres, todos aquellos mecanismos que puedan ayudarlos a no caer en el riesgo de maltrato intencionado o no.
La negligencia –dejadez, intencionada o no, de las obligaciones sobre la aportación de elementos básicos y esenciales para la persona cuidada (alimentación, higiene, vestido, seguridad, aportación de tratamientos)– y el maltrato psicológico –insultos, amenazas, humillaciones, aislamiento, infantilización– son los tipos de maltrato a personas mayores más frecuentes.
“El trato ‘iño’, ‘iña’ es infantilizar a una persona o la apropiación indebida de los mayores con expresiones como ‘os meus vellos’, tan popularizadas que incluso la administración las emplea y habla de ‘nuestros mayores’ para referirse al colectivo de personas mayores. Esto que crea una gran falta de autoestima”, afirma el geriatra Andrés Vázquez
Los malos tratos físicos –empujones, golpes, contenciones...– son, quizá, los más fáciles de detectar porque sus secuelas son más visibles –hematomas, desgarros, fracturas, heridas...–, y en muchas ocasiones pueden estar acompañados de maltrato psicológico.
Otra forma de maltrato es el económico o financiero, es decir, la utilización inadecuada por terceros de los bienes del anciano sin su consentimiento, y la violación de sus derechos, como la privación de los derechos legales que le corresponden o de la autonomía en sus decisiones.
El geriatra también advierte del incremento del “edadismo”, es decir, de la presencia de estereotipos, actitudes negativas y discriminación en función de la edad y reclama medidas para cambiar la visión que la sociedad tiene del envejecimiento.
“No se puede asociar a los mayores con enfermedad e inactividad, y culparles de ser una carga social”
Otra tipología de maltrato que destaca el especialista es el síndrome de la abuela esclava, asfixiada por una alta carga de responsabilidad como ama de casa, cuidadora y educadora.
“La comunidad es en parte responsable de esto porque debería ocuparse de insertar a las personas mayores en la comunidad. Uno de los grandes problemas en el COVID fue que la sanidad no tuvo en cuenta el sistema comunitario como un sistema de apoyo y soporte, lo que influyó en la alta mortalidad de este colectivo, independientemente de que sea el más vulnerable”, opina.
