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Crisis volcánica | Los nuevos visitantes

La Palma inventa el turismo volcánico

Más de 25.000 personas visitan la isla durante el puente | Los foráneos quedan abrumados por el espectáculo visual y las dimensiones de la catástrofe

Una niña ayer, mirando hacia las coladas que recorren buena parte del valle palmero. | | LP/DLP

A María X se le acaba de romper el elástico de sus gafas anticenizas, y eso que los anteojos no llevan ni una hora de rodaje. "Son de los chinos", aclara. María X no quiere dar su nombre porque ella no debería estar allí por motivos que a ella sola se le esconden, en la plaza de Tajuya, donde el rugir del volcán, ayer domingo especialmente perretoso, se mixtura con el llamado del sacerdote vía megafonía para el inicio de alguna función religiosa. X está impactada por el fenómeno, del que tuvo primera visual poco después de pasar el túnel del tiempo, el que conecta, a pesar de las restricciones de tráfico del fin de semana, el plácido este con el magmático oeste.

Como ella, otras 25.000 personas, según el recuento basado en las plazas marítimas y aéreas, se han llegado hasta la isla bonita para pasar el más volcánico puente de sus vidas. Muchos de estos turistas de 48 horas, o incluso de ir y volver entre la mañana y la noche, son perfectamente identificables con respecto a la población local, ya más que entrenada a vivir con el sulfuro de la atmósfera.

Turistas, ayer al mediodía, en la plaza de Tajuya observando el volcán de Cumbre Vieja. | | LP/DLP

Pero el foráneo no. Y se enfrenta a todo un protocolo del que desconoce sus pormenores. De ahí que un buen número de ellos se llegue con un completo kit de accesorios y complementos que, en los casos más extremos, permitiría sobrevivir a un hipotético reventón del Krakatoa.

Es el caso concreto de una familia de peninsulares, residentes en Tenerife, que llegan por segunda vez a las faldas de Cumbre Vieja con chubasqueros repelepicón y capucha enlazada en el gaznate, chalecos reflectantes amarillo 112 de sobretodo, mascarilla FP2, trípode y prismáticos de muy altísima gama.

Todos han llegado a partir del viernes, con continuidad ayer sábado, en una marea atraída por el volcán que ha permitido al sector servicios una entrada de aire fresco, con el 85 por ciento de las plazas alojativas ocupadas en el este y norte de La Palma gracias al despliegue de un auténtico puente aéreo en el que solo Binter ha reforzado con 32 vuelos extras que cubren las líneas entre la isla palmera con Gran Canaria y con Tenerife Norte, a lo que se sumaba Fred Olsen con otros dos trayectos de más diarios entre Los Cristianos y la capital.

Una visita a los establecimientos del oeste, sobre todo en la única playa que le queda al Valle, la de Tazacorte, permitía apreciar el sustancioso meneo en unas terrazas que durante toda la semana permanecen en estado de hibernación, y que a partir del mediodía del viernes lucían en todo su esplendor. Pero con todo, no tanto como en el este y la capital de la isla, donde tras hacer un alto para acercarse unas horas en Cumbre Vieja, recibe al grueso de este nuevo turismo volcánico que viene a paliar la desdicha que acontece en La Palma desde el pasado 19 de septiembre.

Es un turismo que, parafernalias aparte, llega en estado de recogimiento, abrumados entre el espectáculo visual y las dimensiones de la catástrofe y ya sea en la estratégica plaza de Tajuya o en la punta del muelle de Tazacorte, desde se observan las nuevas fajanas, suele reinar un respetuoso silencio que subraya aun más el impactante rugir del gigante.

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