Gonzalo Giner (Madrid, 1962) es veterinario y escritor. Se dio a conocer como autor con su primera novela, “La cuarta alianza” (2004), aunque el éxito le llegaría con el libro ‘El sanador de caballos’ (2008). Giner ha volcado en sus libros la pasión que siente por los animales, adentrándose en momentos de la historia, como en “El jinete del silencio” (2011), ambientada en el Renacimiento o en “Pacto de lealtad” (2014).

–Presenta su novela “La bruma verde”. ¿Cómo surge esta historia ambientada en África y con los primates como protagonistas?

–Surge en el año 2017, mientras presentaba unos premios que el Colegio de Veterinarios de Madrid otorga a personas, animales e instituciones comprometidas con el bienestar animal. Conocí la historia de la veterinaria y primatóloga Rebeca Atencia; su vida y trabajo me provocaron tal atracción que decidí escribir una historia ambientada en el Congo, con la selva y los primates como grandes protagonistas, en este caso en forma de aventura.

–Pero, además, es una novela de sensibilización…

–Sin duda alguna. Cualquier trama que se mueva por la enorme República Democrática del Congo, ha de reflejar los problemas que la asolan; deforestación descontrolada, tráfico ilegal de especies, violencia indiscriminada, corrupción. En “La bruma verde”, todos esos conflictos, tejen una historia llena de emoción, vista desde diferentes ángulos: desde la mirada de una joven congoleña, la mirada occidental de varios cooperantes y la de los propios chimpancés; unas y otras nos concienciarán sobre lo que está sucediendo en su mundo, que termina afectándonos a todos.

– Mucho de lo que cuenta en su libro es ignorado por Occidente, ¿a qué cree usted que se debe esa indiferencia?

–África es el último continente por desarrollarse. Los demás, con mayor o menor éxito, han visto mejorar sus economías y con ello las condiciones de su gente. A África no termina de llegarle ese turno. Lugares como el Congo, de enorme riqueza natural, han sido objeto de saqueo por parte de otros países, en este momento gigantescas empresas, y todos miramos a otro lado. ¿Cuántas noticias recibimos al año de ellos, a través de la televisión o los periódicos? Sin exagerar mucho, quizá ni diez. Si no ponemos el foco, si no actuamos y ayudamos, seguirán igual.

–¿Está condicionada por los intereses de Europa, como la extracción del coltán?

–El Congo es el mayor productor de coltán del mundo, lo que sería muy positivo para ellos si de su explotación y comercio se beneficiara el pueblo. Por desgracia, ese negocio, como otros extractivos, está en manos de bandas mafiosas que solo miran sus fabulosos ingresos sin preocuparse por la explotación infantil que ejercen, por ejemplo, para meterse por pequeñas galerías y recoger el valioso mineral sin las más mínimas medidas de seguridad. Occidente, no solo Europa, no puede vivir sin sus ‘smartphones’ y el coltán es necesario para que funcionen como hoy día necesitamos.

–Los voluntarios que colaboran en esa zona también lo hacen desde la sombra, ¿qué destacaría de su trabajo?

–Su sorprendente generosidad. En algún momento de nuestras vidas todos deseamos hacer algo por los demás, pero no siempre se encuentra el cómo o cuándo. Ellos han dado ese paso, y bajo los motivos que sean se han embarcado en distintas misiones que al final persiguen mejorar la situación de la gente o la del mundo en general. Conozco a unos cuantos que son unos grandísimos héroes anónimos.

–¿Qué podemos hacer los ciudadanos para dejar de ser cómplices de las injusticias que narra en su obra?

–Primero informarnos y sensibilizarnos. A veces es suficiente acercándose a una historia novelada como “La bruma verde”. Después, fijémonos en las etiquetas de los productos que compramos. La madera de nuestros muebles debe llevar un sello de garantía conforme su origen es sostenible. Si no la tienes, no compremos ese mueble. Lo mismo digo con algunos alimentos que contienen soja sin certificar. La soja y el aceite de palma son los dos productos que más deforestación incontrolada provocan. Podemos frenar su mala producción. Las empresas también tienen mucho que hacer y decir. Danone ya lo está haciendo, por ejemplo.

–¿Y los gobiernos?

–Los gobiernos mucho más, pero no se mueven en la dirección deseable. Con solo leer las conclusiones de la última conferencia sobre el cambio climático, Cop26, celebrada en Glasgow, te das cuenta de la falta de determinación para corregir los problemas del clima. Los países más contaminantes ni acuden, me refiero a China e India, y los que sí lo hacen no terminan de tomar decisiones eficaces e inmediatas. Volviendo al trasfondo de mi novela, los problemas de África nunca han interesado al mundo ni a sus gobiernos.

–¿Qué le supuso esta experiencia en el Congo como veterinario, que es su profesión?

–La novela contiene varios capítulos que discurren en medio de la selva, conviviendo con un clan de chimpancés salvajes. Los entenderemos mejor, nos impresionarán sus reacciones, viviremos su día a día, nos asombrará cómo se relacionan con un humano. Esa aproximación a la fauna natural y adentrarme en la inteligencia social e individual de los primates, con los que compartimos el 98 por ciento de nuestro ADN, me fascinó tanto que estoy seguro de que al lector que aborde la novela le va a resultar también muy atractivo y sobre todo sorprendente.

–¿Diría que este viaje personal y literario ha cambiado algo en usted?

–Ha cambiado mi percepción sobre los problemas de un continente, el africano, que me cautivó desde la primera vez que lo visité. Pero también soy consciente de que he ganado muchísimos lectores jóvenes que no tenía en anteriores novelas. “La bruma verde” les gusta mucho, me lo demuestran todos los días. Prueba de ello son los centenares de mensajes que recibo con sus reflexiones, sensibilidad y comentarios que me llevan a pensar lo maravillosa, concienciada y generosa que es nuestra actual juventud. Me siento orgulloso de ella.